Un modelo agrícola impulsado por familias migrantes que transformaron pequeñas parcelas en un polo productivo clave
Redacción Mundo Agropecuario
En las últimas décadas, Neuquén se ha consolidado como uno de los centros más destacados de producción de frutas finas en la Patagonia argentina. Entre montañas, vientos fríos y suelos fértiles, un fenómeno productivo silencioso pero decisivo ha cobrado forma. No se trata de grandes corporaciones ni de enormes extensiones de tierra: son familias trabajadoras, en su mayoría de origen boliviano, que han convertido pequeñas parcelas arrendadas en un motor económico y agrícola para toda la región.
De su trabajo, disciplina y manejo intensivo de la tierra surge una producción que ya ronda las 2.900 toneladas anuales de frutilla, la fruta fina más consumida del mundo. Un cultivo delicado, exigente y rentable que, bajo las manos de estos productores, ha encontrado en la Patagonia un territorio ideal para desarrollarse.
Una comunidad migrante que convirtió el trabajo en arraigo
El artículo original destaca que este polo productivo nació del ímpetu, la tenacidad y el deseo de progreso de trabajadores que llegaron desde Bolivia, muchos de ellos primero como empleados rurales y luego como arrendatarios de pequeñas fincas. Con dedicación familiar —padres, hijos y hermanos involucrados en cada etapa del cultivo— lograron transformar su experiencia previa en horticultura en un emprendimiento estable y creciente.
Su método de trabajo combina prácticas tradicionales con técnicas modernas, manteniendo un equilibrio entre intensificación productiva y manejo cuidadoso del suelo. Lo que comenzó como un trabajo estacional se transformó, con el tiempo, en un tejido productivo que sostiene empleos, abastece mercados y dinamiza economías locales.
Clima patagónico: un desafío y una ventaja para la frutilla
La frutilla es un cultivo sensible a la temperatura, la humedad y el fotoperiodo. Requiere un manejo minucioso y una atención constante. En este sentido, el clima patagónico ofrece un conjunto de condiciones particulares:
- Días frescos que favorecen el color y la firmeza del fruto.
- Noches frías que permiten una maduración lenta y pareja.
- Buena disponibilidad de agua para riego en zonas productivas.
- Baja carga de plagas en comparación con otras regiones del país.
Estas características permiten obtener frutas de excelente calidad, con calibres uniformes y alto contenido aromático, muy apreciadas en los mercados regionales y nacionales.
Trabajo intensivo, manejo familiar y producción escalonada
El cultivo de frutilla exige una gran dedicación diaria. Desde la preparación del suelo hasta la cosecha manual, cada etapa requiere precisión. Para muchas de estas familias agrícolas, el proceso es verdaderamente integral:
- Preparan las parcelas mediante laboreo cuidadoso y fertilización moderada.
- Incorporan sistemas de riego por goteo para optimizar el agua.
- Colocan mulching para controlar malezas y proteger los frutos.
- Realizan cosechas sucesivas, casi siempre de forma manual y familiar.
La combinación de estas prácticas permite obtener rendimientos consistentes y, sobre todo, una calidad que ha convertido a la frutilla neuquina en un producto de referencia.
Un sector que se organiza y se expande
La consolidación de este polo productivo ha impulsado también un ecosistema de servicios: viveros especializados, venta de insumos, transporte, comercialización y mercados mayoristas. La frutilla ya no es solo un cultivo; es un sistema agroproductivo que dinamiza a toda la región.
En paralelo, se observa una creciente profesionalización: capacitaciones, asistencia técnica y mejoras en infraestructura que permiten a los productores enfrentar desafíos como:
- Incremento de costos de insumos.
- Exigencias de calidad del mercado.
- Cambios climáticos que alteran los ciclos productivos.
- Competencia con otras zonas frutilleras del país.
Aun así, el modelo neuquino mantiene su fortaleza: pequeñas parcelas altamente productivas manejadas por familias con profundo compromiso laboral.
El impacto económico y social en Neuquén
Además de su relevancia agrícola, la frutilla ha generado un efecto significativo en la estructura social y económica de la provincia. La actividad:
- Crea empleo en épocas de plantación y cosecha.
- Moviliza cadenas comerciales completas.
- Fija población rural en zonas donde la migración hacia ciudades era la norma.
- Promueve el acceso a ingresos estables para familias trabajadoras.
El aporte de la comunidad boliviana ha resultado fundamental. Su inserción en la región, ya no solo como mano de obra sino como productores consolidados, ha enriquecido la diversidad cultural y productiva de la Patagonia.
Un modelo que inspira a otras regiones
El caso de Neuquén muestra que la agricultura intensiva en pequeñas superficies puede ser altamente eficiente cuando se combina con conocimiento, trabajo familiar y adaptación a las condiciones locales. También demuestra el rol central que cumplen las comunidades migrantes en el desarrollo agrícola de numerosos territorios latinoamericanos.
En tiempos donde se debate la sostenibilidad, la diversificación y la revitalización del mundo rural, la experiencia frutillera patagónica ofrece una lección clara: la innovación puede nacer en estructuras pequeñas, siempre que exista compromiso, organización y acceso a tierra y mercados.
Referencias
Río Negro – “Así se produce la fruta fina más consumida del mundo en la Patagonia”. https://www.rionegro.com.ar/rural/2-900-toneladas-por-ano-asi-se-produce-la-fruta-fina-mas-consumida-del-mundo-en-la-patagonia/
