Cuando Rubén Darío Carianil comenzó a cultivar la inusual y puntiaguda flor Inirida en la Amazonia colombiana hace diez años, sus familiares se burlaron de él por cultivar “malas hierbas”.
por Juan Sebastián SERRANO
En la actualidad, Carianil, de 63 años y miembro de la tribu Curripako, cultiva toneladas de estas curiosas flores en una parcela a las afueras de Inirida, la ciudad selvática de 30.000 habitantes de la que la flor tomó su nombre.
Carianil exporta esquejes de Inirida a Estados Unidos, Europa y Asia, y pronto más extranjeros conocerán esta rara flor como emblema de una conferencia de la ONU sobre biodiversidad que se realizará en Cali del 21 de octubre al 1 de noviembre.
“Estoy muy feliz”, dijo Carianil a la AFP sobre su éxito, que considera una ayuda y no un daño al medio ambiente.
“Para nosotros la Naturaleza, el bosque, es vida. Los indígenas lo respetamos y vivimos en armonía con la Naturaleza sin dañarla.”
En el pasado, las flores de inirida crecían abundantemente en forma silvestre en la región. La recolección excesiva provocó una reducción drástica y en 1989 el gobierno prohibió la cosecha.
La prohibición se mantuvo vigente hasta 2005, cuando se abrió la puerta al cultivo comercial de Inirida siempre y cuando las poblaciones silvestres permanecieran intactas.
Hasta ahora, sólo la granja de Carianil ha logrado cultivar y obtener licencia para comercializar las flores rojas con sus pétalos duros y puntiagudos como dedos.
En el proceso de domesticación le ayudó el biólogo Mateo Fernández.
Al principio, las flores de Carianil se vendían en el aeropuerto local, luego en la capital colombiana, Bogotá, a unos 700 kilómetros de distancia, y luego en lugares más lejanos.
En 2022, se envió la primera caja de flores de Inirida a China desde Colombia, uno de los principales productores y exportadores de flores del mundo.
‘Flores eternas’
Carianil dirige el negocio con su esposa Martha Toledo y sus hijos.
En una parcela de unas 20 hectáreas (49 acres), los cultivos de Inirida comparten espacio con una variedad de arbustos nativos e incluso un parche de bosque intacto.
Desde el aire, la finca se ve muy diferente de las plantaciones de flores que abundan en las regiones andinas de Colombia, con sus filas y filas de monocultivos, a menudo en invernaderos de plástico.
En la granja de Carianil están prohibidos los fertilizantes y pesticidas, y solo se utilizan métodos agrícolas indígenas.
“Cuando compras una flor de Inírida, te llevas un trocito de selva a casa”, afirma Toledo.
Llaman a la empresa “Liwi: Flores eternas” ya que los brotes conservan su forma años después de ser cortados, incluso cuando se secan.
Es esta longevidad la que inspiró la elección de la Inirida como logotipo de la 16ª reunión de la Conferencia de las Partes (COP16) del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
“Esta es una flor que nunca muere, sus pétalos nunca se deshacen. Esperamos que la COP16 en Colombia pueda ayudar al mundo a hacer las paces con la Naturaleza, para que podamos sostener y mantener la vida en el planeta para siempre”, afirma la ministra de Medio Ambiente, Susana Muhamad.
La flor es originaria del departamento de Guainía, al este de Colombia, del cual Inírida es la capital, y parte de la vecina Amazonia venezolana.