En Venezuela y el mundo las agricultoras son agentes de cambio positivo para sus entornos.


Por Brenda Ribeiro

Coordinadora del Programa Social Granitos de Esperanza


Desde el inicio de la historia las Mujeres han sido el impulso de la Agricultura, en sus espacios inmediatos se dedicaban a la recolección de frutos, semillas y granos, la compenetración con el entorno les permitió darse cuenta de que si una semilla caía al suelo, ésta germinaba, fue así como,  mientras los hombres salían de caza, ellas se encargaban de sembrar, cosechar y labrar los campos con el fin de obtener alimentos para la supervivencia.

Un dato importante es que en la segunda guerra mundial entre los años 1943 y 1945, se registró el movimiento  de 1.500.000  Mujeres a los campos agrícolas con el objetivo de poder contribuir en la producción de alimentos en tiempos difíciles.

Según el Banco Mundial, actualmente las Mujeres son casi la mitad de los agricultores del mundo, la agricultura familiar en su mayoría es realizada por Mujeres y son el nexo que vincula las explotaciones agrícolas con los comedores de los hogares, de acuerdo con la Food and Agriculture Organization (FAO)

Las Agricultoras, vienen demostrando que inciden de manera positiva en sus entornos como agentes de cambio, muestran capacidad de trabajar con mayor consciencia ecológica, enfrentan el cambio climático, son solidarias, contribuyen en el crecimiento de la economía local, trabajan por  la erradicación de la pobreza y promueven la educación en sus comunidades.

Sin embargo, los avances de la incorporación de la Mujer en los espacios de liderazgo y toma de decisiones siguen siendo pequeños cuando se contrastan con el total de Agricultoras a nivel mundial, ésta realidad debe cambiar.

En Venezuela por su parte, se puede decir que  hay un crecimiento de la participación del liderazgo de las Agricultoras en espacios de toma de decisiones en el sector privado, reduciéndose un poco la brecha de desigualdad, pero las limitaciones que enfrentan por la realidad de nuestro país siguen siendo muy grandes, desde falta de servicios públicos, gasoil para la siembra, cosecha y comercialización, la mayoría no son propietarias de las tierras que trabajan, no hay financiamiento, en resumen: no hay ningún apoyo real del Estado.

Es fundamental que existan en Venezuela políticas públicas dirigidas a las Agricultoras que contemplen: el convenio para que pasen de pisatarias a propietarias, formación, acceso a la información, tecnología, financiamiento para el emprendimiento y consolidación de la actividad, todo ello en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de la agenda 2030 de las Naciones Unidas (ONU) y con la posibilidad de enlazar organismos multilaterales que apoyan la superación de las Agricultoras en el mundo.

Soy una convencida y lo expreso en todos los escenarios posibles, de que debemos cambiar el modelo político actual y adentrarnos juntas en las reformas necesarias que dignifiquen la labor de las Agricultoras en el país, para avanzar hacia la igualdad y prosperidad.


Brenda Ribeiro es colaboradora destacada de Mundo Agropecuario

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