Durante siglos, el arado fue símbolo de progreso y abundancia.
Redacción Mundo Agropecuario
Las imágenes de campos recién surcados representaban la promesa de buenas cosechas y el dominio humano sobre la tierra. Sin embargo, a mediados del siglo XX, un grupo de científicos y agricultores descubrió que romper la tierra no siempre era sinónimo de productividad. Nacía así una de las revoluciones silenciosas más importantes del agro moderno: la siembra directa o agricultura sin labranza.
Un hallazgo que cambió la historia del trigo
El punto de partida fue casi accidental. En la década de 1940, los investigadores comenzaron a notar que los suelos agrícolas, especialmente en regiones cerealistas, perdían estructura, humedad y fertilidad con el paso de los años. El uso intensivo del arado generaba erosión, pérdida de materia orgánica y compactación. En el Reino Unido y Estados Unidos, los campos de trigo mostraban rendimientos cada vez más erráticos.
A finales de los años 1960, el científico Edward H. Faulkner —autor del libro Plowman’s Folly— propuso algo impensable para la época: dejar de arar. Su hipótesis era simple pero revolucionaria: si el suelo se mantenía cubierto y no se alteraba su estructura, la microbiota natural podría regenerarlo y mejorar la productividad.
En los años siguientes, múltiples universidades, desde Iowa hasta Rothamsted en Inglaterra, comenzaron experimentos de largo plazo. Los resultados fueron asombrosos: el trigo sembrado directamente sobre los restos de la cosecha anterior no solo crecía, sino que en muchos casos superaba en rendimiento al cultivado con labranza tradicional.
Los secretos de un suelo vivo
El éxito de la siembra directa se explica por un cambio de paradigma. En lugar de ver al suelo como un sustrato inerte, la agricultura sin labranza lo entiende como un ecosistema vivo. Las raíces, los hongos micorrícicos, las bacterias y los pequeños invertebrados trabajan de manera conjunta para crear una red que mejora la estructura y la retención de agua.
Con el tiempo, los campos bajo siembra directa presentan una mayor infiltración de lluvia, menos escorrentía y un mejor equilibrio de nutrientes. Además, los residuos de las cosechas actúan como una manta protectora contra la erosión del viento y el sol.
En regiones semiáridas, como partes del sur de España, Argentina o el Medio Oeste norteamericano, el método ha permitido mantener rendimientos estables incluso en años secos. En países como Brasil y Paraguay, el sistema se ha convertido en la base de una agricultura moderna y sostenible.
Innovación, ciencia y tecnología detrás del cambio
El trigo sin labranza no habría sido posible sin avances tecnológicos paralelos. El desarrollo de sembradoras de siembra directa, capaces de abrir surcos precisos sin remover el suelo, marcó un antes y un después. Asimismo, el control selectivo de malezas mediante herbicidas específicos permitió que el sistema funcionara sin depender del arado como método de control físico.
Hoy, la tendencia se orienta hacia la agricultura regenerativa, que combina la siembra directa con rotación de cultivos, cobertura vegetal y reducción drástica de agroquímicos. Incluso se experimenta con microbios y biopreparados naturales que reemplazan los insumos sintéticos.
En países como el Reino Unido, Australia y Canadá, las políticas públicas promueven prácticas de conservación del suelo, reconociendo que el modelo agrícola del futuro depende de restaurar la salud del suelo tanto como de incrementar la productividad.
Una revolución silenciosa en marcha
La agricultura sin labranza ha demostrado que la innovación no siempre significa complejidad. A veces, el cambio más profundo surge de una mirada distinta sobre lo que ya tenemos. Hoy más de 190 millones de hectáreas en el mundo se cultivan sin arado, y el trigo continúa siendo uno de los grandes beneficiarios.
La paradoja es poderosa: dejar de remover la tierra ha permitido que el suelo se regenere y produzca más. Lo que comenzó como un experimento marginal se ha convertido en una estrategia global de adaptación al cambio climático y de sostenibilidad agrícola.
Mientras algunos agricultores siguen dudando de su eficacia, la evidencia científica y los resultados de campo coinciden: el suelo, cuando se le permite respirar y regenerarse, recompensa con vida y abundancia.
Referencias
- Food and Agriculture Organization (FAO). “Conservation Agriculture Overview.” 2024.
- Rothamsted Research, UK. “Long-term No-Tillage Experiments and Soil Health.” 2023.
- CIMMYT. “Siembra directa y conservación del suelo en cultivos de trigo.” 2022.
- Agricultural Systems Journal, Vol. 214, 2024: “Impacts of No-Tillage Systems on Wheat Productivity.”
