Al igual que los animales, las plantas también son afectadas por enfermedades provocadas por microorganismos (virus, bacterias, hongos, etc.).
Jorge Poveda Arias, Universidad de Valladolid
Existen patógenos especializados en “hacer daño” a los tejidos vegetales, al mismo tiempo que son inocuos para los humanos.
Un ejemplo, aunque parezca difícil de imaginar, es la rabia que afecta a las plantas de garbanzo, que nada tiene que ver con la enfermedad vírica que afecta a los animales.
El garbanzo, con nombre científico Cicer arietinum, es la segunda leguminosa más producida del mundo (> 18 millones de toneladas), por detrás de las judías o alubias.
A nivel nutricional, es una importante fuente de proteínas asimilables (23-28 % de su peso) y fibra (18-22 % de su peso), además de ácidos grasos beneficiosos (oleicos y linoleicos), minerales (calcio, magnesio, fósforo y potasio) y vitaminas (A y Bs). Por lo tanto, representa un cultivo muy importante en todo el mundo, tanto a nivel económico como para la dieta de muchas poblaciones.
Dentro de la gran variedad de garbanzos disponibles en el mercado, las Indicaciones Geográficas Protegidas (IGPs) destacan por su excepcional calidad. Como ejemplo de ellas, podemos encontrar la IGP Garbanzo de Fuentesaúco, producida al sureste de la provincia de Zamora (Castilla y León, España).
Aunque no es una leguminosa muy productiva, tiene una extraordinaria calidad culinaria, reconocida mundialmente por su gran tamaño, textura y sabor.
Legumbres rabiosas
Una vez presentada “la víctima”, hablemos de su “asesino”. Si hablamos de la rabia, todo el mundo pensaría que nos estamos refiriendo a esa terrible enfermedad vírica que ataca al cerebro de los animales, provoca comportamientos violentos (como morder) y finaliza con la muerte del afectado.
Sin embargo, el virus del animal no ataca a las plantas, por lo que nos referimos a otra enfermedad muy distinta. Ascochyta rabiei (o Didymella rabiei) es el nombre científico con el que se conoce al hongo que provoca la rabia de los garbanzos, una enfermedad muy agresiva y que está ampliamente distribuida por todo el mundo.
Las esporas de este hongo son transportadas por el viento o la lluvia hasta que se depositan en la superficie de la planta. Allí germinan y el hongo penetra los tejidos del hospedador, provocando lesiones negras circulares necróticas (de tejido muerto), principalmente en hojas y tallos.
Cuando la lesión es muy agresiva, se produce la defoliación (caída de las hojas) de la planta y su muerte por estrangulamiento. Además, si la planta llega a formar semillas, el hongo patógeno las coloniza, pasando la enfermedad a la próxima generación.
Actualmente, el control de esta infección es muy difícil, debido a la inexistencia de garbanzos resistentes y la ineficacia de los fungicidas químicos. Por ello, las estrategias de control biológico pueden representar una solución al problema.
Hongos para mantener a raya al invasor
Uno de los agentes de control biológico que se están utilizando de forma exitosa contra diferentes enfermedades agrícolas es Trichoderma, género de hongos filamentosos muy beneficiosos.
Estos colonizan las raíces de las plantas y las ayudan a combatir a los patógenos, por ejemplo, “comiéndoselos” directamente, produciendo compuestos antimicrobianos (antibióticos y antifúngicos) o compitiendo por el espacio y los nutrientes presentes en el suelo.
Además, al colonizar las raíces de las plantas, Trichoderma es reconocido por su “casera”, lo que provoca la activación de las defensas vegetales en todos sus tejidos. Por lo tanto, actúa como una “vacuna vegetal”.
Conociendo la enfermedad que afecta a este cultivo, junto con las posibilidades que presenta Trichoderma, el grupo de investigación de la Universidad de Valladolid Agrobiotech, junto con investigadores de la Misión Biológica de Galicia (CSIC), han desarrollado un trabajo en el que se han “vacunado” plantas de garbanzo de Fuentesaúco (IGP).
En esta investigación, que acaba de ser publicada en la revista científica Biological Control, se utilizaron diferentes especies de Trichoderma para determinar cuál era capaz de activar las defensas de las plantas de garbanzo e inhibir el crecimiento del patógeno.
Tras diversos experimentos, se identificó la especie Trichoderma harzianum como la más eficaz. Posteriormente, semillas de garbanzo fueron bañadas con esporas de este hongo beneficioso, mediante un recubrimiento con goma arábiga.
Las semillas fueron sembradas en macetas con suelo recogido en campos de cultivo de Fuentesaúco, donde se conocía de la presencia del patógeno. Una vez crecidas las plantas, se infectaron artificialmente con el patógeno.
Así, se pudo demostrar cómo Trichoderma harzianum actúa como una “vacuna” contra la rabia del garbanzo. Finalmente, gracias a técnicas de hormonómica y metabolómica, se identificó cómo funciona este nuevo aliado a la hora de proteger a las plantas de la infección.
En la fase actual, se están realizando ensayos de campo junto con los agricultores de la IGP Garbanzo de Fuentesaúco, para determinar la verdadera efectividad de esta herramienta biotecnológica en condiciones reales del cultivo.
Controlar de forma eficaz la enfermedad supondrá una mejora importante para esta actividad agrícola, aplicable a los cultivos de garbanzo de todo el mundo.
Jorge Poveda Arias, Profesor Ayudante Doctor. Departamento de Producción Vegetal y Recursos Forestales. Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia, Universidad de Valladolid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.