Así plantean los partidos sus estrategias agrícolas de cara a las elecciones europeas


La agricultura es uno de los sectores más afectados por las decisiones que se adoptan en la UE y, por tanto, de los que más interés deberían tener en las elecciones europeas del 9 de junio.


Eduardo Moyano Estrada, Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA – CSIC)


Al sector agrario va dirigida la más importante política común europea (PAC), que destina cada año a España casi 7.000 millones de euros, beneficiando a unos 650.000 agricultores. Gracias a la PAC, alrededor de un tercio de la renta agraria está garantizada. Sin ella, muchas pequeñas y medianas explotaciones habrían desaparecido hace tiempo.

Sin embargo, los agricultores siempre han tenido con la PAC una relación de amor-odio: la necesitan por la ayuda económica que les proporciona, pero la rechazan por los inevitables controles burocráticos que implica. Por ello han protagonizado movilizaciones de protesta, expresando su malestar ante un horizonte siempre incierto y su escepticismo crónico sobre la capacidad de la política para resolver sus problemas.

Ese sentimiento se ve cada vez más contaminado por factores que son percibidos, con o sin razón, como amenazas externas al sector (Pacto Verde, Agenda 2030, globalización…) tal como se vio en las proclamas esgrimidas en las tractoradas del pasado invierno. Fueron unas movilizaciones intensificadas por los efectos de la sequía y la guerra de Ucrania, y se prolongaron más de lo habitual ante la expectativa de las elecciones europeas.

Iban dirigidas de modo expreso contra Bruselas y contra una PAC que, en opinión de no pocos grupos agricultores, ha perdido su esencia productivista originaria en favor de intereses ajenos (ecologistas, consumidores, industrias, empresas de la gran distribución, activistas del bienestar animal…) La demanda de reorientar la PAC a sus principios iniciales fue una de las reivindicaciones de aquella protesta, y es, para estos grupos, uno de los temas centrales en la actual coyuntura electoral.

Los temas agrarios en la agenda política

Un modo de comprobar si los problemas de la agricultura verdaderamente importan en las próximas elecciones europeas es ver si los temas agrarios están presentes en los debates de la campaña electoral y si tienen un espacio destacado en los discursos y programas de los partidos políticos.

Respecto a los debates, en esta campaña se están planteando asuntos relativos a la agricultura con mayor intensidad que en otras elecciones, como la simplificación de la PAC, las ayudas directas, los intercambios comerciales, la cadena alimentaria, las exigencias ambientales, el relevo generacional… Estos asuntos impregnan, además, los programas electorales como nunca antes había ocurrido, influidos, sin duda, por el impacto social y político que tuvieron las pasadas movilizaciones agrarias.

Incluso, en algunos países, como Holanda, se presenta un partido agrario a las elecciones europeas (el Movimiento Campesino-Ciudadano, BBB) que, al concentrar el voto de muchos agricultores (en su caso, ganaderos), tiene muchas posibilidades de obtener suficientes escaños como para hacer valer su presencia en el Parlamento a la hora de formarse las mayorías.

Esto no ocurre, sin embargo, en otros países como España, donde el voto agrícola suele distribuirse entre las diversas opciones políticas, reflejando la heterogeneidad interna de un sector agrario que poco tiene que ver con la imagen homogénea y corporativista que a veces se le quiere atribuir.

Diversidad de discursos agrarios

Los programas de los partidos políticos que concurren a las elecciones europeas presentan una gran diversidad en sus discursos sobre la agricultura, unos discursos que no siempre coinciden con los de las OPAs (organizaciones profesionales agrarias). Aunque pueden encontrarse elementos comunes a todos ellos, hay suficientes diferencias como para ordenar el marco discursivo a lo largo de un continuo, en uno de cuyos polos predominan las ideas del “ruralismo” y en el otro las del “ecologismo”. En ese marco, y utilizando una metodología de tipos-ideales, cabe distinguir cuatro grandes discursos, tomando como referencia empírica el caso español y los partidos más relevantes a escala nacional a la luz de los últimos sondeos demoscópicos.

Ruralismo corporativista

Encarnado por Vox, y situado en uno de los polos del continuo, este discurso integra lo agrario en lo rural hasta el punto de quedar aquél subsumido en éste. Es un discurso más ruralista que agrario, frentista y defensivo, de repliegue corporativista ante todo lo que, en su opinión, amenaza los valores esenciales de la sociedad rural entendida como pilar básico de nuestra identidad.

Destaca entre esos valores la agricultura y la ganadería como ejes vertebradores y exalta actividades como la caza o el libre uso de los espacios forestales.

En consonancia con ello, el discurso ruralista preconiza la eliminación de todo lo que interfiera el desarrollo de esas actividades, denunciando la deriva ambientalista de una PAC dominada por la influencia del Pacto Verde y la Agenda 2030. En consecuencia, niega el problema del cambio climático, que, en su opinión, respondería a la hegemonía globalista de las élites económicas y culturales.

Asimismo, rechaza las bondades del comercio internacional por entender que supone una competencia desleal a los productores europeos y una amenaza a la soberanía alimentaria de las naciones, propugnando la derogación de los grandes acuerdos de la UE con terceros países y un aumento del control en frontera de las importaciones agrícolas.

Agroecologismo

En el otro polo se situaría el discurso que encarnan Sumar y Podemos y que podría calificarse de “agroecologismo”, por cuanto que lo agrario es subsumido en una visión más amplia y holística de los ecosistemas. Es un discurso también frentista, pero en otra dirección, abogando por frenar el avance desbocado del complejo agroquímico, en tanto ariete de las transnacionales de las semillas, los fertilizantes y los pesticidas y, en su opinión, máximo responsable de las emisiones de gases que provocan el cambio climático.

Asimismo, se opone a la presencia de los fondos de inversión en el territorio rural (tanto en la producción agraria, como en la producción de energía) por sus efectos negativos sobre el medio ambiente y por lo que suponen de amenaza para el modelo familiar de agricultura. Propone, además, intervenir en el mercado alimentario para frenar el dominio de la gran distribución y apoya modelos inspirados en la agroecología (circuitos cortos, producción ecológica, agricultura regenerativa…)

Este discurso impulsa nuevas alianzas entre ecologistas, consumidores y pequeños productores agrícolas para darle un giro copernicano a la PAC en la dirección de una mayor sostenibilidad, enlazando así con los movimientos que propugnan “otra PAC” (más ecológica, más social y menos dependiente de los grandes grupos económicos).

Agrarismo tecnocrático

En posiciones intermedias estaría el discurso del “agrarismo tecnocrático”, encarnado por el PP y equidistante tanto del ruralismo, como del ecologismo. Plantea la necesidad de aprovechar al máximo el avance científico y tecnológico (digitalización, biotecnología, robótica, inteligencia artificial…) para avanzar sin límites en el desarrollo competitivo de la agricultura desplegando todo su potencial. No niega el cambio climático, pero confía en la ciencia y la tecnología para solucionarlo, por lo que sólo apoya un paquete mínimo de condicionalidades ambientales y siempre que esté bien justificado.

El presidente del Partido Popular Alberto Nuñez Feijoo en una explotación agraria en Galicia. Partido Popular, CC BY-SA

En consonancia con ello, apuesta por mantener el Pacto Verde, pero siempre que se flexibilice su aplicación y se valore previamente su impacto en la agricultura, de modo que no ponga en riesgo la viabilidad económica de las explotaciones agrarias (por ello, pide una suspensión temporal de las estrategias de dicho Pacto y las normativas ambientales).

Respecto a la PAC, aboga por una recuperación de las orientaciones productivas que estuvieron en el origen de esta política, considerando que debe actuar no como un freno al desarrollo, sino como un elemento impulsor de la producción agraria (sobre todo, el regadío) en toda su amplia variedad de modelos (familiar, empresarial, cooperativa, extensiva, intensiva…) y en un escenario de mercados abiertos.

Agrarismo reformista

También en posición intermedia, aunque con una visión reformista, este discurso, encarnado en el PSOE, aboga por la integración de los temas agrarios, rurales y ecológicos en el marco de una PAC renovada sobre la base del Pacto Verde, así como por nuevas alianzas entre agricultores, industrias, consumidores y empresas de distribución, con una visión de cadena alimentaria.

Es, además, sensible a los temas asociados al cambio climático y la transición ecológica por considerar que los agricultores son los primeros afectados por ello, apelando a su participación. Pero, a diferencia del discurso del PP, el de los socialistas, que ha orientado la gestión del Ministerio de Agricultura desde 2018, entiende que la ciencia y la tecnología, siendo necesarias, no son suficientes para afrontar los retos de la agricultura.

Por eso, propugna regular los grandes modelos intensivos (por ejemplo, las macrogranjas), limitar la expansión del regadío, mejorar la posición de los productores en la cadena alimentaria, regular los intercambios comerciales (cláusulas espejo), promover el relevo generacional e impulsar fórmulas asociativas eficientes en el área de la producción.

Finalmente, propugna incentivar modelos agrícolas de base familiar y territorial para preservar el dinamismo del mundo rural.

Teresa Ribera, candidata del PSOE a las elecciones europeas, en un mitin. PSOE / Flickr, CC BY-NC-ND

Variedad de estrategias

Más allá de las diferencias en los discursos, se aprecian también elementos distintivos en las estrategias electorales de los partidos políticos respecto a la agricultura y el mundo rural.

Vox enarbola sin rubor la bandera negacionista y convierte sus mítines y podcasts de campaña en un clamor contra lo que considera el mal globalista encarnado en la Agenda 2030, y que, en su opinión, estaría en la base de la destrucción de presas, las normas sobre restauración de la naturaleza, el bienestar animal o la conservación del lobo. Hay en la campaña de Vox una mística ruralista dirigida al electorado con mensajes de carácter emocional.

Por su parte, el PP desarrolla una estrategia más racional y posibilista, de claros tintes agraristas (no en vano la número dos de su candidatura es la consejera de Agricultura de la Junta de Andalucía). Eso se ve en los mítines de este partido, algunos de ellos con paisajes agrarios y rurales de fondo, donde se muestran modelos agrícolas de avanzada tecnología.

El PSOE apuesta por una estrategia también racional, pero menos agrarista (liderada por la actual ministra de Transición Ecológica), integrando lo agrario en las cuestiones ambientales y usando en sus actos electorales escenarios con parques eólicos de fondo como señal de la transición hacia una economía verde en la que los agricultores deben implicarse.

Finalmente, Sumar y Podemos apenas se dejan ver en escenarios agrarios y rurales, apostando más por paisajes urbanos en los que priorizan temas asociados a la igualdad, los derechos sociales, la ciudadanía alimentaria, el decrecimiento económico o la ecología, e intercalando en ellos los temas agrarios bajo el prisma de la agroecología.

Reflexiones finales

Los temas agrarios han tenido mayor presencia en estas elecciones europeas que en anteriores comicios debido, sin duda, a la influencia de las pasadas movilizaciones de protesta.

No obstante, esa presencia no debe ocultar la realidad de la pérdida de agricultores en el conjunto de la sociedad española, y también en la de otros países de la UE. La población agraria en España no llega al millón de agricultores y es hoy un tercio de la que había al comienzo de la transición democrática. Ello podría explicar su bajo peso electoral, más aún en una agricultura tan diversa como la española en la que el voto de los agricultores no se agrupa en un sentido corporativo y unitario, sino que se distribuye, como el de los demás electores, entre las distintas opciones políticas.

Eduardo Moyano Estrada, Profesor Investigación jubilado del CSIC Área Sociología., Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA – CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.