La historia evolutiva de un cultivo esencial
🖋️ Redacción Mundo Agropecuario
La papa, ese alimento que sostiene la dieta de millones de personas, tiene un pasado más antiguo y fascinante de lo que se pensaba. Un nuevo estudio revela que este tubérculo, junto con el tomate, desciende de un ancestro común que vivió hace aproximadamente nueve millones de años en Sudamérica. Este hallazgo no solo reescribe parte de la historia botánica del continente, sino que también ofrece claves valiosas para el futuro de la agricultura.
La investigación, desarrollada por un equipo internacional de botánicos y genetistas, reconstruyó la evolución del género Solanum, al que pertenecen tanto la papa (Solanum tuberosum) como el tomate (Solanum lycopersicum). Gracias al uso de secuenciación genética avanzada y modelos de datación molecular, los científicos lograron estimar que la separación entre ambas especies ocurrió durante el Mioceno, un periodo marcado por grandes cambios climáticos y geográficos en la cordillera de los Andes.

La montaña que moldeó la evolución
El levantamiento de los Andes fue un factor determinante en esta historia. A medida que las montañas se elevaron, los ecosistemas se diversificaron y las condiciones ambientales cambiaron radicalmente. Las especies ancestrales del género Solanum comenzaron a adaptarse: algunas evolucionaron hacia formas que aprovecharon los suelos fríos y húmedos de las alturas —de ahí surgirían las papas—, mientras que otras prosperaron en zonas más cálidas y secas, dando origen al linaje del tomate.
De acuerdo con los autores del estudio, este proceso de “especiación geográfica” explica por qué ambos cultivos, aunque emparentados, desarrollaron adaptaciones tan distintas. La papa formó tubérculos subterráneos para almacenar energía y sobrevivir en ambientes extremos, mientras que el tomate apostó por frutos carnosos y coloridos para atraer dispersores y colonizar nuevos hábitats.
Un pasado que guía el futuro
Comprender esta historia evolutiva tiene implicaciones prácticas. Los investigadores destacan que conocer los genes que permitieron a las papas primitivas resistir la sequía o el frío podría ser clave para desarrollar variedades más resistentes al cambio climático actual. En un contexto donde la seguridad alimentaria global enfrenta desafíos crecientes, rescatar la información genética del pasado es una estrategia tan científica como estratégica.
Además, los resultados muestran que muchas especies silvestres de Solanum aún conservan rasgos valiosos —como resistencia a plagas o tolerancia a suelos pobres— que podrían incorporarse mediante mejoramiento genético moderno. “Entender el pasado no es un ejercicio académico, es un mapa hacia el futuro de los cultivos”, afirmaron los autores del estudio.
Sudamérica, cuna de diversidad
El hallazgo también reafirma el papel de Sudamérica, especialmente de los Andes, como epicentro de biodiversidad agrícola mundial. Desde Ecuador y Perú hasta Bolivia y el norte de Chile, esta región ha sido laboratorio natural de domesticación y evolución. Allí surgieron las primeras papas cultivadas hace unos 8.000 años por comunidades indígenas que supieron seleccionar las variedades más productivas y sabrosas.
Hoy, más de 4.000 tipos de papa siguen cultivándose en los Andes, y muchos conservan rasgos genéticos que se remontan a aquellas especies ancestrales. Para los científicos, este patrimonio genético es un recordatorio de que la modernidad agrícola no debe olvidar sus raíces.
Una historia compartida
El estudio propone una visión integradora de los cultivos del género Solanum: no como especies aisladas, sino como ramas de un mismo árbol evolutivo. La papa y el tomate, que hoy representan pilares de la alimentación global, son producto de una misma línea que la naturaleza bifurcó hace millones de años, pero que la ciencia vuelve a unir a través del conocimiento.
“En la diversidad está la fuerza”, dice un viejo refrán campesino que, en este caso, la genética moderna confirma. Las papas que hoy alimentan a comunidades andinas y los tomates que crecen en los invernaderos del mundo comparten un mismo pasado. Entenderlo no solo amplía la curiosidad científica: también fortalece las raíces de la agricultura del mañana.
Referencias
- Scientific American. (2025). How the Potato Got Its Start—Nine Million Years Ago, Thanks to a Tomato.
- Universidad de Wisconsin-Madison. Laboratorio de Genética Evolutiva Vegetal.
- Journal of Systematic Botany (2025). Evolutionary divergence in Solanum species during the Miocene Andes uplift.
