Los frecuentes incendios forestales y la expansión agrícola están deteriorando la salud del suelo en la Amazonia meridional brasileña.
por la FAPESP
Esto provoca daños permanentes en las reservas de carbono (C) y nitrógeno (N), así como en la funcionalidad general de los suelos del ecosistema. Estos hallazgos se presentan en un estudio realizado por investigadores de Brasil, Estados Unidos y el Reino Unido en la Estación de Investigación Tanguro, ubicada en la zona de transición entre la selva amazónica y el Cerrado (bioma similar a la sabana brasileña), en el Arco Amazónico de Deforestación.
“Hablamos de un incendio que no es natural. En el Arco de Deforestación, los incendios récord son resultado de una combinación de expansión agrícola y ganadera, degradación de los bosques nativos vecinos y sequías prolongadas causadas por el cambio climático, todo ello promovido por la acción humana”, afirma el investigador Mário Lucas Medeiros Naval, autor principal del estudio.
«Nuestro trabajo muestra cómo estos incendios sucesivos tienen un impacto a largo plazo en la materia orgánica y otros atributos esenciales del suelo y cómo esto se compara con la agricultura en la región», comenta.
El estudio, publicado en la revista CATENA , analizó los efectos de la conversión forestal a la agricultura y la frecuencia de quemas sobre la materia orgánica del suelo, así como diversos indicadores físicos y químicos de la salud del suelo. Los investigadores compararon cuatro escenarios: un bosque intacto, un bosque quemado anualmente, un bosque quemado cada tres años y un área convertida a la agricultura mediante un sistema de labranza cero con rotación de cultivos.
«Nuestros resultados muestran una disminución del 17 % en las reservas de carbono del suelo con la quema anual, del 19 % con la quema trienal y del 38 % con la conversión agrícola», afirma Naval. «Incluso cuando la agricultura adopta buenas prácticas, como la rotación de cultivos y los cultivos de cobertura, sigue generando pérdidas de carbono del suelo más graves que los incendios en los bosques nativos».
El investigador explica que la zona estudiada es un bosque de transición similar al Cerrado (una formación forestal pobre en biodiversidad), con árboles de una altura promedio de 20 metros. «No es tan alto como el bosque del centro de la Amazonia, pero tampoco es Cerrado en sentido estricto. Y es precisamente en esta región donde la frontera agrícola ha avanzado más, principalmente con la soja», afirma.
La investigación se llevó a cabo en un área experimental de 150 hectáreas gestionada por el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM), dentro de la reserva legal de una propiedad privada donde se ubica la Estación de Investigación Tanguro. «Tuvimos acceso a una amplia área de 50 hectáreas para cada tipo de tratamiento, lo que nos permitió obtener una muestra representativa», señala el investigador.
Un aspecto importante del estudio es que evaluamos los suelos nueve años después de la última quema. Incluso con el tiempo de recuperación del bosque, las reservas de carbono y nitrógeno se redujeron significativamente, añade.
Según Naval, estas pérdidas comprometen propiedades esenciales dados los múltiples beneficios de la materia orgánica para diversos indicadores de la salud del suelo. «Por ejemplo, nuestros resultados muestran que, al reducir las reservas de carbono, se pierde gran parte de la capacidad de intercambio catiónico (CIC, una de las formas de medir la capacidad de retención de nutrientes del suelo)», explica el investigador.
Así, el estudio también reveló impactos en otros indicadores físicos y químicos, demostrando una degradación más amplia de la salud del suelo .
La investigación mostró que la pérdida de carbono total (la suma del carbono almacenado en la biomasa aérea y en el suelo) alcanzó el 33 % con la quema anual y el 48 % con la quema trienal. «Esto demuestra que, desde la perspectiva del ecosistema en su conjunto, la frecuencia de los incendios tiene un impacto diferenciado, aunque la diferencia estadística entre ambos regímenes no fue significativa en el suelo», explica.
A diferencia del Cerrado, donde el fuego es natural para el ecosistema y cumple una función ecológica, en la Amazonía hablamos de un elemento exógeno e inducido por los cambios en el uso del suelo, no de quemas naturales. Quemar la selva amazónica significa interferir con un entorno que no está adaptado al fuego, resume Naval.
Los autores recomiendan adoptar políticas que contengan la frontera agrícola, prevengan los incendios forestales e implementen sistemas agrícolas con mayor biodiversidad, como la agroforestería. Argumentan que estas prácticas almacenan cantidades significativas de carbono, crucial para la estabilidad climática global, y mantienen la salud de los suelos amazónicos.
“La búsqueda de alternativas al modelo convencional de producción agrícola es esencial no solo para la preservación del medio ambiente, al prevenir nuevos incendios, sino también para garantizar la seguridad alimentaria de la población”, explica el investigador Plínio Barbosa de Camargo, uno de los coordinadores del estudio.
El trabajo forma parte del proyecto internacional Amazon PyroCarbon. La iniciativa, coordinada por Camargo y Ted Feldpausch de la Universidad de Exeter, estudia el impacto de los incendios en diferentes regiones de la Amazonía.
«Este trabajo en la Estación de Investigación Tanguro es solo parte de una iniciativa más amplia que está mapeando cómo el fuego afecta los suelos amazónicos en varios puntos del bioma», dice Naval, actualmente estudiante de maestría en el Centro de Energía Nuclear en Agricultura (CENA-USP).
Más información: Mario Lucas Medeiros Naval et al., Impactos de los incendios forestales recurrentes y la agricultura en la materia orgánica y la salud del suelo en el sur de la Amazonia, CATENA (2025). DOI: 10.1016/j.catena.2025.108924
