Sin una adecuada estrategia y el uso de especies exòticas, Venezuela no logrará un importante desarrollo acuícola.


Germán Robaina G.

robainag@gmail.com


La necesidad de buscar alternativas para la alimentación de la enorme población mundial ha generado que el ingenio humano busque fuentes de proteína a bajo costo y tecnologías de alta capacidad productiva.

El crecimiento poblacional en el mundo es exponencial, y ha requerido de una mayor extracción de recursos marinos y la aplicación de tecnologías productivas innovadoras para garantizar la generación de alimento como estrategia para garantizar la supervivencia del ser humano.

Gran parte de la alimentación humana y animal dependen en gran medida de la extracción de esos productos pesqueros, sin embargo, estos recursos no son infinitos y en la actualidad están fuertemente afectados por la contaminación ambiental, la sobreexplotación y su subutilización, el agotamiento y/o lenta recuperación de las poblaciones que muchas especies presentan, y los cada vez más elevados costos de extracción.

Todo esto ha provocado el resquebrajamiento de muchos procesos productivos agropecuarios, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria del planeta, y aunque la ciencia y tecnología contribuyen con el desarrollo de explotaciones animales cada vez más intensivas, hasta la fecha hemos sido incapaces de cubrir la demanda alimentaria suscitada por el incremento poblacional.

Venezuela no es ajena a esta realidad…

Para generar la suficiente cantidad de alimento que nuestro país reclama, requerimos diversificar y mejorar volúmenes de producción tanto en el campo agrícola como en el pecuario, y entre estos, procesos de producción acuícola que han demostrado ser exitosos, sostenibles y sustentables bajo las condiciones imperantes.

Sin embargo, como citara un reconocido investigador del área, en nuestro país el desarrollo de la actividad acuícola puede ser considerada como una misión imposible, a pesar de los esfuerzos de muchos investigadores y emprendedores y a la existencia de abundantes recursos económicos, institucionales, hídricos y humanos.

Ahora bien, conociendo las necesidades de proteína y energía que requiere nuestra población, es totalmente factible para el país diseñar y desarrollar alternativas de producción acuícola para cada una de sus regiones o estados que permitan el adecuado aprovechamiento de su realidad ambiental y social, ayudando a producir alimentos que contribuyan a palear el hambre, la desnutrición, generen empleos, desarrollo y las preciadas divisas, pero para que esto ocurra, se requieren acciones y estrategias que permita el desarrollo integral de la actividad, con propuestas adecuadamente hilvanadas que ofrezcan seguridad política, social y económica para los inversionistas, no acciones de puro tinte politiquero ni populistas.

Para muchos especialistas, la acuicultura es la alternativa más viable para el suministro masivo de proteína animal altamente digerible (90 al 100%) de excelente calidad y con altos contenidos de ácidos grasos poliinsaturados beneficiosos para la alimentación humana, que además de ser una adecuada fuente de energía, se incorporan a las membranas celulares, e intervienen en los procesos de la coagulación de la sangre, la respuesta inflamatoria e inmunológica, y en especial sobre la salud cardiovascular,  ya que contiene menores niveles de colesterol en comparación con la carne de cerdo y res (menor en 40 mg por cada 100 gramos de materia comestible).

De las 20,000 especies conocidas en los hábitats acuáticos de nuestro planeta, aproximadamente 1,500 especies cumplen con las características fundamentales para que puedan ser cultivadas, y aunque gracias a sus riquezas naturales y su excepcional ubicación geográfica nuestro país posee una gran cantidad de especies autóctonas de elevado potencial, su cultivo masivo no ha sido adecuadamente desarrollado ni fomentado bajo un gran conjunto de excusas, circunstancias, justificaciones y errores.

Aunque data de los años 50, la actividad piscícola venezolana como tal es una industria relativamente nueva y con mucho potencial en la producción de alimentos de alta calidad nutritiva que no ha contado con un adecuado liderazgo ni con una adecuada visón estratégica de parte de los organismos competentes para aprovechar este enorme potencial, y durante muchas décadas, a pesar de las múltiples recomendaciones, seleccionaron el difícil camino de tratar de potenciar su desarrollo únicamente con el cultivo de especies autóctonas.

Esta loable iniciativa, si bien puede habernos generado una desproporcionada protección ambiental, también ha contribuido a generar una gran crisis alimentaria y un marcado déficit nutricional.

¿Qué pasaría en Chile, Colombia, Brasil, Honduras, Costa Rica y Ecuador, por solo citar algunos países, si se prohibiera el cultivo de especies exóticas? ¿Cuál sería su nivel de producción acuícola actual de cada uno de esos países? ¿Como cambiaría su PIB? ¿Cuál sería su consumo per cápita de productos pesqueros de sus habitantes?  

¿Porque Costa Rica, país de reconocidos estándares de protección ambiental si logra un adecuado balance entre el conservacionismo y la producción piscícola?

¿Será que existe algún grado de hipocresía en alguno de los dos países, o los niveles de conservacionismo de Costa Rica, por solo citar un ejemplo, resultan ser una farsa?

Venezuela posee un adecuado clima en prácticamente toda su geografía (mapa), y posee abundantes recursos hídricos (mapa) potencialmente útiles para desarrollar actividades acuaculturales, tanto marinas como continentales, que deberían haber favorecido la masificación y diversificación de la producción piscícola en el territorio, incrementando año a año el volumen de su producción, pero, aunque numerosos investigadores han realizado estudios sobre diversidad íctica y manejo de cuencas (calidad y cantidad agua), sincronización de los ciclos reproductivos, requerimientos alimenticios, etc., lo cierto es que desde el punto de vista productivo, muy poco se ha logrado con ello.

Por otra parte, el aprovechamiento de los recursos hídricos existentes en el país, sus condiciones climáticas y el fracaso de los paquetes tecnológicos formulados para algunas especies autóctonas, motivaron que a lo largo de los años algunos visionarios intentaran como alternativa la producción masiva de biomasa a partir de especies foráneas, para lo cual se introdujeron en nuestro territorio especies como la trucha, camarones marinos, tilapia, camarón de río, esturiones, carpas, macroalgas, etc., muchas de las cuales han demostrado enorme potencial, docilidad, adaptación a las condiciones ambientales existentes, disponibilidad de la tecnología de cultivo requerida, excelente presentación, calidad y demanda en el mercado nacional e internacional, pero que han contado con una recia obstaculización por parte del sector ambientalista nacional.

Convencidos estamos que la situación alimentaria nacional y mundial ha cambiado. Que las deficiencias alimentarias y nutricionales superan con creces la producción de alimentos asequibles a gran parte de la población. Que la productividad del sector pesquero mundial cae ante la del sector acuícola (40 – 60%), y que poseemos un sector ultra conservacionista empeñado en limitar todo desarrollo acuícola en algunos ambientes y/o con especies exóticas ya presentes en el territorio (tilapias), aun a la vista de las nuevas y efectivas tecnologías existentes para garantizarles la preservación del medio ambiente.

Muestra de ello pudiera ser que las pocas especies de este grupo cuyo cultivo se ha logrado desarrollar, representan hoy por hoy, más del 93% de la producción acuícola nacional (90% solo en camarones en una industria que con estrategias poco ortodoxas, sobrevivió los embates de los conservacionistas y la ola de expropiaciones que sufriera el país hace pocos años).

Así, tal como citáramos en un documento presentado en un congreso internacional hace ya más de 30 años, “estos señores (ultra conservacionistas) … ni siquiera se imaginan el grave daño que le provocan al país obstaculizando el desarrollo de la actividad piscícola como actividad generadora de desarrollo, empleo y un significativo volumen de alimento para el país”.

El tiempo parece habernos dado la razón, y el Efecto Cobra de estas desacertadas decisiones, no solo han impedido el cultivo masivo de muchas especies “exóticas” sino que también parece haber desestimulando el desarrollo de la piscicultura con algunas especies autóctonas que han resultado exitosas en otros países latinoamericanos. La piscicultura “exótica” tan solo se realiza de manera ilegal y clandestina, limitando así su potencial crecimiento y expansión.

Mientras que América Latina como un todo ha experimentado en los últimos 30 años el mayor crecimiento de producción acuícola en el mundo, en nuestro país, a pesar tener altos niveles de subalimentación, elevados niveles de desnutrición, disponibilidad de recursos hídricos de calidad, especies de gran potencial productivo y las tecnologías requeridas para la generación de biomasa alimentaria de la mejor calidad, la producción piscícola es prácticamente nula.

Nuestro país posee especies autóctonas y exóticas aptas para su cultivo a todo lo largo y ancho de su geografía. En la región andina, a partir de los 1500 msnm, es totalmente posible potenciar y masificar el cultivo de trucha arco iris, con un potencial que estimamos no menor a 10.000 tm/año. En la región subtropical, entre los 0 y 1.500 msnm el cultivo de especies como las cachamas, carpas, tilapias, bagres y bocachicos, entre otros, es totalmente factible, faltando solo un poco de liderazgo, seriedad, voluntad y ayuda para concretar su desarrollo (entre 150.000 y 200.000 tm/año como mínimo), mientras que en las zonas tropicales y marino costeras encontramos un enorme potencial para el cultivo del camarón marino (Penaeus vannamei y P. monodon), las tilapias, los camarones paleomónidos y numerosos peces marinos tales como las paguaras, pámpanos, cobia, pargos y meros, cuyas tecnologías ya se aplican exitosamente en otros países y con un potencial estimado no menor a las 100.000 tm/año sólo en peces.

Y no, después de 50 años de exageradas limitaciones, no estamos abogando por un libertinaje ambientalista, pero si por una revisión y flexibilización de la normativa vigente a niveles más tolerables y compatibles con el desarrollo y el hambre. A niveles más blandengues similares a los aplicados a otros sectores.

Finalmente, para dejar algo bien en claro, aunque para muchos los cultivos que se desarrollen con especies exóticas, los elevados niveles de intensidad y el aumento de los volúmenes de producción “pudieran” poner en riesgo los recursos genéticos de las poblaciones autóctonas, les informamos que es ya bien conocida y demostrada la existencia de tecnologías que evitan por completo estos riesgos, motivo por el cual no se requiere recurrir a esa falsos principios para negar las correspondientes autorizaciones.

Convencido estamos que la generación de alimento debe ser una de las grandes prioridades del gobierno nacional, regional, estadal y local, y que el sector productivo nacional e internacional se encuentra a la espera de adecuadas políticas y decisiones para involucrarse en ello y hasta para absorber gran parte de nuestra producción.

Seguir negándose al uso de especies exóticas ya presentes en el territorio nacional (truchas, tilapias, camarones de río, carpas, etc.), tan solo permitirá correr la arruga del hambre, la desnutrición y el desaprovechamiento de las potencialidades piscícolas del país.

Afortunadamente, grandes detractores ya lo han reconocido, y hoy por hoy se dedican a promover su cultivo.

Ante todo este escenario reiteramos:

“Lograr el desarrollo sostenible de la actividad acuícola nacional en todas y cada una de sus modalidades, coadyuvará a que los venezolanos podamos obtener un elevado y creciente nivel de vida, disponiendo de suficientes recursos alimentarios de origen pesquero, que además de generar crecimiento económico, permitan mayor equidad social y la preservación obligada del entorno ambiental para poder seguir produciendo, haciendo a la economía nacional más competitiva, participativa, humana y variada.

Para ello, se requiere atender temas que van desde la actualización del marco legal regulatorio, hasta la capacitación del personal y la dotación de la infraestructura e insumos requeridos, para que el aparato productivo acuícola nacional alcance los más altos niveles de producción y productividad en un contexto que dé prioridad a la calidad y sostenibilidad, mediante el uso de las tecnologías ambientalmente correctas en aquellas locaciones que minimicen riesgos y auguren los mayores éxitos posibles.

Identificar potenciales áreas y promover el desarrollo acuícola nacional es tarea indispensable para el logro ordenado de estos objetivos, y en nuestras manos, y la de nuestros gobernantes, ministros, gobernadores y alcaldes reposa esta responsabilidad”.

Una propuesta para la formulación de un Plan Nacional de Acuicultura se encuentra sobre la mesa. No para que se apruebe, sino para que sirva de documento base para iniciar todo un proceso de discusiones que permitan la elaboración de la Propuesta de Desarrollo Acuícola Nacional 2022-2032.


Germán Robaina es colaborador destacado de Mundo Agropecuario

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