Ganado latinoamericano bloquea el camino hacia los objetivos de París


Los bosques densos y las regulaciones irregulares significan que América Latina está luchando por deshacerse de su manto como el principal emisor mundial de gases de efecto invernadero provenientes de la producción ganadera.


por Pablo Corso, SciDev.Net


“Cuando ocurre una deforestación extensiva… se modifica drásticamente el ambiente rural y urbano a través del desequilibrio hidrológico, la pérdida de suelo fértil, alteraciones del ciclo climático y pérdida de biodiversidad”, explica el ingeniero ambiental paraguayo Guillermo Achucarro, ex miembro de la ONG climática BASE en su país. .

Cree que el objetivo de lograr cero emisiones netas de la ganadería latinoamericana para 2050, acordado durante las conversaciones sobre el clima de la ONU en París en 2015, “es algo bastante complicado, si no imposible”.

A nivel mundial, América Latina tiene las mayores emisiones provenientes de la ganadería, una actividad crucial para esta región, con 1.889 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente por año, la medida utilizada para calcular la huella de carbono.

Los siguientes mayores emisores son Asia oriental y sudoriental con 1.576 millones de toneladas, y Asia meridional con 1.507 millones de toneladas. Los otros dos grandes mercados mundiales emiten mucho menos: el ganado de América del Norte emite 604 millones de toneladas y el ganado de Europa occidental emite 579 millones de toneladas.

Los países latinoamericanos, si bien albergan solo el 14% de la población mundial, producen más del 23% de la carne de bovino y búfalo y el 21% de la carne de ave a nivel mundial, según un documento de la FAO sobre los avances y desafíos de la industria.

En Paraguay, el sector agrícola es el mayor emisor de gases de efecto invernadero, representando la mitad del total, según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.

Louis Verchot, líder de investigación de una iniciativa sobre sistemas alimentarios bajos en emisiones llamada Mitigate+, llevada a cabo a través de una empresa conjunta entre Bioversity International y CIAT, el Centro Internacional de Agricultura Tropical, dice que la deforestación es una preocupación crítica en la región.

“La mayoría de los enfoques de agricultura neta cero enfatizan sus aspectos productivos, ignorando la deforestación causada por la actividad, que genera emisiones de la misma magnitud”, dice.

“La solución es multifacética. Hasta ahora, el éxito ha dependido de una combinación de ‘palo y zanahoria'”, afirma, dando ejemplos como el control y la aplicación de la ley, además de ofrecer alternativas para los propietarios de tierras que no cumplen con las regulaciones.

“La experiencia en América Latina ha demostrado la importancia de la gobernanza para resolver el problema de la deforestación”.

A finales del año pasado, el Banco Mundial llamó a los países latinoamericanos a tomar “medidas urgentes” para reducir los impactos del cambio climático en la productividad y las cosechas, porque “la inseguridad alimentaria podría verse exacerbada”.

Durante la pandemia de COVID-19, la región experimentó aumentos significativos de la inseguridad alimentaria, que afectó a más de 16 millones de personas en toda la región.

Según el informe del Banco Mundial, si no se reducen las emisiones procedentes de la producción de alimentos, el aumento de las temperaturas podría provocar que hasta 6 millones de residentes latinoamericanos caigan en la pobreza extrema para 2030 y otros 17 millones sean desplazados de sus hogares para 2050.

La agricultura, la ganadería y actividades relacionadas representan el 47% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la región, por encima del promedio global del 19%, según el informe.

Entre las principales razones están la mayor disponibilidad de tierras, el hecho de que las emisiones se contabilizan donde se cultivan los alimentos y no donde se consumen, y la limitada presencia de alternativas con mayores niveles de productividad, según Verchot.

La política también juega un papel importante en las altas emisiones de la región.

Por ejemplo, Paraguay tiene la segunda tasa de deforestación más alta de América del Sur después de Brasil, situación exacerbada por un esquema de “cooptación del Estado por el dinero y el poder del sector de producción de alimentos”, según Achucarro, y gracias a la alianza con el conservador “partido Colorado” que incluye en el gobierno a “ganaderos y productores de soja”.

Las decisiones gubernamentales también chocan con la necesidad de reducir las emisiones climáticas en Argentina, uno de los cinco principales productores de soja del mundo, donde las sequías podrían reducir los rendimientos hasta a la mitad para 2050, según el Banco Mundial.

En su estudio sobre compromisos nacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la FAO de la ONU revela que Argentina no tiene iniciativas de mitigación para el sector agrícola, aunque planea aumentar la producción de carne y leche, algo que podría empeorar con el actual gobierno “ultraliberal” de Javier Milei.

Gas de la risa

Sin embargo, la ciencia ofrece una manera de reducir las emisiones de la agricultura.

Una de las principales preocupaciones es el óxido nitroso, también conocido como gas de la risa, una sustancia química derivada del uso de fertilizantes sintéticos que es aproximadamente 300 veces más potente que el dióxido de carbono para calentar la atmósfera.

Si bien Verchot destaca la importancia de reducir el uso de fertilizantes sintéticos, también advierte que la aplicación excesiva de nitrógeno orgánico también puede provocar un aumento de las emisiones.

Explica que la clave para reducir las emisiones es hacer coincidir el suministro de nitrógeno del suelo con la demanda real de la planta.

Los otros dos gases que contribuyen significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera son el metano, que proviene de la descomposición o digestión de la materia orgánica por parte del ganado, y el dióxido de carbono.

Las estrategias más efectivas para reducir las emisiones de metano están vinculadas a cambios en la dieta humana, como aumentar el consumo de semillas y proteínas no animales, así como a mejoras en el manejo del ganado, incluidas opciones que van desde mejoras en la alimentación hasta manipulación genética, dice Verchot.

En cuanto a la alimentación animal , Ricardo Andrade Reis, profesor del Departamento de Ciencia Animal de la Universidad Estadual Paulista de Brasil, destaca el potencial de aditivos como aceites esenciales, nitratos y algas para reducir la cantidad e intensidad de las emisiones.

“Dado que el contenido de fibra en el forraje y el consumo de los animales son factores clave” en la emisión de metano, la introducción de leguminosas en los pastos también es una estrategia de mitigación exitosa, afirma.

Para eliminar eficazmente el dióxido de carbono, el mejor enfoque es mediante técnicas como la captura y el almacenamiento, extrayéndolo de la biomasa y eliminándolo de la atmósfera, y mediante la reforestación.

Achucarro en Paraguay ofrece dos ejemplos de proyectos que ayudan a abordar el problema: los proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal (REDD+) del mercado voluntario de carbono, que se basan en la certificación y comercialización de iniciativas de conservación forestal, y el programa estatal Proeza de su país. , enfocándose en la siembra de 187.000 hectáreas de eucaliptos con fines de mitigación, energía y madera.

“Los suelos de más de la mitad de las tierras de cultivo de la región están degradados, por lo que restaurar su salud y acumular materia orgánica es una buena solución”, añade Verchot. “Esto mejora la productividad de la tierra, aumenta los rendimientos y reduce la susceptibilidad a sequías, plagas y enfermedades”.

La FAO de la ONU también promueve prácticas ganaderas “sostenibles y regenerativas” que son bajas en emisiones y ambientalmente responsables.

Según un informe de la Comisión de Desarrollo Ganadero para América Latina y el Caribe de la FAO, de las 24 prácticas analizadas en la región en 2021, 16 mostraron reducción de emisiones de metano, con mejoras de productividad de hasta 68%, facilitadas por asistencia técnica.

Uno de los ejemplos más destacados es el proyecto Ganadería y Clima en Uruguay, que pretende implementar la reducción de gases de efecto invernadero por kilo de carne y la captura de carbono en pastizales.

“Primero se establece una línea base, luego se inicia el proceso de diagnóstico para abordar un plan de rediseño del asentamiento, el cual se elabora y consensuará con cada familia o empresa”, explica Gonzalo Becoña, asesor en políticas ambientales del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca del Uruguay.

“Luego, se hacen recomendaciones para adoptar las tecnologías validadas para mejorar la productividad, reducir la intensidad de las emisiones y aumentar la captura de carbono”, agrega.

Algunas de las tecnologías mencionadas por Becoña incluyen el pastoreo rotacional, el suministro de forraje según los requerimientos específicos de cada animal, el manejo de los períodos de gestación y destete de las vacas, y la provisión de alimentación diferencial y suplementación si es necesario.

Los productores experimentaron un aumento del 28% en sus ingresos y una disminución del 2% en los costos cuando se implementaron estas prácticas, incluso durante los períodos de sequíasegún la FAO.

Los enfoques climáticamente inteligentes también incluyen la diversificación de la producción agrícola, el uso de semillas y especies resistentes a la sequía, así como la integración de la vegetación a través de la agrosilvicultura y los llamados sistemas silvopastoriles, que combinan árboles, plantas forrajeras y ganado en la misma área, un solución que muchos siguen en la región amazónica occidental y Centroamérica.

“Brasil ha sido pionero en la implementación de sistemas integrados de cultivos, ganadería y silvicultura”, dice Andrade. “No sólo mejoran la productividad, sino que también aumentan la capacidad de secuestro de carbono del suelo y reducen el estrés de la deforestación”.

En su país, el plan gubernamental de Agricultura Baja en Carbono ha brindado acceso a crédito y financiamiento para implementar estos proyectos en granjas durante los últimos 15 años.

La asociación mundial de investigación CGIAR, por su parte, invierte aproximadamente 300 millones de dólares al año en iniciativas de investigación en países en desarrollo y economías emergentes, como la inundación intermitente de los sistemas arroceros.

Esta práctica, promovida por cooperativas de productores en Colombia, reduce el uso de agua y las emisiones de metano.

Sandra Loaiza, investigadora senior asociada de la Alianza Bioversity Internacional & CIAT, afirmó que este método “no sólo contribuye a la sostenibilidad ambiental y la seguridad alimentaria, sino que también representa un avance crucial en la lucha contra el cambio climático.

La institución también apoya a agricultores del Sistema Quesungual en Centroamérica, un método de producción de cultivos de maíz, frijol o sorgo que incluye podas selectivas de árboles y cubrir el suelo con ramas y hojas para retener la humedad y mejorar la fertilidad.

El sistema “tiene un gran potencial para mejorar la conservación de la diversidad de árboles y el almacenamiento de carbono a nivel de parcela y paisaje”, dice Pablo Siles, científico postdoctoral que también trabaja en la Alianza.

Dice que el sistema ha demostrado ser una solución eficaz para rehabilitar paisajes degradados y mejorar los servicios ecosistémicos en el Corredor Seco de Centroamérica, una región de bosque tropical seco en la costa del Pacífico de Centroamérica donde el suelo degradado y la escasez de agua son desafíos constantes.

Consolidar el camino

El éxito y la continuidad de estos proyectos también dependerán de las decisiones políticas nacionales e internacionales. En ese sentido, el Banco Mundial sugiere que los incentivos agrícolas dirigidos a prácticas que promuevan la deforestación se reorienten hacia prácticas más sostenibles.

El manejo de pastos para adecuar la cantidad de animales a la disponibilidad de forraje, así como una mejor fertilización del suelo, aumenta la productividad por área y reduce las necesidades de espacio, evitando la deforestación, según Andrade.

La FAO dice que, en general, los países de la región necesitan fortalecer sus sistemas de monitoreo participativo basados ​​en información científica, mejorar el acceso a mecanismos de financiamiento y establecer estrategias de apoyo a los pequeños agricultores.

Para alcanzar estos objetivos, la gobernanza, la inversión económica y las condiciones socioculturales en las que se desarrolle cada proyecto serán factores decisivos, afirma Verchot.

“Ayudar a los países a superar estas barreras podría conducir a mitigaciones significativas y rentables en el corto plazo, al tiempo que generaría importantes beneficios en la adaptación al clima y el desarrollo”, añade.