La confianza ciega en los pesticidas botánicos puede comprometer la salud del suelo, sus habitantes y algunos organismos terrestres. Un nuevo estudio ha proporcionado información sobre los impactos ambientales de los compuestos de origen vegetal que a menudo se consideran una alternativa segura a los pesticidas sintéticos.
Un estudio dirigido por Verónica Pereira de la Universidad de Madeira, Portugal, analizó los efectos de varios biopesticidas en la química y la biología del suelo. El resultado apunta a un escenario más complejo de lo que se pensaba, informa el portal agrícola brasileño Revista Cultivar.
Los compuestos naturales como la rotenona, la nicotina y las piretrinas, aunque se extraen de plantas, se acumulan en el suelo, interfieren con la actividad microbiana y enzimática y en algunos casos conservan una toxicidad significativa para organismos no objetivo.
En condiciones de laboratorio, se ha demostrado que muchos de estos compuestos tienen vidas medias largas. Por ejemplo, la rotenona, además de estar vinculada a síntomas parecidos a los de la enfermedad de Parkinson en estudios con animales, ha mostrado una persistencia variable dependiendo del tipo de suelo y la temperatura.
La propuesta de la Unión Europea de reducir el uso de pesticidas convencionales en un 50% para 2030 ha provocado un crecimiento del mercado de biopesticidas. Se espera que el sector alcance los 30.000 millones de dólares a finales de la década. Sin embargo, el estudio portugués insta a la cautela en la creencia de que «lo natural siempre es mejor».
La degradación de los plaguicidas botánicos está influenciada por varios factores: composición del suelo, pH, humedad, profundidad y presencia de microorganismos. En suelos arcillosos o ricos en materia orgánica, compuestos como la carvona y el timol tienden a descomponerse más lentamente. La falta de luz y la baja actividad microbiana en las capas más profundas también contribuyen a su conservación.
Además, el impacto sobre los organismos beneficiosos es preocupante. Los hongos micorrícicos, las bacterias fijadoras de nitrógeno y las lombrices de tierra, que son esenciales para el equilibrio y la fertilidad del suelo, pueden resultar dañados por la exposición constante a estos compuestos. Enzimas como la fosfatasa, la ureasa y la deshidrogenasa, que son fundamentales para el ciclo de nutrientes, también muestran inhibición en algunas pruebas.
Mientras que algunos extractos mostraron efectos temporales o reversibles, otros, como el aceite esencial de Thymbra capitata, tuvieron efectos a largo plazo sobre las poblaciones microbianas. La encapsulación con maltodextrina, una tecnología utilizada para controlar la liberación de compuestos, también inhibe el crecimiento de bacterias y hongos.
Se han sometido a pruebas de toxicidad insectos beneficiosos como mariquitas, ácaros depredadores y crisopas. Las preparaciones a base de aceites de naranja y tomillo mostraron diferentes efectos, afectando principalmente a las larvas.
Cuando se probaron en lombrices de tierra Eisenia , algunos aceites atrajeron a las lombrices, mientras que otros provocaron cambios genéticos con el tiempo.
Químicamente, los pesticidas vegetales incluyen una amplia gama de sustancias: terpenos, flavonoides, alcaloides y fenoles.

La descomposición de estas moléculas en el suelo ocurre a través de vías complejas y poco conocidas, lo que puede resultar en la formación de subproductos aún más tóxicos o persistentes. En muchos casos, los métodos analíticos actuales son insuficientes para mapear con precisión el destino y los efectos de estos metabolitos secundarios.
A la luz de los datos disponibles, los autores del estudio piden una revisión de los protocolos regulatorios para pesticidas vegetales. Actualmente, las normas están establecidas con parámetros similares a los de los compuestos sintéticos, lo que puede no ser práctico. La variabilidad natural de los extractos de plantas, dependiendo del clima, el suelo y el método de extracción, requiere recomendaciones especiales.
El estudio también destaca la necesidad de estandarizar los métodos de extracción y análisis del suelo y ampliar las pruebas toxicológicas para incluir una variedad más amplia de organismos. Se están desarrollando métodos predictivos, como modelos computacionales, pero aún no están suficientemente validados dada la diversidad química de los biopesticidas.
Fuente: Revista Cultivar.
