La protagonista de nuestro artículo es el physalis, una «linterna» mágica y viviente. No la comeremos ni haremos mermelada con ella, aunque es sabrosa y saludable. Hoy haremos magia de verdad: recolectaremos sus semillas. ¿Por qué es mágico? Porque de una semilla diminuta y casi ingrávida, el año que viene obtendrás un arbusto entero cubierto de estas maravillosas «linternas». ¡Es pura brujería de jardinería! Y aquí están todos los secretos de este ritual.
¿Para qué recolectar semillas de physalis? Ahorro: un paquete de semillas cuesta dinero, y las tuyas son totalmente gratis. Adaptación: las plantas cultivadas a partir de tus propias semillas ya están aclimatadas a tu suelo y microclima. Se fortalecen con cada generación. Tras comprar una variedad que te guste una vez, puedes conservarla durante años sin preocuparte de que la retiren de producción. Por último, es agradable saber que toda tu futura cosecha se cultivó gracias a tus manos y paciencia.
No todas las frutas son aptas para la recolección de semillas. ¡Necesitamos una muestra perfecta! La fruta debe estar completamente madura. ¿Cómo se puede determinar esto?
Physalis (por ejemplo, fresa o piña): la baya del sombrero adquiere un color amarillo intenso o naranja, fragante y suave al tacto. El sombrero suele secarse y amarillear.
Physalis ornamental (Franchet): aquí recolectamos semillas no por su valor nutritivo, sino por su belleza. Espere hasta que la linterna se torne de un naranja o rojo brillante y la baya se seque por dentro. El tallo debe estar completamente seco.
Elige frutos de los arbustos más fuertes, sanos y productivos. ¡Queremos que la próxima generación herede solo las mejores cualidades! Abre con cuidado la cápsula seca con forma de linterna y extrae la baya. Con un cuchillo afilado, corta la fruta madura por la mitad. Dentro verás una pulpa jugosa, literalmente sembrada de pequeñas semillas de color amarillo claro o beige. Parecen diminutas semillas de tomate (lo cual no es sorprendente, ¡ya que son parientes cercanos!). Raspa con cuidado las semillas junto con la pulpa en un pequeño frasco de vidrio, taza o recipiente de plástico con una cuchara o la punta de un cuchillo. Si la fruta está muy madura y blanda, puedes simplemente machacarla con un tenedor directamente en el recipiente y luego separar las semillas.
A continuación viene la etapa de fermentación. Muchos la omiten y simplemente secan las semillas con la pulpa. Como resultado, se enmohecen y pierden su capacidad germinativa. Nuestra tarea consiste en retirar con cuidado la membrana mucosa que rodea la semilla, que contiene inhibidores de crecimiento (sustancias que impiden que la semilla germine dentro del fruto).
Añade un poco de agua al recipiente con las semillas y la pulpa para que la mezcla quede pastosa, pero no flote. Cubre sin apretar con una tapa o film transparente perforado y deja reposar a temperatura ambiente de 1 a 3 días. ¡No lo expongas a la luz solar directa! La mezcla empezará a burbujear ligeramente y podría aparecer una película blanca o moho en la superficie. ¡Es normal! Lo principal es no sobreexponerla. En cuanto aparezcan muchas burbujas en la superficie y la mezcla parezca haber fermentado, el proceso habrá terminado. No esperes a que huela mal; es señal de que lo has arruinado todo. La fermentación destruye las bacterias patógenas, los inhibidores del crecimiento y mejora significativamente la germinación y la salud de los futuros brotes.
Toma un recipiente hondo, vierte agua y la masa fermentada. Mezcla bien. Todas las semillas maduras y viables son pesadas y se hundirán. La pulpa, la piel y las semillas vacías e inutilizables flotarán a la superficie. Vierte con cuidado todas las cáscaras flotantes junto con el agua. Puedes repetir esto varias veces hasta que el agua se vuelva casi transparente y no queden semillas puras en el fondo. Transfiere las semillas limpias a una toalla de papel gruesa, un filtro de café o una servilleta. Absorben perfectamente el exceso de humedad.
Las semillas mal secas se pudrirán durante el invierno. ¡Séquelas bien! Extienda las semillas en una capa fina sobre un plato, papel o pergamino. Nunca las coloque sobre un radiador ni bajo la luz solar directa. Elija un lugar seco, cálido y bien ventilado, sin corrientes de aire (por ejemplo, sobre un armario de la cocina). Remuévalas de vez en cuando para que se sequen uniformemente. El secado tardará entre 5 y 7 días. Compruebe si están listas con los dientes: una semilla bien seca debe estar dura y crujir al morderla.
Es mejor guardar las semillas en pequeños sobres de papel. El papel permite que las semillas «respiren». Etiqueta el sobre. Indica el nombre del cultivo, la variedad (si la conoces) y la fecha de recolección. Créeme, en seis meses olvidarás qué hay en cada paquete. Elige un lugar oscuro, seco y fresco, por ejemplo, en un cajón del escritorio de la habitación, y no en la cocina ni en un sótano húmedo.
¡Listo, amigos! Ya tienen su propia reserva estratégica de semillas mágicas de physalis. No solo es rentable, sino también emocionante.
