En las últimas dos décadas, la agricultura latinoamericana ha comenzado una transformación silenciosa, pero profunda: el paso de una dependencia casi total de los insumos químicos hacia el uso creciente de biofertilizantes, bioestimulantes y biopesticidas.
Redacción Mundo Agropecuario
El fenómeno no es solo una tendencia verde, sino un cambio estructural impulsado por innovación científica, demanda de sostenibilidad y, sobre todo, por la urgencia de reducir los costos y daños ambientales asociados al uso intensivo de agroquímicos.
De acuerdo con un estudio de AgFunder News (2024), la inversión en startups de biotecnología agrícola y bioinsumos en América Latina creció más del 2.000 % desde 2020, consolidando a Brasil, México y Argentina como los polos más activos de innovación biológica en el hemisferio sur. Este auge se explica por tres factores: la presión regulatoria sobre los plaguicidas sintéticos, la necesidad de aumentar la resiliencia ante el cambio climático y los avances en microbiología aplicada a la agricultura tropical.
Los bioinsumos —productos elaborados con microorganismos benéficos, extractos de plantas o metabolitos naturales— cumplen múltiples funciones: estimulan el crecimiento vegetal, mejoran la absorción de nutrientes, suprimen patógenos del suelo y reducen el estrés abiótico. En Brasil, la empresa pública Embrapa ha desarrollado cepas específicas de Azospirillum brasilense y Bacillus subtilis para cultivos de soya y maíz, logrando incrementos de rendimiento de entre 8 y 12 %, incluso en condiciones de sequía moderada.
La FAO señala que América Latina concentra más de 300 empresas registradas dedicadas a la producción de biofertilizantes, lo que representa cerca del 18 % del mercado mundial. México ha avanzado en la regulación con su Norma Oficial Mexicana NOM-000-FITO-2022, que estandariza la calidad microbiológica y eficacia de los bioinsumos agrícolas. Este marco busca evitar la proliferación de productos de baja calidad que, en algunos casos, habían desacreditado el sector.
Los biopesticidas, elaborados a partir de hongos entomopatógenos como Beauveria bassiana o Metarhizium anisopliae, están reemplazando progresivamente a los insecticidas sintéticos en cultivos de hortalizas y frutales. En Perú, un proyecto conjunto entre el CIP y el Ministerio de Agricultura logró controlar la mosca blanca en papa mediante un biopesticida local, reduciendo las pérdidas hasta en un 60 %.
En la región andina y centroamericana, los bioestimulantes a base de algas y aminoácidos naturales están ganando popularidad entre productores de banano, café y flores ornamentales. Estos productos fortalecen la resistencia de las plantas ante estrés térmico e hídrico, y mejoran la floración y la cuaja del fruto.
Sin embargo, el desarrollo de bioinsumos enfrenta desafíos: falta de laboratorios certificados, escasa infraestructura de producción local y dificultades para estandarizar cepas en condiciones tropicales variables. Además, muchos agricultores aún desconocen los protocolos de aplicación o mezclan bioinsumos con químicos incompatibles, lo que reduce su eficacia.
En respuesta, varios países están impulsando redes de innovación biológica. En Colombia, la RedBioCol integra universidades, centros de investigación y cooperativas para transferir tecnologías y certificar bioinsumos de origen local. En Chile, el programa Bioinputs 2030 busca posicionar al país como exportador regional de biológicos agrícolas.
Los beneficios económicos también son significativos. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID, 2024), el uso de biofertilizantes reduce los costos de producción entre un 15 y un 25 % por hectárea, y mejora los indicadores de sostenibilidad de los predios. Pero quizás su mayor impacto sea invisible: la regeneración biológica de los suelos, que a largo plazo puede revertir la degradación y recuperar la fertilidad natural perdida por décadas de uso intensivo de agroquímicos.
En definitiva, la agricultura latinoamericana no solo se está volviendo más ecológica, sino también más competitiva. Los bioinsumos representan el puente entre la ciencia del suelo y la nueva economía agrícola verde: una revolución microbiana que, a escala microscópica, podría redefinir el futuro de la producción alimentaria global.
Referencias
- AgFunder News. (2024). How Latin America is moving from a pioneer to a powerhouse in agricultural biologicals.
- FAO. (2023). Biologicals and biofertilizers in sustainable agriculture.
- Embrapa. (2024). Bioinsumos y microorganismos eficientes para la agricultura tropical.
- BID. (2024). Economía de los bioinsumos agrícolas en América Latina.
