La prevalencia de plagas agrícolas, como insectos y ácaros, está aumentando en todo el mundo debido al cambio climático, lo que representa una amenaza para la seguridad alimentaria. El comercio mundial también contribuye, transportando regularmente plagas a nuevos territorios donde no tienen enemigos naturales.
El calentamiento global inicia cambios ambientales que alteran la biología, los patrones poblacionales y la distribución de muchos microorganismos y especies de insectos. En consecuencia, es probable que los problemas fitosanitarios se vuelvan menos predecibles y más difíciles de tratar.
Un equipo de investigación que incluye a las Universidades de Hebei y Exeter y a la Academia China de Ciencias pide que se tomen medidas urgentes para abordar las amenazas de las plagas de los cultivos.
«Necesitamos un mejor monitoreo de plagas, modelos predictivos y estrategias de gestión climáticamente inteligentes para proteger cultivos importantes como el trigo, el arroz, el maíz y la soja de los crecientes riesgos de plagas», afirmó el profesor Dan Bebber, de la Universidad de Exeter, coautor del artículo publicado en la revista Nature Reviews Earth & Environment.
En el artículo, los investigadores resumieron datos sobre cómo las plagas de cultivos tropicales, templados, migratorios y transmitidos por el suelo responden a los cambios en el clima, el uso de la tierra y las prácticas agrícolas.
En general, las plagas agrícolas responden al calentamiento ampliando sus áreas de distribución geográfica, progresando en los eventos fenológicos y aumentando el número de generaciones reproductivas por año.
Actualmente, alrededor del 40% de los cultivos agrícolas del mundo se pierden a causa de plagas y enfermedades, lo que supone un grave desafío para la seguridad alimentaria mundial. Analizamos los datos sobre el impacto de las plagas y descubrimos que los riesgos generales aumentan con el aumento de las poblaciones de plagas, un mayor número de generaciones anuales, temporadas activas más largas y áreas más extensas de presencia de especies de plagas. Esto se debe principalmente al calentamiento global, que reduce los límites de frío para las plagas, y también a la reducción de la biodiversidad, que reduce el biocontrol (depredadores que matan a las plagas)», afirmó Dan Bebber.
Se proyecta que el aumento de la presión de las plagas en condiciones de calentamiento empeorará las pérdidas de rendimiento del trigo, el arroz y el maíz en un 46%, un 19% y un 31%, respectivamente, con un calentamiento de 2 °C.
Las plagas en latitudes medias y altas responden más positivamente al calentamiento que en los trópicos.
La sequía moderada aumenta el daño causado por las plagas a los cultivos debido a la mayor dependencia de las plantas para obtener agua y a la menor resistencia de los cultivos debilitados por el estrés hídrico.
El aumento de las precipitaciones, otra característica del calentamiento global, reduce la presión sobre las pequeñas plagas al eliminarlas, pero favorece a las plagas en general al amortiguar el estrés hídrico térmico.
La globalización de las redes comerciales está incrementando el número de brotes de plagas, que costaron más de 423 mil millones de dólares en daños en 2019.
Las plagas migratorias se adaptan bien a los cambios globales gracias a su alta tolerancia al estrés y su comportamiento migratorio, lo que les permite rastrear plantas hospedadoras y climas adecuados. Las plagas del suelo prosperan en todas partes porque el suelo las protege de condiciones climáticas extremas, sustancias químicas tóxicas y depredadores naturales, y pueden encontrar condiciones óptimas de calor y humedad mediante el movimiento vertical en el perfil del suelo, afirma el investigador.
Los intercambios y el comercio globales son la principal causa de la introducción de nuevas plagas y enfermedades en una nueva zona. Estos organismos recién introducidos pueden convertirse en epidemias a medida que las condiciones climáticas cambiantes crean condiciones favorables para su establecimiento y propagación a áreas no nativas.
Aunque estas plagas/patógenos no se consideran dominantes en sus ecosistemas nativos, son peligrosos en un nuevo entorno dado que los depredadores naturales de dichas plagas pueden estar ausentes y las especies de plantas hospedantes pueden no haber adquirido mecanismos de defensa apropiados contra el invasor. Por ejemplo, la introducción del nematodo del pino ( Bursaphelenchus xylophilus (Steiner y Bührer) Nickle) en Japón a principios del siglo XX causó graves daños a los pinos, con pérdidas anuales de 2,4 millones de metros cúbicos, aunque este nematodo no se considera destructivo en su región nativa de América del Norte.
Sin embargo, la humanidad tiene algo que contrarrestar, por ejemplo, sistemas de defensa con pesticidas optimizados para el clima.
Muchos investigadores están considerando el concepto de manejo inteligente de plagas climáticamente (MSIC) y su papel en el apoyo al desarrollo agrícola sostenible, en particular el fitosanitario.
Este concepto es parte del programa más amplio de agricultura climáticamente inteligente (CSA), un término acuñado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para describir un nuevo enfoque de la agricultura con el objetivo final de lograr la seguridad alimentaria a través de la acción, guiando sistemas agrícolas enteros hacia el desarrollo sostenible, actividades resilientes y estrategias adaptables frente al cambio climático.
Basado en un artículo de Alex Morrison publicado por la Universidad de Exeter.
