Los arándanos se están trasladando a climas más fríos.


El impacto del estrés climático en la producción mundial de arándanos es evidente. La respuesta de la industria se centra en la innovación genética y la gestión climáticamente inteligente, y también se ha producido un cambio en la geografía del cultivo de esta popular baya.


El cambio climático se ha convertido en un factor clave para el futuro de la industria mundial del arándano. Las fluctuaciones de temperatura, las precipitaciones irregulares y los fenómenos extremos cada vez más frecuentes, como sequías prolongadas, olas de calor y heladas tempranas, están afectando las condiciones de producción en los principales países productores de arándanos.

El estrés climático no sólo afecta la fisiología de la cosecha de bayas, sino que también cambia la geografía de la producción, la planificación comercial y la competitividad internacional de la industria. 

Los arándanos son muy sensibles al estrés térmico y hídrico. Temperaturas superiores a 32 °C (90 °F) provocan reducción del tamaño del fruto, ablandamiento y daños en la epidermis, mientras que las heladas durante las primeras etapas de la floración pueden provocar pérdidas de rendimiento de entre el 15 % y el 40 %. El estrés hídrico, especialmente en suelos ligeros y mal drenados, provoca desequilibrios nutricionales y una menor absorción de calcio y potasio, lo que afecta directamente la calidad del producto después de la cosecha.

En regiones como Chile, Perú y Marruecos, la escasez de agua obligó a los productores a cambiar a variedades más tolerantes al calor y a ajustar los calendarios de cosecha. Mientras tanto, en climas templados como Estados Unidos, Canadá, Polonia y Alemania, las heladas tardías y las fuertes lluvias primaverales alteraron los ciclos fenológicos, afectando la floración y el cuajado.

El estrés climático está acelerando la transformación global de la producción. Países tradicionalmente dominantes en la producción de arándanos, como Chile y España, han sufrido una pérdida relativa de competitividad debido a las sequías y los altos costos energéticos asociados al riego intensivo. Mientras tanto, China y Europa del Este están expandiendo sus hectáreas de arándanos gracias a un clima más estable y a las inversiones en fertirrigación, protección de cultivos y tecnologías de gestión del suelo.

En América del Norte, los fenómenos de El Niño y La Niña alternaron años de exceso de agua con períodos de déficit, lo que provocó inestabilidad en los rendimientos. En Perú, la temporada de arándanos 2023-2024 fue una de las más desafiantes en una década: los impactos térmicos redujeron los rendimientos en más de un 40%, lo que pone de relieve la necesidad de desarrollar variedades adaptadas a climas cálidos y sistemas de cultivo de gran altitud. 

Los principales programas de mejoramiento de arándanos como Fall Creek, Sekoya, OZblu, Planasa y el apoyo continuo del Instituto de Alimentos y Ciencias Agrícolas de la Universidad de Florida (UF/IFAS) han desarrollado genética tolerante al calor y con bajo requerimiento de frío que mantiene la firmeza, el sabor y el tamaño de la fruta en condiciones estresantes. 

En regiones áridas, se está implementando ampliamente el uso de mallas de sombreo, sensores de humedad, riego por goteo a distancia y bioestimulantes contra el estrés térmico en el cultivo de arándanos. Además, la integración de inteligencia artificial y monitoreo satelital permite predecir condiciones climáticas extremas y ajustar la fertirrigación en tiempo real. La gestión del suelo y el microbioma, junto con el uso de reguladores de crecimiento, también ha demostrado ser eficaz para mitigar los efectos del estrés térmico y la radiación solar excesiva, especialmente en cultivos de exportación en Marruecos, México y Sudáfrica.

El impacto del cambio climático, si bien amenaza la estabilidad de la industria, también abre oportunidades para nuevas regiones de producción y modelos de cultivo más sostenibles. Los arándanos, gracias a su alta rentabilidad y valor añadido, siguen atrayendo inversiones en países con acceso al agua y oportunidades comerciales adicionales.

Sin embargo, la sostenibilidad del sector dependerá de su capacidad de adaptación sin comprometer la calidad ni el acceso a mercados premium, donde las certificaciones ambientales y de carbono son cada vez más necesarias. La colaboración entre empresas, centros de investigación y gobiernos será clave para garantizar la resiliencia estructural global en la próxima década.

Así, el estrés climático ha pasado de ser un problema puntual a un factor determinante y estructural para el futuro de la industria del arándano. Para 2030, la competitividad del sector dependerá no solo de la genética o los costos de producción, sino también de la adaptación tecnológica y la capacidad de gestión climática de cada país productor.

Fuente: UF/IFAS.



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