
Por Abel Bolívar
Cuando pensamos en agricultura solemos imaginar campos extensos, tractores bajo el sol y el ciclo rutinario de siembra y cosecha. Pero en los últimos meses, algunos experimentos agrícolas han demostrado que el límite de la producción de alimentos puede estar mucho más allá de lo que imaginamos: desde la Luna hasta los arrozales sumergidos bajo el mar.
En el lado más futurista, científicos de la Agencia Espacial Europea trabajan con muestras de regolito —el polvo lunar— para ver si es posible cultivar plantas allí. Aunque los primeros ensayos muestran que el regolito carece de muchos nutrientes, los investigadores lograron hacer germinar especies resistentes como la Arabidopsis thaliana. El objetivo no es solo abastecer futuras misiones espaciales, sino también aprender cómo los cultivos se adaptan a entornos extremos, información valiosa para enfrentar sequías y suelos degradados en la Tierra.
Más cerca de casa, pero no menos sorprendente, en Filipinas y Vietnam se están desarrollando campos de arroz submarino. Con el aumento del nivel del mar y la intrusión salina, algunos agricultores han apostado por variedades capaces de sobrevivir hasta dos semanas completamente sumergidas. Estas plantas, desarrolladas con apoyo del Instituto Internacional de Investigación del Arroz (IRRI), no solo resisten la inundación, sino que al recuperarse mantienen un rendimiento estable. Lo curioso es que estas variedades provienen de genes hallados en arrozales tradicionales olvidados, lo que demuestra que el futuro también puede estar en el pasado.
Pero no todo son avances tecnológicos de laboratorio. En Argentina, pequeños apicultores experimentan con colmenas móviles adaptadas a climas extremos, con la idea de “migrar” junto con la floración de los cultivos. El sistema ha sido bautizado como “miel lunar”, no por venir del espacio, sino porque aprovecha calendarios lunares tradicionales para programar los traslados de colmenas. El resultado es una miel diferenciada, con perfiles florales únicos, que empieza a ganar espacio en ferias internacionales.
Estos ejemplos, tan distintos entre sí, muestran un mismo mensaje: la agricultura del siglo XXI no tiene fronteras claras. Se expande hacia arriba, hacia abajo, hacia los costados e incluso hacia el cosmos. Desde la miel guiada por la luna hasta el arroz que respira bajo el agua, lo que ayer parecía imposible hoy se convierte en noticia.
Quizás la pregunta más importante sea esta: ¿qué otras innovaciones, ahora mismo, están germinando en silencio y pronto cambiarán la forma en que cultivamos nuestros alimentos?
📌 Columna Radar Verde, por Abel Bolívar, para Mundo Agropecuario
