De los campos de Georgia al Depósito Mundial de Semillas de Svalbard


Agricultores y científicos se unen para mantener a salvo las variedades de semillas y vivo el patrimonio alimentario


Reportajes de la FAO


En Zemo Alvani, una aldea enclavada en las montañas del Cáucaso de Georgia, en la zona septentrional del país, Natia Matcharashvili recolecta cuidadosamente a mano los granos de trigo más maduros de sus campos. Como agricultora de primera generación, se enorgullece de cada cosecha que pronto se molerá para obtener harina.

Natia y su marido Shota regresaron con su familia a su pueblo desde la capital, Tiflis, para estar más cerca de la naturaleza, en especial por el bien de sus hijos. De hecho, Shota anhelaba seguir los pasos de su abuelo y convertirse en agricultor. Sentía que su vocación era lograr que las variedades autóctonas de trigo volvieran a utilizarse, ya que estaban desapareciendo lentamente de los campos georgianos.

“Es nuestra responsabilidad proteger estas variedades tradicionales de trigo que se han adaptado a nuestro suelo y a nuestro clima durante generaciones”, asegura Natia. “Queríamos compartir nuestras tradiciones y vivir en armonía con la naturaleza”, explica sobre su regreso a Zemo Alvani.

Para Natia y Shota, cultivar estas variedades tradicionales de trigo —que se utilizan en el pan recién hecho y las galletas que venden en su panadería—, es una forma de compartir su herencia con los clientes.

“Lo que empezó como un simple anhelo se convirtió en nuestro medio de vida. Ahora hemos cultivado unas cuantas [variedades autóctonas] y las hemos probado, y queremos seguir adelante, descubrir más de estas variedades georgianas olvidadas y revivirlas”, explica Natia.

Un patrimonio vivo en peligro

Georgia alberga una notable diversidad de trigo. De las 14 especies de trigo que se cultivan en el país, cinco son originarias de la propia Georgia.

Sin embargo, si no se toman medidas, este patrimonio vivo corre el riesgo de perderse para siempre.

Las variedades autóctonas de trigo casi han desaparecido de los campos georgianos, sustituidas por variedades modernas desarrolladas por mejoradores profesionales. Las décadas de agricultura centralizada durante la era soviética dejaron grandes cooperativas estatales en lugar de las pequeñas explotaciones privadas que eran mantenidas habitualmente por generaciones de agricultores.

Ahí es donde Tamriko Jinjikhadze, científico agrícola del Centro de Investigación Científica para la Agricultura (SRCA) de Georgia, intervino para invertir la preocupante tendencia de pérdida de diversidad genética.

“Algunas de las variedades de cultivos más importantes de nuestro país están desapareciendo silenciosamente”, advierte Tamriko.

Para salvar las variedades de cultivos de Georgia en vías de desaparición, Tamriko solicitó ayuda al Fondo de distribución de beneficios, un mecanismo de financiación del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura. Albergado en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Tratado Internacional aprovecha el Fondo de distribución de beneficios para apoyar proyectos —como el de Tamriko—, destinados a desarrollar, salvaguardar y facilitar el intercambio de recursos fitogenéticos. Con este apoyo, el equipo de Tamriko emprendió misiones de recopilación de semillas en zonas remotas, identificando las variedades locales cultivadas aún por pequeños agricultores.

En una de esas misiones conoció a Natia y Shota. La pareja sabía que cultivaban una variedad local de trigo, pero desconocían su nombre y sus especificidades. El equipo de Tamriko recopiló las semillas encontradas en el campo de Natia y Shota para identificarlas en el SRCA.

Las variedades locales son importantes para los agricultores georgianos porque suelen rendir mejor en su lugar de origen, al haberse adaptado a unas condiciones específicas tras su cultivo a lo largo de generaciones. Por ejemplo, las variedades autóctonas de trigo georgiano tienen más resistencia a las enfermedades fúngicas y mayor productividad que otras variedades.

Las variedades de trigo georgiano son tesoros genéticos, portadoras de genes de valor inestimable para la adaptación local. “Sirven como material inicial para la mejora, que permite desarrollar variedades de trigo resilientes que puedan sobrevivir al cambio climático y a nuevas plagas y enfermedades”, explica Tamriko. 

Conservar los cultivos locales en las explotaciones agrícolas y en los bancos de germopoplasma del mundo garantiza que tanto los agricultores como los científicos puedan seguir utilizando estos recursos de forma sostenible para la alimentación, la investigación y la innovación. © FAO/Thomas Nicolon

Viaje al Ártico

El viaje de estas antiguas semillas no terminó en suelo georgiano. Más de 200 muestras de semillas de variedades tradicionales georgianas, —como Lagoedkhis Gdzeltavtava y Dolis Puri, las dos variedades locales de trigo que se encuentran en los campos de Natia y Shota—, viajaron con Tamriko desde las remotas aldeas de montaña georgianas hasta el Círculo Polar Ártico, donde se encuentra la mayor reserva de semillas del mundo. 

Situado en el extremo norte de Noruega, a unos 2 000 kilómetros al norte de la capital del país, Oslo, el Depósito Mundial de Semillas de Svalbard mantiene una temperatura constante de -18 °C para garantizar la viabilidad de las semillas a largo plazo. El Depósito alberga duplicados de semillas de todo el planeta y salvaguarda el suministro futuro de alimentos en todo el mundo.

“Es muy reconfortante saber que nuestras variedades locales se conservan de forma segura en Svalbard”, afirma Shota “Esto me hace tener confianza en el futuro”.

Al vincular la conservación en la explotación y en los bancos de germoplasma—incluido el almacenamiento en el Depósito Mundial de Semillas de Svalbard— los agricultores y los científicos, apoyados por el proyecto del Fondo de distribución de beneficios en Georgia, ayudan a garantizar que las semillas locales sigan estando disponibles para las generaciones futuras. © Crop Trust/Michael Major.

Esta seguridad no podría llegar en un momento más crucial, ya que el cambio climático y los desafíos medioambientales están erosionando la diversidad genética. En consecuencia, preservar las variedades de cultivos mediante métodos como el almacenamiento seguro en bancos de germoplasma y en el Depósito Mundial de Semillas de Svalbard se ha vuelto más importante que nunca.

“El viaje de estas semillas comienza en las manos de los agricultores: sus conocimientos son tan vitales como las propias semillas”, subraya Tamriko. “Nosotros, como científicos, estamos aquí para apoyarles, no solo para conservar las semillas, sino también para garantizar que puedan utilizarse para sus medios de vida”.

Para Natia, este trabajo representa tanto su herencia como su futuro. “Al cultivar estas variedades locales de trigo, garantizamos tanto su supervivencia como la transmisión de nuestros conocimientos”, concluye.

Cuando los clientes dan un bocado al pan recién hecho en la panadería de Natia y Shota, degustan semillas antiguas recuperadas por los científicos, duplicadas y salvaguardadas en el Depósito Mundial de Semillas de Svalbard y conservadas por los agricultores de Georgia, que garantizan que el pasado siga alimentando el futuro, semilla a semilla.

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