El gas N₂O es el tercer mayor contribuyente al calentamiento global y el principal destructor de ozono, según un informe de Naciones Unidas
Redacción Mundo Agropecuario
El aumento de las concentraciones de óxido nitroso (N₂O) en la atmósfera está ocurriendo a un ritmo más acelerado de lo que estimaban los científicos. Este gas, considerado el tercer más importante en términos de efecto invernadero después del dióxido de carbono (CO₂) y el metano (CH₄), ha sido calificado por Naciones Unidas como un “supercontaminante” debido a su doble impacto: contribuye al calentamiento global y destruye la capa de ozono. El principal impulsor de su incremento, advierte un informe de la ONU publicado en 2024, es el uso intensivo de nitrógeno en la agricultura moderna.
Un gas silencioso con un impacto poderoso
El óxido nitroso es un gas incoloro y persistente que se genera de forma natural en el suelo a través de procesos microbianos, pero su concentración ha aumentado drásticamente desde la Revolución Verde. Los fertilizantes sintéticos y el estiércol animal liberan grandes cantidades de nitrógeno reactivo, parte del cual se convierte en N₂O y se libera a la atmósfera.
Aunque su presencia es mucho menor que la del dióxido de carbono, su potencial de calentamiento global es casi 300 veces mayor. Además, tiene una vida media de más de un siglo, lo que significa que su efecto perdura durante generaciones. Lo más alarmante es que el ritmo de acumulación se ha acelerado en los últimos años, superando las proyecciones de los modelos climáticos internacionales.
La agricultura, epicentro del problema
Según el informe de Naciones Unidas, la agricultura es responsable de cerca del 70 % de las emisiones antropogénicas de óxido nitroso. El principal factor es el uso excesivo de fertilizantes nitrogenados, especialmente en cultivos intensivos como maíz, trigo, arroz y caña de azúcar.
Cuando el suelo recibe más nitrógeno del que las plantas pueden absorber, los microorganismos lo transforman en gases como el N₂O, que luego escapan a la atmósfera. Este proceso, conocido como desnitrificación, se intensifica en suelos saturados de agua o mal manejados.
El problema también se agrava en la ganadería intensiva: el estiércol y la orina del ganado liberan nitrógeno que, al degradarse, produce óxido nitroso. En conjunto, estas emisiones agrícolas están creciendo más rápido que las provenientes de la industria o el transporte.
Un “supercontaminante” que también destruye el ozono
Además de su papel en el calentamiento global, el N₂O es actualmente el mayor agente responsable de la destrucción del ozono estratosférico. A diferencia de los clorofluorocarbonos (CFC), que fueron regulados por el Protocolo de Montreal en 1987, el óxido nitroso sigue sin estar plenamente controlado por los acuerdos internacionales sobre sustancias que dañan la capa de ozono.
Los científicos advierten que, si no se reducen sus emisiones, este gas podría retrasar la recuperación total del ozono prevista para mediados de este siglo. El doble efecto —calentamiento y destrucción del ozono— convierte al N₂O en una amenaza ambiental de primer orden.
América Latina y los retos de la fertilización sostenible
América Latina, con su vasta superficie agrícola y su papel clave en la producción de alimentos globales, enfrenta un desafío doble: mantener la productividad y reducir el impacto ambiental. En países como Brasil, Argentina y México, el uso de fertilizantes sintéticos ha aumentado significativamente en las últimas décadas, impulsado por la expansión de la frontera agrícola y la demanda internacional de granos.
Sin embargo, la eficiencia del uso del nitrógeno en la región es baja. Estudios recientes indican que hasta un 50 % del nitrógeno aplicado a los cultivos se pierde en el ambiente. Estas pérdidas no solo contribuyen al cambio climático, sino que también contaminan ríos y acuíferos, afectando la calidad del agua y la salud de los ecosistemas.
La aplicación de tecnologías como sensores de suelo, biofertilizantes y sistemas de manejo de precisión puede reducir significativamente las emisiones de N₂O. Pero su adopción masiva requiere apoyo técnico, capacitación y políticas públicas coherentes que incentiven una transición hacia una fertilización racional.
Innovar para producir sin contaminar
La ciencia agrícola busca soluciones para frenar las emisiones sin comprometer el rendimiento. Una de las estrategias más prometedoras es el desarrollo de inhibidores de la nitrificación, compuestos que retrasan la conversión del nitrógeno en formas gaseosas. Otras alternativas incluyen la rotación de cultivos, el uso de leguminosas fijadoras de nitrógeno y la aplicación de fertilizantes de liberación controlada.
La digitalización del campo también juega un papel clave. La agricultura de precisión, que emplea drones, satélites y modelos predictivos, permite aplicar fertilizantes solo donde y cuando son necesarios, reduciendo el desperdicio. La inteligencia artificial y el análisis de datos pueden ayudar a optimizar estas prácticas en tiempo real, reduciendo emisiones y costos.
Urgencia de una acción global coordinada
El informe de Naciones Unidas concluye que las emisiones de N₂O deben reducirse al menos un 20 % para 2050 si se quiere mantener la trayectoria del Acuerdo de París y evitar un calentamiento global superior a los 1,5 °C. Para ello, los gobiernos deben integrar el control del nitrógeno en sus políticas climáticas, de la misma forma en que se regulan las emisiones de CO₂ y metano.
Sin embargo, la transición no será sencilla. La agricultura depende del nitrógeno para sostener la productividad y alimentar a una población mundial en crecimiento. Por ello, la clave no está en eliminar su uso, sino en hacerlo más eficiente.
Organismos internacionales como la FAO, el IPCC y el PNUMA promueven la adopción de prácticas agrícolas sostenibles y el establecimiento de metas nacionales de reducción de emisiones de N₂O. El desafío consiste en equilibrar la seguridad alimentaria con la sostenibilidad ambiental en un contexto global de crisis climática.
Un llamado a repensar el ciclo del nitrógeno
La aceleración de las emisiones de óxido nitroso revela un punto ciego en la gestión del cambio climático. Mientras la atención global se ha centrado en el CO₂ y el metano, el N₂O avanza silenciosamente, socavando los esfuerzos de mitigación.
Su control requerirá no solo innovación tecnológica, sino también un cambio de paradigma en la forma en que se entiende y se practica la agricultura. Reducir la dependencia del nitrógeno sintético, restaurar la fertilidad natural de los suelos y fomentar políticas que integren producción y conservación serán pasos esenciales para frenar este “supercontaminante” antes de que su impacto sea irreversible.
Referencias
“Nitrous oxide emissions accelerate as agriculture drives climate threat.” Chemistry World, noviembre de 2025. Disponible en: https://www.chemistryworld.com/features/nitrous-oxide-emissions-accelerate-as-agriculture-drives-climate-threat
