Fumar mata a 8 millones de personas cada año en todo el mundo, pero imaginemos si el tabaco pudiera usarse para fabricar medicamentos. La idea no es nueva: el tabaco se ha utilizado como medicina herbal en el pasado. Pero ahora, en la era de la ingeniería genética, el tabaco bien puede convertirse en el futuro de la producción farmacéutica en la Tierra y más allá.
Katie Moore escribe sobre la bioingeniería del tabaco y sus perspectivas en la Tierra y en el espacio en un artículo en The Conversation.
Los exploradores europeos encontraron tabaco por primera vez en América en el siglo XVI. Allí, los pueblos indígenas lo han utilizado durante siglos, ya sea por inhalación, ingestión o aplicación tópica, como remedio para una variedad de dolencias como dolores de cabeza, resfriados, úlceras y trastornos estomacales.
El tabaco se convirtió en una panacea en la Europa del siglo XVI: se prescribía para casi todo. Sin embargo, el uso más extraño fue probablemente el de tratar los síntomas de ahogamiento en el siglo XVIII. En el río Támesis, en Londres, se guardaban kits de enema con humo de tabaco: aquellos que habían tragado el agua volvían a la conciencia de esta extraña manera. Si alguien se cayera, se despertaría con una descarga eléctrica utilizando uno de estos kits. Se creía que el humo del tabaco proporcionaba calor y estimulación.
Aunque hay poca evidencia de que el tabaco sea inherentemente medicinal, sus daños fueron reconocidos ya en el siglo XVIII y hoy los paquetes de cigarrillos llevan etiquetas de advertencia.
Muchos de nuestros medicamentos modernos se elaboran a partir de plantas; por ejemplo, el medicamento quimioterapéutico contra el cáncer, Taxol, se elabora a partir de árboles de tejo. Estos medicamentos son moléculas diminutas. Pero si necesitamos algo más complejo, como un fármaco basado en proteínas como la insulina o una vacuna, entonces el equipo utilizado se vuelve mucho más técnico.
La mayoría de estos medicamentos más complejos son producto de un tipo de ingeniería genética llamada tecnología recombinante. El material genético necesario para producir, por ejemplo, insulina, se combina con el material genético de la célula. Esta célula (que podría ser una bacteria, una levadura o una célula animal) ahora producirá insulina junto con todas sus propias proteínas. Es muy parecido a un niño que mete a escondidas una barra de chocolate entre el resto de la compra de sus padres.
Esta tecnología es extremadamente costosa (alrededor de 2.000 millones de dólares) debido a los enormes tanques o biorreactores que se requieren para cultivar células recombinantes en condiciones estériles. Esto dificulta que los países de bajos ingresos accedan a este tipo de productos farmacéuticos.
Es aquí donde el tabaco puede desempeñar un papel. Al igual que las células recombinantes que se utilizan actualmente, las plantas también pueden modificarse genéticamente para producir productos farmacéuticos. Sin embargo, las plantas sólo necesitan tierra, agua y luz solar para crecer. El tabaco es el cultivo de hoja no comestible más grande. Se presta bien a la modificación genética y es una potencia absoluta a la hora de producir proteínas, tanto propias como introducidas. Esto, combinado con su alta biomasa, hace que las plantas de tabaco sean las más adecuadas para la producción farmacéutica. En 2012, la empresa canadiense Medicago demostró la velocidad del tabaco como plataforma de producción. Utilizaron tabaco para producir más de 10 millones de dosis de vacuna contra la gripe en un mes. Teniendo en cuenta que el mundo puede producir 40 millones de dosis de la vacuna al mes, este fue un logro innovador.
Se están realizando varios ensayos clínicos de “inmunoterapia con tabaco” para enfermedades como el VIH e incluso la enfermedad por el virus del Ébola. En Estados Unidos ya se ha autorizado el uso de emergencia de un tratamiento para los trabajadores de la salud que regresaron tras el brote de ébola de 2014. Estas enfermedades afectan desproporcionadamente a los países de bajos ingresos, y en ellos ya se cultiva predominantemente tabaco.
El tabaco se utiliza incluso para la inmunoterapia contra el cáncer, donde se estimula el sistema inmunológico para combatir las células cancerosas, con pocos efectos secundarios en comparación con la quimioterapia tradicional. Sin embargo, aunque los medicamentos todavía son prohibitivamente caros, la tecnología promete hacerlos más accesibles.
Fumar ha causado enormes daños a la salud humana en todo el mundo, así que ¿por qué no reutilizar estos cultivos?
El tabaco, originario de América, es resistente y se puede cultivar en todo el mundo. Gracias a la facilidad de la modificación genética, el tabaco podría volverse aún más productivo al hacerlo resistente a la sequía.
Mirando hacia el futuro, si planeamos visitar o colonizar otros planetas, necesitaremos medicinas, y cultivar tabaco, por ejemplo, en Marte, ya no parece tan fantástico. Un paquete de semillas de tabaco ocuparía mucho menos espacio en un cohete que un suministro de insulina para cinco años, o un biorreactor entero, en realidad. Además, el tabaco es una fuente inagotable: recolecta semillas y replanta.
Pero antes de ir a Marte, tenemos que abordar cuestiones aquí en la Tierra, y la sostenibilidad es una de ellas. Las plantas de las que hoy extraemos medicinas, como el tejo, están en peligro de extinción. Un nuevo campo es la ingeniería del tabaco, que nos permite producir los mismos medicamentos que normalmente extraemos de estas plantas.
Fuente: The Conversation. Autor: Katie Moore.
Fotografía de fuentes abiertas.
