La sequía se ha convertido en uno de los grandes enemigos de la agricultura moderna.
Redacción Mundo Agropecuario
Con el avance del cambio climático, los periodos de estrés hídrico son cada vez más frecuentes y severos, afectando directamente a la productividad de los cultivos básicos que sostienen la alimentación mundial. Entre ellos, el maíz ocupa un lugar central, pues es fuente de alimento, forraje y materia prima para múltiples industrias. Por eso resulta especialmente relevante un estudio internacional encabezado por la Universidad de Bonn, que analizó más de nueve mil variedades de maíz con un objetivo claro: comprender cómo las raíces determinan la capacidad de la planta para resistir la falta de agua.
El hallazgo más llamativo de la investigación es que la arquitectura radicular, es decir, la forma y distribución de las raíces en el suelo, varía enormemente entre variedades, y estas diferencias no son casuales. En las zonas más secas, las plantas desarrollan sistemas con menos raíces seminales pero más profundas, capaces de explorar capas inferiores del suelo en busca de agua. Este patrón contrasta con el de variedades cultivadas en regiones húmedas, que suelen concentrar raíces en las capas superiores, donde el agua está más disponible. El estudio demuestra que la adaptación a la sequía se ha ido forjando de manera natural en el material genético del maíz y que la clave de la resiliencia está literalmente bajo tierra.
Además de las diferencias morfológicas, los científicos identificaron genes que regulan cómo la planta asigna sus recursos entre la parte aérea y el sistema radicular. El hallazgo de un gen en particular, relacionado con el desarrollo de raíces más largas y eficientes, abre una oportunidad de oro para los programas de mejoramiento. En el futuro, podría ser posible seleccionar o editar genéticamente variedades con este rasgo, de modo que las nuevas semillas ofrezcan un rendimiento más estable incluso en temporadas con lluvias escasas.
Las implicaciones prácticas para los agricultores son profundas. En regiones semiáridas o con precipitaciones irregulares, optar por semillas que promuevan un mayor desarrollo radicular puede marcar la diferencia entre perder una cosecha o asegurar una producción aceptable. A esto se suma la necesidad de aplicar prácticas de manejo del suelo que favorezcan el crecimiento de las raíces: evitar la compactación, mantener coberturas vegetales y reducir la labranza excesiva. Todo ello contribuye a que la planta exprese su potencial genético de adaptación frente a la sequía.
El estudio también deja en claro que no existe una solución única. La tolerancia a la falta de agua es un fenómeno complejo en el que intervienen muchos factores: desde la eficiencia fotosintética hasta la capacidad de retener agua en el tejido foliar. Sin embargo, la raíz es el primer eslabón de esta cadena y, hasta ahora, uno de los menos considerados en el mejoramiento genético del maíz. Dirigir la atención hacia abajo del suelo representa un cambio de paradigma para la agricultura del siglo XXI.
Para los investigadores, este trabajo es apenas un punto de partida. La próxima etapa será evaluar estas variedades y sus genes asociados en condiciones reales de campo, en diferentes continentes, con distintos tipos de suelo y bajo escenarios variables de fertilidad. Solo así se podrá determinar si la promesa de raíces más eficientes se traduce en rendimientos más estables y en una menor vulnerabilidad frente a la crisis climática.
Mientras tanto, el mensaje es claro: las raíces son la base de la resiliencia. Entender cómo funcionan y potenciar su desarrollo puede ser una de las estrategias más eficaces para garantizar la seguridad alimentaria en un mundo más cálido y con recursos hídricos cada vez más limitados.
Referencias
- Universidad de Bonn. Roots are a key to drought-tolerant maize. (2024).
- BMC Genomics. ZmGRAS15 enhances primary root growth under drought stress in maize. (2025).
