Un relevamiento realizado por el INTA y la Secretaría de Agricultura de la Nación determinó que, en la Argentina, funcionan 27 plantas de biogás industriales que transforman residuos orgánicos en energía y en un biofertilizante. Esta información es clave para aprovechar las oportunidades de mercado y conocer los desafíos del sector.
La tecnología de digestión anaeróbica es ampliamente utilizada para el procesamiento de residuos orgánicos, consolidándose con la implementación de plantas de biogás. Esta tecnología permite transformar los residuos en energía y en un efluente llamado digerido, rico en nutrientes y elementos esenciales para el crecimiento de las plantas, y con alto potencial para ser utilizado como biofertilizante. Debido a que se trata de una actividad con grandes oportunidades de mercado, el INTA junto con la Secretaría de Agricultura de la Nación hicieron un relevamiento para determinar la cantidad de plantas de biogás que funcionan en el país y sus capacidades para producir biofertilizantes en la Argentina.
“En la Argentina, la mayoría de las plantas de biogás instaladas se han centrado en la valorización energética a partir de biogás, pero no en el aprovechamiento del digerido”, expresó Patricia Bres, investigadora del INTA y especialista en biodigestión anaeróbica de residuos orgánicos, quien señaló que existe un gran desconocimiento sobre las propiedades, el uso y la aplicación agrícola de los digeridos.
Por esto, desde el INTA junto con la Dirección de Bioenergía –de la Secretaría de Agricultura de la Nación– llevaron a cabo diferentes actividades para brindar información sobre producción, manejo y gestión de los digeridos en agricultura.
En este marco, se realizó el primer registro sistematizado de las plantas de biogás que se encontraban operativas para recopilar información sobre su estado. Se registraron un total de 27 plantas a gran escala, ubicadas principalmente en la región pampeana, dedicadas en su mayoría a producir electricidad. Las principales provincias que apostaron por esta tecnología son Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.
“A partir de una encuesta relevamos qué se hace con los digeridos que se producen, qué procesamiento y sistema de tratamiento aplican, cuáles son sus destinos y sistemas de almacenamiento principales, entre otros”, detalló Bres quien indicó que “esta información es clave para encontrar cuáles son las oportunidades de mercado y los desafíos que enfrentan los productores, empresarios y proveedores de tecnología en esta temática de alta demanda nacional”.
Según el relevamiento, el 62 % de las plantas procesa residuos de origen agrícola-ganaderos, como los estiércoles de animales y silaje de maíz. “Por lo tanto, el sector agrícola-ganadero juega un rol importante en el uso de la tecnología de digestión anaeróbica bajo un contexto de economía circular, alentando un flujo constante de transformación de los residuos en recursos y en productos que reingresan al sistema productivo.
En cuanto a la producción de digeridos, el 50 % de las plantas de biogás realiza una separación mecánica del digerido, lo que genera una fracción sólida y una fracción líquida. “Esto representa oportunidades para incrementar el valor agregado del digerido, ya que permite generar dos potenciales bioinsumos, una enmienda o compost a partir del digerido sólido y un biofertilizante a partir del digerido líquido”, puntualizó la investigadora del INTA.
El principal destino del digerido, en sus distintas composiciones, es la aplicación en el campo para el uso en agricultura. En este sentido, el 70 % aplica el digerido líquido en terrenos propios con plan de manejo agrícola y, en el caso del digerido sin separación, se aplica en igual medida, tanto en terrenos propios como no propios. La aplicación principal es en pasturas (41 %), así como en cultivos de maíz (25 %), soja (17 %) y trigo (17 %), siendo la técnica en superficie el principal método utilizado.
“Un dato importante, según estos resultados, es que la mayoría de las plantas (70 %) no realiza ningún tipo de tratamiento en el digerido sólido y solo dos plantas realizan compostaje, almacenándose en playones o sobre la superficie del suelo al aire libre”, detalló Bres quien indicó que el 80 % trata el digerido líquido mediante lagunas de estabilización, que funcionan también como reservorio. “El inconveniente del tratamiento por lagunas es que se saturan y pueden colmatarse rápidamente, además de liberar a la atmosfera gases de efecto invernadero (GEI), como los compuestos nitrogenados (NOx), el metano (CH4) y el dióxido de carbono (CO2), con un alto impacto al ambiente. La gran mayoría (89 %) de las lagunas de estas plantas de biogás se encuentran sin cubierta protectora.
Si bien un 44 % de las lagunas que almacenan digerido líquido cuenta con sistema de impermeabilización, hay una parte no menor que no presenta esta protección al suelo. Por este motivo, “los sistemas de almacenamiento deben ser construidos asegurando la impermeabilización del suelo y la contención del agua, a fin de evitar la lixiviación por filtración del líquido y los consecuentes riesgos de contaminación del suelo y aguas subterráneas”, expresó Bres quien advirtió que una de las conclusiones de este primer relevamiento es que “se deben mejorar los sistemas de tratamiento y almacenamiento, ya que es uno de los mayores desafíos para las plantas de biogás”.
En este sentido, Bres destaca la necesidad de incluir un mayor seguimiento de calidad del digerido y la incorporación de buenas prácticas de manejo para un uso eficiente y seguro como fertilizante agrícola, debido a que el informe también relevó un escaso control de la calidad, especialmente en los indicadores del nivel de higienización y de toxicidad, siendo estos parámetros relevantes para determinar su aptitud para ser utilizado en agricultura, y así́ minimizar impactos negativos en el ambiente y en la salud humana.
“El desconocimiento de la existencia de un marco normativo fue el motivo de mayor preponderancia en cuanto a las dificultades actuales para el uso del digerido”, explicó la investigadora y afirmó: “Se evidencia la necesidad de implementar políticas públicas que promuevan la valorización del digerido, con el acompañamiento de desarrollos tecnológicos, buenas prácticas de manejo, y una mayor comunicación y difusión de las normativas y regulaciones existentes sobre el uso seguro del digerido en nuestro país”.