Verduras con memoria: lo que recuerda una lechuga

Cuando pensamos en la memoria, solemos imaginar cerebros, neuronas y recuerdos personales. Sin embargo, la ciencia ha comenzado a demostrar que incluso organismos sin cerebro, como las plantas, son capaces de una forma básica de memoria. Entre estas, la lechuga —una hortaliza común en ensaladas— ha llamado la atención de los investigadores por su capacidad de «recordar» estímulos ambientales. ¿Cómo es posible que una verdura sin sistema nervioso sepa qué hacer en determinadas situaciones? La respuesta podría cambiar por completo nuestra percepción de la inteligencia en el mundo vegetal.

¿Pueden las plantas tener memoria?

Aunque carecen de cerebro, las plantas cuentan con sistemas de señalización química y eléctrica sorprendentemente sofisticados. Según estudios recientes en el campo de la neurobiología vegetal, las plantas pueden registrar, almacenar y utilizar información del ambiente para modificar su comportamiento.

Una forma de memoria en plantas es la memoria epigenética, un proceso mediante el cual ciertos estímulos ambientales alteran la expresión génica de forma duradera, sin cambiar el ADN en sí. Por ejemplo, si una planta experimenta una sequía, puede ajustar su fisiología para resistir mejor futuros periodos de escasez de agua. Esta adaptación no solo le sirve a ella, sino también a su descendencia.

El caso particular de la lechuga

La lechuga (Lactuca sativa) ha sido objeto de múltiples estudios sobre ritmos circadianos y memoria vegetal. En un experimento llevado a cabo por investigadores del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) en Francia, se demostró que las semillas de lechuga tienen una forma de «reloj interno» que puede ser condicionado por estímulos luminosos.

Cuando se expone a la luz en momentos específicos del día, la lechuga puede «aprender» a germinar en condiciones similares, incluso después de que los estímulos cesan. Este fenómeno se conoce como entrenamiento circadiano. En otras palabras, la lechuga recuerda cuándo es más conveniente crecer según su historia de exposición a la luz.

Memoria y defensa

Otro tipo de memoria vegetal en la lechuga es la que involucra respuestas de defensa. Las lechugas, como otras plantas, pueden recordar haber sido dañadas o atacadas, por ejemplo, por insectos herbívoros. Tras un ataque, activan genes defensivos y producen compuestos químicos como los taninos o compuestos fenólicos, que vuelven sus hojas menos apetitosas. Lo interesante es que este estado de alerta puede mantenerse durante días, e incluso trasmitirse a otras partes de la planta.

Además, estudios han demostrado que las plantas pueden comunicarse entre sí a través de compuestos volátiles. Una lechuga que «recuerda» un ataque puede advertir a las plantas vecinas, lo que provoca en ellas una activación anticipada de defensas. Es una forma de memoria social que desafía nuestras nociones de comportamiento vegetal.

Memoria sensorial y toma de decisiones

Investigaciones recientes, como las del Dr. Stefano Mancuso, uno de los fundadores de la neurobiología vegetal, han mostrado que las plantas pueden integrar múltiples tipos de información —luz, humedad, gravedad, presión— y responder de forma selectiva, lo cual implica una forma de toma de decisiones basada en «experiencias» anteriores.

Aunque esta memoria no es consciente como la humana, sí representa una capacidad adaptativa: si una lechuga ha crecido en un ambiente seco, modificará su arquitectura radicular para maximizar la absorción de agua, aun si las condiciones cambian. Esta forma de aprendizaje implica una retención de información del entorno que afecta comportamientos futuros.

Implicaciones filosóficas y agrícolas

El hecho de que una lechuga tenga algún tipo de memoria plantea preguntas fascinantes. ¿Hasta qué punto son conscientes las plantas? ¿Pueden sufrir? Aunque la ciencia aún no respalda la existencia de una conciencia vegetal, sí revela que las plantas son mucho más complejas e interactivas de lo que se pensaba.

Desde el punto de vista agrícola, entender la memoria vegetal puede ser clave para desarrollar cultivos más resistentes al cambio climático, diseñar sistemas de cultivo inteligentes y mejorar el rendimiento mediante el «entrenamiento» de las plantas para enfrentar estresores ambientales.

Las lechugas no escriben diarios ni guardan fotografías, pero sí recuerdan. Recuerdan cuándo germinar, cómo defenderse y qué condiciones ambientales enfrentaron. Esta forma de memoria vegetal, aunque primitiva comparada con la humana, demuestra que la inteligencia no es exclusiva de los animales. En el silencio de su crecimiento, las plantas están tomando decisiones, adaptándose y recordando, de maneras que apenas comenzamos a comprender.


Referencias

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