Algunas ideas para la producción de soya en Venezuela. Parte 1


Pedro Raúl Solórzano Peraza


I/4.-MARCO DE REFERENCIA

Vamos a comenzar este tema presentando algunos episodios del pasado y del presente del cultivo de la soya en Venezuela y algunas proyecciones para su futuro, que puedan servir como marco de referencia para una mejor planificación de los posibles programas comerciales con este cultivo en el país.

El pasado de la soya en Venezuela ha estado lleno de incertidumbre. En un principio, no se pudo escapar a su necesidad ya que es la principal fuente de aceites comestibles del mundo y durante los últimos años hemos estado importando más de un millón de toneladas de soya, principalmente en forma de harina desgrasada como concentrado proteico para la elaboración de alimentos balanceados para animales y como aceite comestible; y una pequeña proporción la hemos importado en forma de grano para su industrialización en el país. A pesar de esta importancia del grano de soya para nuestra alimentación, en el pasado su cultivo en Venezuela estuvo caracterizado por la siembra de  superficies relativamente pequeñas, que sin embargo permitieron preparar un paquete tecnológico para el manejo del cultivo y promover investigaciones para desarrollar y evaluar genotipos de buen comportamiento en nuestras áreas agrícolas.

El presente de la soya en nuestro país, a pesar de haber ocurrido un incremento en las áreas sembradas, es deprimente, ya que se han planteado programas para mejorar su producción que no han tenido el éxito esperado; quizás por no tomar en cuenta el pasado, por no creer en nuestro conocimiento y basar dichos programas en tecnología extranjera que quiere imponerse sin evaluación previa. En otras oportunidades, por tener al frente de estos programas a personas que no conocen el cultivo, en ocasiones a extranjeros que no conocen nuestro medio rural y mucho menos las características de nuestros productores. Recordemos la experiencia con el Grupo Grobo, muy exitoso en su natal Argentina, con un contrato millonario del gobierno venezolano para la siembra de miles de hectáreas que prácticamente se perdió en su totalidad. Esto ha contribuido al fracaso de dichos programas que han tenido un costo enorme sin retribución alguna.

En el presente de la soya tenemos que hacer referencia a un nuevo movimiento para su producción en todo el país, pero que tiene sus más dinámicos propulsores en Portuguesa, lo han denominado “La Ruta de la Soya”, y han estado realizando siembras comerciales tanto en la temporada de lluvias como en el ciclo de Norte-Verano que ocurre en los Llanos Occidentales. Los resultados, sin haber sido extraordinarios, sí han sido prometedores en la medida que se vayan ajustando algunas prácticas agronómicas. En lo personal, le auguro un buen futuro a este esfuerzo, ya que ha sido iniciativa de los propios agricultores y quizás represente su participación en lo que hace unos años, en el 2005, consideré el renacimiento o palingenesia de la soya en Venezuela.

El futuro del cultivo de la soya en Venezuela, al igual que el de la mayoría de los cultivos que se pueden producir en el país, va a depender mucho de las políticas agrícolas que se implementen. Si realmente queremos lograr una soberanía alimentaria debemos dedicarnos a la producción agrícola organizada, priorizada, en la cual el cultivo de la soya debe tener una posición preponderante. La producción de este grano en el país debe servir para disminuir sustancialmente la importación de alimentos (aceites comestibles y concentrados proteicos) y para incrementar la producción agrícola interna, para aumentar significativamente y productivamente la ocupación de la gente del campo y para mejorar la fertilidad de nuestros suelos al incorporarles nitrógeno en forma natural, entre otros beneficios increíbles. 

No debemos permitir que nuestra riqueza petrolera y nuestra economía rentista sirvan de base para alimentar la flojera y la incuria en nuestros campos agrícolas, que aún permanecen productivos, gracias entre otras cosas, al tesón de nuestros agricultores.

Con excepción de las zonas montañosas y aquellas que permanecen la mayor parte del año cubiertas con agua, prácticamente todas las regiones del país han sido utilizadas con mayor o menor intensidad para la evaluación y producción comercial de soya; sin embargo, pocas de ellas han presentado las condiciones adecuadas para el éxito del cultivo. Las primeras siembras comerciales exitosas, promovidas por Protinal, C.A., se realizaron en el Valle de Aroa, estado Yaracuy, en el año 1967, con la variedad Improved Pelican que había sido la única con adaptabilidad suficiente para emprender estos programas comerciales, demostrándose que esta zona del país tiene un gran potencial para la producción de este grano. A partir de este momento se comenzaron a realizar siembras en otras regiones con resultados más o menos favorables, pero estos primeros intentos de establecer el cultivo dentro de nuestros programas agrícolas terminaron en 1975-76, siendo una de las causas principales el precio del grano, el cual era tan bajo que impedía que la soya compitiera con otros cultivos de mayor tradición y buenos rendimientos.

A mediados de los años setenta, en la Universidad de Florida, USA, se produjo la variedad Júpiter, de comportamiento muy aceptable en regiones tropicales, la cual comenzó a ser evaluada y multiplicada en Venezuela a partir de 1976 con resultados bastante satisfactorios. Esta variedad vino a reforzar a la variedad Improved Pelican y a la vez se utilizó como material para desarrollar nuevas variedades tropicalizadas.

A principio de los años ochenta se comenzó a evaluar el manejo de las sabanas orientales para la producción de soya, lográndose ensamblar distintos aspectos tecnológicos para lograr el establecimiento exitoso del cultivo de soya en esta región del país. Como consecuencia de estos esfuerzos, las sabanas de Anzoátegui y Monagas han sido asiento de la mayor actividad comercial con el cultivo de la soya, y hasta final de los años ochenta y principio de los noventa aún se consideraba como un cultivo de importancia. Cabe destacar que en 1988 se llegó a sembrar con soya en esta región cerca de 10.000 ha con excelentes resultados, indicando que esta zona del país puede llegar a ser la más importante para el desarrollo del cultivo de la soya en Venezuela. Efectivamente, para el año 2010, cuando se señala según cifras oficiales que se ha llegado a sembrar en el país unas 41.000 ha  con soya, más del 80% se ubicó en esta región. 

En 1979, en el marco del Programa Fundación Polar-Fusagri, se presentan los primeros resultados de sus trabajos con soya correspondientes a los Llanos Occidentales. En esta región se concluyó que las altas precipitaciones y su gran variabilidad hacia finales de año, dificultan la cosecha y favorecen enfermedades del grano. Por esta razón, a partir de 1980 este programa se concentró hacia la región nor-oriental del país, desde El Sombrero en Guárico hasta El Tigre en Anzoátegui, con menores lluvias y mejor definidas hacia finales de año que en los Llanos Occidentales, por lo que se consideró, y así resultó, con mejores condiciones para la explotación comercial de la soya.

Sin embargo, los Llanos Occidentales no se deben descartar para la producción de soya, ya que es factible sembrarla como segundo cultivo en lo que se conoce como ciclo Norte-Verano. Esta opción aún puede requerir algunas evaluaciones, entre otras cosas, en lo referente al manejo de las fechas de siembra, ciclo de vida de las variedades, nuevas variedades, fertilización residual y otros aspectos agronómicos.

En conclusión, hasta los momentos actuales se tiene que las mejores zonas de Venezuela para la producción de soya están ubicadas en una extensa área de las sabanas orientales de Anzoátegui y Monagas, buena parte de la zona de producción de maíz y similares en el estado Guárico y los Llanos Occidentales en el ciclo Norte-Verano con algunas evaluaciones previas. Otras zonas ubicadas en Yaracuy, Aragua, Carabobo, Lara y Zulia, donde se han realizado siembras menores con relativo éxito, ameritan algunas evaluaciones antes de lanzarse a programas de grandes extensiones, especialmente en lo relativo a comportamiento de variedades y manejo de los ciclos de lluvia y fotoperíodo, en conjunción con las fechas de siembra y poblaciones de plantas.

Mundo Agropecuario republica esta serie de artículos del año 2017 de nuestro colaborador Pedro Raúl Solorzano Peraza, dada la validez y vigencia del mismo creemos que refrescar esta opinión ayuda y vuelve a poner en primera linea este importante tema para la agricultura venezolana.


Pedro Raúl Solórzano Peraza es colaborador destacado de Mundo Agropecuario

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