Plantas quimera: arte y ciencia de los injertos


Según la mitología clásica, las quimeras eran seres que tenían cabeza, vientre y cola de diferentes animales.


Carlos Frey, Universidad de León; Antonio E. Encina García, Universidad de León, and José Luis Acebes Arranz, Universidad de León


Por extensión, se denominan así los organismos simples que se han desarrollado de individuos diferentes. Pues bien, aunque parezca extraño, estamos rodeados de cultivos formados por organismos quimera.

Actualmente gran parte de las plantas de cultivo (exceptuando las monocotiledóneas como los cereales) son combinaciones entre dos organismos diferentes. Esto se consigue gracias a la técnica del injerto, que consiste en cortar y pegar dos (o más) plantas para que crezcan como una sola. Por lo general, una de las partes aporta las raíces (portainjerto, pie o patrón) y otra la parte aérea (la variedad, vástago, injerto o púa) (figura 1).

El uso del injerto tiene milenios de historia. De hecho, fuentes griegas y romanas indican que el injertado ya era ampliamente practicado en la región mediterránea en el siglo V a. e. c.

Figura 1. Representación esquemática de un injerto. La variedad aporta la parte aérea de la nueva planta mientras que el portainjerto aporta el sistema radical. Carlos Frey, Author provided

¿Por qué son importantes los injertos?

La técnica del injerto está ampliamente extendida en el mundo y se utiliza en el cultivo de muchas especies de plantas. Las vides y la mayoría de los frutales (cítricos, manzanos, perales, almendros y castaños), así como numerosas especies hortícolas (calabaza, calabacín, melón, sandía berenjena, pimiento y tomate) se cultivan como plantas injertadas de manera sistemática.

Los beneficios del injerto se deben a la sinergia que ofrece el obtener una planta quimera que suma los atributos positivos de dos plantas distintas. Por un lado, la variedad aporta el tipo de recurso deseado, generalmente un fruto, con propiedades óptimas. Por el otro, el portainjerto aporta resistencia a uno o varios tipos de estrés, capta más agua y nutrientes o aumenta el vigor de la planta injertada.

La vid y los cítricos injertados

La vid y los cítricos son dos claros ejemplos de cultivos ligados muy estrechamente a la técnica del injerto (figura 2). En el siglo XIX, una plaga de un hasta entonces desconocido insecto procedente de América, la filoxera (Daktulosphaira vitifoliae), arrasó los viñedos de Europa, incluidos los de España.

Tras este suceso, se comprobó que el uso de determinados portainjertos de vid lograba superar la plaga. Aún hoy, por ley en España, deben ser empleados portainjertos resistentes a este insecto; sin estos no se produciría ni vid, ni vino.

En cuanto a los cítricos, las plantaciones deben iniciarse a partir de ejemplares certificados, libres de virus e injertados sobre portainjertos tolerantes al virus de la tristeza de los cítricos. Este virus asoló muchas plantaciones en el pasado siglo ocasionando la enfermedad de la tristeza por la cual los árboles llegaban a morir en apenas unas semanas.

Figura 2. Plantas de vid (izquierda) y cítricos (derecha) injertadas y certificadas. Marianne Casamance / Wikimedia Commons (izq.) y Mongi Zekri, UF / IFAS (dcha.), CC BY-SA

El tomate injertado

El tomate es una de las hortalizas más cultivadas a escala mundial. Su injerto está tan generalizado que tan solo en España se producen al año más de 72 millones de plantas de tomate injertadas.

Los injertos se emplean en tomate para aportar resistencia a nematodos, hongos y bacterias (figura 3, izquierda) e incrementar la tolerancia a altas y bajas temperaturas, a la salinidad del suelo y a condiciones de sequía. Además, pueden aumentar el vigor de la planta y su rendimiento.

Un curioso caso de tomate injertado es el Tomtato®, una ingeniosa idea en la que se combinan tomate (parte aérea) y patata (parte radical) obteniendo de una misma planta frutos (tomates) y tubérculos (patatas) (figura 3, derecha).

Figura 4. Izquierda: tomates injertados con portainjertos resistentes al marchitamiento bacteriano (izquierda) y tomates no injertados (derecha), ambos expuestos a la enfermedad. Derecha: Tomtato, tomate y patata creciendo como una única planta. Josh Freeman (izq.) y Thompson & Morgan (dcha.)

¿Cómo hacer un injerto?

Realizar un injerto puede ser sencillo, aunque requiere algo de pericia y ciertos cuidados. En especies hortícolas no leñosas es recomendable hacer el injerto sobre plantas jóvenes con no más de dos palmos de altura. Se necesita un instrumento de corte (navaja, cuchillo, bisturí, cúter…) limpio y desinfectado (por ejemplo, con alcohol).

El corte más sencillo consiste en seccionar el tallo del portainjerto y variedad cerca de la parte basal, con un ángulo de 45°. El tallo de la variedad se empalma con la parte radical del portainjerto y la unión se fija con instrumentos diversos: cuerda, papel, plástico, cinta, pinzas o clips especiales para injertos.

Tras la fijación del tallo seccionado, las plantas injertadas se deben colocar en condiciones de alta humedad relativa y baja iluminación durante al menos una semana. En el vídeo que sigue a este párrafo se puede ver cómo es el proceso de injertado de tomate en un vivero profesional.

Injerto de tomate en un vivero profesional. Fuente: K-State Research and Extension.

Por otro lado, las plantas leñosas se suelen injertar cuando el crecimiento se detiene y las yemas están dormidas en la estación fría. Los tipos de injerto son muy variados y normalmente las uniones se rodean de cintas, cuerdas, plásticos o parafina, a modo de elementos de sujeción y protección, evitando especialmente que dicha zona se deshidrate.

En el caso del injertado masivo de vid, se suele emplear injerto de tipo omega. En el vídeo que sigue a este párrafo se puede ver cómo se realiza en un vivero profesional

Injerto de vid en taller. Fuente: Viveros Villanueva Vides.

¿Cómo consigue sobrevivir una planta injertada?

En el momento que se realiza un injerto se ejerce una gran herida en la planta que desconecta la parte aérea respecto de la raíz al romper los vasos, impidiendo que lleguen a aquella el agua y los nutrientes minerales. En contraparte, el portainjerto, que aporta la raíz, deja de recibir los compuestos derivados de la fotosíntesis (figura 4, A).

Tras el corte, tanto variedad como portainjerto quedan en una situación crítica y rápidamente inician una secuencia de procesos, desde nivel de órgano a nivel molecular, que consiguen reparar el daño y restituir la funcionalidad del tallo injertado lo más rápido posible. Si la distancia genética entre ambas partes no es demasiado grande, la técnica de injerto ha sido buena y las condiciones ambientales posinjerto son las adecuadas, probablemente el injerto tendrá éxito.

En el proceso participan diversos tejidos del tallo (el cámbium o procámbium, entre otros) que comienzan a producir nuevas células para rellenar el espacio entre la variedad y el portainjerto, promoviendo su adhesión (figura 4, B). Más tarde, esas células de nueva formación proliferan y forman el cuerpo de lo que se llama callo de unión o unión de injerto (figura 4, C).

En una fase más tardía, dentro del callo de unión aparecen grupos celulares que comienzan a dividirse y diferenciarse para formar nuevos tejidos vasculares. Poco a poco los tejidos vasculares se unen restituyendo el transporte bidireccional entre portainjerto y variedad, consolidándose la unión unos días después (figura 4, D). Finalmente, ambas plantas crecerán como una sola.

Figura 4. Esquema del desarrollo de la unión de injerto hasta la reparación de la conexión vascular. Carlos Frey, Author provided

Las quimeras del mundo clásico eran seres mitológicos. Los injertos, sin embargo, son quimeras con las que hemos convivido durante siglos sin que nos percatásemos de su existencia e importancia. Detrás de ellas aún se esconden muchos nuevos usos y aplicaciones, así como descubrimientos científicos que expliquen con más detalle su formación y funcionamiento.

Carlos Frey, Contratado predoctoral en el Área de Fisiología Vegetal, Universidad de León; Antonio E. Encina García, Profesor de Fisiología Vegetal, Universidad de León, and José Luis Acebes Arranz, Catedrático de Fisiología Vegetal, Universidad de León

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.