Un equipo de investigación de la Universidad de Huelva ha establecido que el grosor del tallo y la presencia de compuestos antioxidantes influyen en la capacidad que tiene este cultivo para echar raíces
F. Descubre/DICYT Un equipo de investigación de la Universidad de Huelva ha identificado los factores biológicos que facilitan el enraizamiento de los esquejes de arándano. En la supervivencia de la planta influye, por un lado, el grosor del tallo, que debe medir entre 5 y 6 milímetros. Por otro lado, los expertos señalan que la presencia de compuestos fenólicos, es decir, una sustancia antioxidante beneficiosa para las plantas, facilita la capacidad de este cultivo para echar raíces.
Con esta información, los agricultores podrían emplear biofertilizantes ricos en estos compuestos para estimular el crecimiento vegetal. De este modo, adquieren un nuevo recurso para gestionar este cultivo, que habitualmente presenta dificultades para prosperar.
Se trata de la primera vez que se evalúa de forma detallada los factores anatómicos, morfológicos y bioquímicos que influyen en la capacidad de enraizamiento de las variedades Jewel y Violeta. En concreto, los expertos identifican los parámetros específicos que favorecen su supervivencia, como el diámetro del tallo del esqueje, y la presencia de ciertos compuestos biológicos y antioxidantes, llamados fenoles, que sirven para predecir el éxito en el cultivo de cada tipo de arándano. “Además, comprobamos que la variedad Jewel poseía un mayor éxito de enraizamiento”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Huelva Antonio Santos.
En el artículo ‘Comparative analysis of anatomical characteristics and phenolic compounds of two highbush blueberry (Vaccinium corymbosum L.) cultivars with different rooting ability of semi-hardwood cuttings’, publicado en Scientia Horticulturae, los investigadores señalan que este estudio proporciona una nueva perspectiva sobre cómo factores anatómicos, morfológicos y bioquímicos pueden influir en el éxito del cultivo de arándanos, abriendo así el camino para futuras investigaciones en este campo.
Dos variedades
Los expertos analizaron dos de las variedades de arándanos comerciales más frecuentes: Jewel y Violeta, para comprobar qué factores influían en su correcto enraizamiento. Para ello, en el mes de noviembre, cortaron estacas largas procedentes de otras plantas de arándano, las desinfectaron y las insertaron en una solución hormonal durante un minuto. A continuación, plantaron estos esquejes en un sustrato preparado con turba y arena.
Después, el equipo investigador introdujo las plantas en una cámara de nebulización a temperatura ambiental, donde recibieron agua pulverizada cada diez minutos. Estas condiciones permitieron una mayor estimulación de la raíz.
A continuación, los expertos evaluaron parámetros morfológicos, es decir, ‘de forma’, como el diámetro del tallo, número de hojas o longitud de las raíces. Luego, cortaron los esquejes en secciones para observar los fenómenos biológicos que habían ocurrido para que la planta produjera la raíz. Asimismo, analizaron los tejidos internos de la planta y aplicaron técnicas químicas para extraer los compuestos fenólicos vegetales, esto es, una sustancia que producen las plantas y tienen la función de proteger a la planta frente a agentes patógenos y reducir el desgaste celular.
Indicadores para el éxito
De este modo, el equipo investigador fue extrayendo muestras a lo largo de un mes y recogieron estos parámetros en un programa informático, que relacionó los parámetros morfoanatómicos y bioquímicos de la planta con su capacidad de enraizamiento. “Con este conocimiento, pueden emplearse hormonas o biofertilizantes que estimulen la segregación de fenoles y mejorar así la capacidad de los esquejes de arándano para echar raíces”, detalla Antonio Santos.
Los expertos del grupo interdisciplinar de la Universidad de Huelva e IFAPA abren así nuevas líneas de investigación en el campo de la propagación vegetal. El siguiente paso será emplear esta metodología con más variedades de arándano para comprobar si existe un marcador genético que facilite el enraizamiento.