Cómo conservar las semillas de calabaza


¿Para qué comprar bolsas cada año con la duda de si germinarán si puedes elegir lo mejor de lo mejor, de tus propias y probadas bellezas? Esto no es solo un ahorro, sino tu contribución personal a la gran causa de la independencia alimentaria, lejos de las fluctuaciones del mercado. Aquí tienes una forma sencilla de guardar semillas de calabaza y conseguir una buena germinación.


Todo empieza con la elección correcta. Conserva la variedad, no el híbrido. Si plantaste semillas de calabaza de un paquete marcado como «F1», es un híbrido. Estas semillas no repetirán las cualidades de la planta progenitora. Quién sabe qué crecerá. ¡Elige solo calabazas varietales!

La calabaza debe estar completamente madura (esto se evidencia por su intenso color y su tallo leñoso y duro), grande, lisa, sin imperfecciones ni signos de enfermedad. ¡Toma las semillas de la calabaza cuyo sabor te haya conquistado! Esto te garantiza que el próximo año obtendrás exactamente esa variedad que tanto te gusta.

Corta la calabaza por la mitad a lo largo, desde el tallo hasta la base. Con las manos o una cuchara grande, retira con cuidado toda la pulpa fibrosa junto con las semillas. Coloca todo en un tazón grande. No laves las semillas en un colador inmediatamente. Hay mucha pulpa, obstruirá la malla y tardarás mucho en limpiarlo todo. Es mejor separar primero la mayor parte de la masa en un tazón.

Ahora, la fermentación. ¿Por qué es necesaria? Este proceso separa de forma natural las fibras restantes y la cáscara pegajosa de la semilla. La fermentación destruye posibles patógenos en la superficie de la semilla que podrían causar enfermedades en el futuro y mejora significativamente la germinación.

Llena el recipiente con abundante agua tibia. No frotes las semillas ni intentes lavarlas. Deja el recipiente a temperatura ambiente de 1 a 3 días. Sí, burbujeará y desprenderá un ligero olor agrio (como a compota fermentada); ¡es normal!

Remueve el contenido una vez al día. Verás que las semillas vacías e inviables flotan en la superficie. Recógelas con cuidado y deséchalas. ¿Cómo sabes que el proceso ha terminado? Cuando la mayor parte de la pulpa se haya disuelto, el agua esté cubierta con una ligera espuma o película y las semillas estén limpias y ásperas al tacto. ¡Atención! ¡No expongas demasiado! Si las semillas empiezan a brotar en el recipiente, es demasiado.

Tras la fermentación, tenemos las semillas limpias y listas para secar. Transfiéralas a un colador de malla fina y enjuágalas bien con agua fría corriente, eliminando toda la mucosidad restante.

Extiende las semillas en una sola capa sobre una superficie completamente seca, lisa y sin pelusa. Papel de horno, vidrio o baldosas de cerámica son adecuados. No uses toallas de papel ni servilletas, ya que se empaparán y las semillas se pegarán fuertemente.

Secar en un lugar bien ventilado, alejado de la luz solar directa y de fuentes de calor (radiador, estufa). Remover periódicamente para que se sequen por todos lados.

El secado puede tardar entre varios días y una semana. La semilla terminada debe ser dura y crujiente, y su cáscara debe romperse con un chasquido característico, sin doblarse.

Lleva pequeños sobres de papel o bolsas de lona. Transpiran y evitan que las semillas se enmohezcan. Firma cada sobre. Indica el nombre de la variedad y la fecha de recolección. Créeme, en un año no recordarás cuál es cuál. Guarda los sobres firmados en un frasco grande de vidrio con tapa hermética o en un recipiente hermético. Guárdalos en un lugar fresco, oscuro y seco a una temperatura de -10 a +15 °C: en el sótano, en el estante inferior de un armario en la habitación más fresca. En estas condiciones, tus semillas conservarán su capacidad de germinación de 4 a 7 años.

El resultado es que te has convertido en el creador de la cosecha futura, has tomado lo mejor de la temporada actual y estás pasando el testigo a la próxima temporada.



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