Financiamiento climático para la ganadería en América Latina: la nueva frontera verde del sector agropecuario


Durante décadas, los productores ganaderos latinoamericanos fueron considerados los grandes ausentes del financiamiento climático global.


Redacción Mundo Agropecuario

A pesar de que el sector es responsable de cerca del 14 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, su acceso a fondos internacionales para mitigar y adaptarse al cambio climático ha sido mínimo. Sin embargo, esa tendencia está empezando a cambiar.

El informe “Climate Finance Roadmap for Livestock in Latin America and the Caribbean” (Climate Policy Initiative, 2024) plantea que la región podría movilizar más de 12.000 millones de dólares en inversiones verdes durante la próxima década, si logra vincular su ganadería con los mecanismos financieros de carbono, bonos verdes y fondos de sostenibilidad. La clave está en demostrar que los sistemas ganaderos pueden ser parte de la solución, no del problema.

América Latina cuenta con ventajas comparativas únicas: su biodiversidad, su potencial de captura de carbono y su vasta experiencia en sistemas silvopastoriles y rotacionales. Pero para acceder a financiamiento climático, los proyectos deben cuantificar sus beneficios ambientales con métricas verificables: reducción de emisiones, incremento de carbono en suelo, restauración de áreas degradadas y mejora de la biodiversidad.

En Colombia, el programa Ganadería Sostenible —apoyado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF)— es uno de los casos más emblemáticos. Desde 2017, ha convertido más de 200.000 hectáreas de pasturas degradadas en sistemas silvopastoriles, reduciendo la erosión y aumentando la captura de carbono en el suelo. El éxito del programa permitió que varios bancos locales incorporaran líneas de crédito “verdes” dirigidas a ganaderos que implementen prácticas sostenibles certificadas.

En Brasil, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) lanzó el programa Agro Verde 2030, que ofrece tasas preferenciales para productores que adopten sistemas de integración agricultura-ganadería-forestal (ILPF) o tecnologías de reducción de metano. A través de bonos de sostenibilidad, el país busca atraer capital privado que complemente la inversión pública, bajo el principio de “financiar emisiones positivas”: proyectos que generen beneficios ambientales medibles.

En Uruguay y Paraguay, los avances en trazabilidad digital están abriendo puertas a mercados climáticamente exigentes. La certificación de carne “baja en carbono” —que combina manejo sostenible del pasto, bienestar animal y reducción de la huella de transporte— permite acceder a mejores precios internacionales y financiamiento de exportadores europeos bajo criterios ESG (Environmental, Social, and Governance).

Sin embargo, el acceso al financiamiento climático sigue siendo un desafío para los pequeños y medianos productores, que carecen de capacidades técnicas para diseñar proyectos elegibles. Aquí entra el papel de las cooperativas y asociaciones rurales, que pueden agrupar productores bajo un mismo esquema de carbono o resiliencia climática, reduciendo costos de certificación y aumentando el volumen de impacto.

Otro obstáculo es la falta de datos confiables. Muchos países no cuentan con inventarios nacionales actualizados de emisiones ganaderas ni con sistemas estandarizados para medir la captura de carbono. Sin esas métricas, es difícil garantizar transparencia a los inversionistas internacionales. En respuesta, instituciones como el CIAT y la FAO trabajan en protocolos regionales que permitan reportes comparables y verificables.

El financiamiento climático no solo representa un beneficio económico, sino también un cambio de paradigma: transforma la ganadería en una actividad reconocida por su potencial de mitigación. Los fondos verdes no se dirigen solo a grandes proyectos, sino también a tecnologías simples: biodigestores, cercas vivas, pastoreo racional, restauración de nacientes o introducción de árboles forrajeros.

La integración del sector financiero con el sector agropecuario puede crear un círculo virtuoso: más inversión para prácticas sostenibles, mayor productividad, menores riesgos climáticos y mejor acceso a mercados premium. En ese escenario, el productor que protege el ambiente deja de ser un héroe solitario y se convierte en un actor clave del desarrollo rural bajo en carbono.

El futuro del financiamiento climático en la ganadería latinoamericana dependerá de traducir los servicios ambientales en valor económico, con datos, certificaciones y voluntad política. El potencial está allí: millones de hectáreas que podrían transformarse en sumideros de carbono y miles de productores listos para participar en la economía verde.


Referencias

  • Climate Policy Initiative. (2024). Climate Finance Roadmap for Livestock in Latin America and the Caribbean.
  • FAO. (2024). Green finance for sustainable livestock systems.
  • Banco Mundial. (2024). Investment opportunities in low-carbon livestock systems.
  • BNDES. (2023). Programa Agro Verde 2030: incentivo financiero para la producción sostenible.


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