Mejorar la biodiversidad y mantener simultáneamente el rendimiento de un cultivo como el girasol no es una contradicción, según demuestra un nuevo estudio.
Los sistemas agrícolas se enfrentan cada vez más a un conflicto entre maximizar el rendimiento y preservar la biodiversidad. En la búsqueda de una mayor eficiencia agrícola, la intensificación creciente amenaza servicios ecosistémicos como la polinización. Dado que dos tercios de los principales cultivos alimentarios del mundo dependen de los polinizadores, es crucial desarrollar estrategias de gestión e identificar medidas que apoyen a los polinizadores y la polinización, además de garantizar rendimientos estables en los paisajes agrícolas.
Como parte de su estudio, investigadores de la Universidad Julius-Maximilians de Würzburg (JMU), junto con colegas del Instituto Estatal de Agricultura de Baviera, analizaron 29 campos de girasoles en los alrededores de Würzburg, en el norte de Baviera: 15 de ellos se gestionaban de forma ecológica y 14 de forma convencional. Los investigadores buscaban determinar qué factores influyen en los polinizadores silvestres y cómo esto afecta al rendimiento de los cultivos. Consideraron tanto las condiciones de cada campo como la estructura del paisaje circundante.
Para determinar la contribución de los insectos, los autores del estudio científico realizaron un experimento sencillo: algunas cabezas de girasol se protegieron de los polinizadores con una malla fina, mientras que otras se dejaron descubiertas. El resultado: en promedio, la producción de girasoles de polinización abierta fue aproximadamente un 25 % mayor, independientemente de si se cultivaban en campos orgánicos o convencionales.
Más específicamente, en promedio, los girasoles de polinización abierta produjeron un 18 % más de semillas y tuvieron un 20 % más de peso por cabeza. El rendimiento fue un 25 % mayor para las plantas de polinización abierta, lo que corresponde a un aumento estimado de 570 kg/ha en la polinización por insectos.
El análisis también reveló claras diferencias entre los distintos grupos de polinizadores: «Los abejorros, por ejemplo, se beneficiaron de una alta proporción de campos gestionados orgánicamente. Pudimos demostrar que aumentar la proporción de dichas áreas del 10% al 20% casi duplicó la población de abejorros», dice Denise Bertleff, primera autora del estudio y bióloga del Departamento de Ecología Animal.
Por otro lado, la abundancia de abejas solitarias silvestres depende del tamaño de los hábitats seminaturales, como setos, praderas calcáreas o huertos. «Nuestro estudio demuestra que la agricultura puede gestionarse de forma que fomente la biodiversidad. Un paisaje diverso, incluso con algunas malezas, hace que los cultivos sean más estables y preserva la biodiversidad», señala Bertleff.
Los investigadores utilizaron sus datos para desarrollar una serie de recomendaciones para agricultores, formuladores de políticas y asesores de conservación:
- Gestione grandes extensiones de tierra de forma orgánica en su región: esto aumenta el número de polinizadores, incluso en campos convencionales.
La agricultura ecológica es una de las medidas agroecológicas más ampliamente implementadas, abarcando más del 10% de la superficie agrícola total de Europa en 2022. A diferencia de los métodos agrícolas convencionales, prohíbe el uso de pesticidas y fertilizantes químicos. Por lo tanto, los campos ecológicos suelen favorecer una mayor abundancia de malezas y polinizadores en comparación con la agricultura convencional y garantizan una presencia más constante de malezas en floración, estabilizando así las comunidades de polinizadores silvestres durante toda la temporada.
- Mantener hábitats seminaturales como setos, prados calcáreos y huertos: estas áreas son importantes para los polinizadores, especialmente las abejas solitarias.
- Se permite una cantidad moderada de malezas: proporcionan una fuente importante de alimento para las abejas silvestres y los sírfidos sin reducir necesariamente el rendimiento de los cultivos.
Las malezas constituyen una parte importante de los recursos de flores silvestres en los paisajes agrícolas, y su disminución está estrechamente relacionada con la disminución de las poblaciones de abejas silvestres. De hecho, las abejas, tanto las domésticas como las solitarias, se alimentan de malezas, especialmente al final de la temporada, después de la floración abundante de la colza y otros cultivos.
- Evite las áreas de floración excesivamente extensas: Si demasiados cultivos florecen simultáneamente en una misma zona, existe el riesgo de dilución, ya que los polinizadores se dispersan en un área mayor. Esto puede reducir la eficiencia de la polinización en campos individuales.
Curiosamente, diferentes grupos de polinizadores se alimentaron de distintos recursos florales en los campos de girasoles. Se observaron abejas y abejorros solo en girasoles, mientras que las abejas solitarias se alimentaron principalmente de malezas, y los sírfidos se alimentaron por igual tanto de girasoles como de malezas. El uso de recursos florales no difirió entre los grupos bajo manejo convencional y orgánico.
El estudio fue publicado en la revista Applied Ecology, DOI: 10.1111/1365-2664.70156
Fuente: Universidad Julius Maximilian de Würzburg. Autor: Sebastián Hofmann.
En la imagen se ven un abejorro terrestre, un abejorro roquero y una abeja melífera en uno de los campos de girasoles estudiados como parte del estudio. Foto: Valentina Vey.
