Un experimento de tres años en Argentina ha respondido a esta pregunta.
La actividad y composición de los microorganismos dependen directamente de los métodos agrícolas. Por esta razón, un equipo de investigadores del INTA CIAP-IPAVE (Córdoba), Oliveros (Santa Fe), UFYMA e IMBIV – CONICET y la Universidad Nacional de Córdoba han determinado que la intensificación de los sistemas agrícolas a través de la rotación de cultivos de cereales y el uso de cultivos de cobertura invernales mejora significativamente la calidad del suelo. Los principales beneficios incluyen un mayor contenido de carbono orgánico, una mejor fertilidad química y física y una comunidad microbiana más fuerte, según el portal del Gobierno argentino.
El sector agrícola se enfrenta al reto de aumentar la productividad y la competitividad, protegiendo al mismo tiempo recursos como el suelo. «La investigación que realizamos proporciona herramientas para evaluar la contribución de diferentes prácticas de manejo a la salud del suelo y al entorno agrícola», afirmó Carolina Sasal, Coordinadora del Programa Nacional de Recursos Naturales del INTA.
Según ella, “un sistema intensivo, diversificado en cuanto a gama de cultivos, fertilizantes y aditivos, mejora la fertilidad del suelo y la eficiencia de la producción”.
La integración del conocimiento en indicadores nos permite evaluar las tendencias hacia la mejora o el deterioro de los recursos. Por esta razón, es importante conocer el alcance de los cambios provocados por las diferentes estrategias de gestión.
Para evaluar estos efectos, se compararon cuatro secuencias de cultivo, siendo la más intensiva (cultivo de cobertura trigo/soja/maíz) la que produjo un aumento del 37% en el índice de calidad del suelo (ICS) en comparación con el monocultivo de soja. También se evidenciaron mejoras en la infiltración de agua de hasta un 70% y en la disponibilidad de nitrógeno de casi un 30%.
Estos indicadores se pueden utilizar juntos para calcular un índice de calidad del suelo (ICS), donde valores más altos indican una mejor calidad del suelo. “Este índice se construyó con base en parámetros como el contenido de carbono orgánico del suelo, el contenido de nitrógeno orgánico total, la tasa de infiltración de agua, la respiración del suelo y la actividad microbiana”, dice Dannae Serri, investigadora del Instituto de Fitopatología (IPAVE), y agrega que “se llevó a cabo un experimento de campo a largo plazo bajo siembra directa, con muestras de suelo recolectadas durante tres campañas agrícolas sucesivas”.
Este trabajo comparó los efectos de cuatro secuencias de cultivo diferentes: monocultivo de soja (SS), cultivo de cobertura/soja (CC/S), maíz-trigo/soja (MT/S) y trigo/soja-cultivo de cobertura/maíz (T/S-CC/M) para “evaluar los efectos de las secuencias de cultivo sobre los parámetros químicos, físicos y microbianos del suelo y desarrollar un índice de calidad del suelo a partir de un conjunto de indicadores para secuencias de cultivo con diferentes niveles de ocupación del suelo”, dice el investigador.
La inclusión de más cultivos diferentes incrementó el IPC en comparación con el monocultivo de soja. La secuencia de cultivo T/S-CC/M mejoró el índice en un 37% en comparación con el monocultivo de soja. Las características físicas del suelo también cambiaron: la secuencia T/S-CC/M más intensiva con tiempos de residencia del cultivo más largos registró las mayores tasas de infiltración de agua y los valores más bajos de resistencia a la penetración mecánica.
Respecto a los parámetros químicos del suelo, se observó que la rotación de cultivos y la fertilización incrementan el contenido de carbono orgánico en el suelo. De esta manera, las secuencias maíz-trigo y cultivos de cobertura superaron al monocultivo de soja en un 18% y un 10%, respectivamente. El contenido total de nitrógeno orgánico del suelo promedió 2,55 g kg-1 en las secuencias que incluyeron CC, con un aumento del 38% registrado para S y MT/S.
Respecto a las propiedades microbianas del suelo, el nivel promedio de carbono de la biomasa microbiana del suelo en el monocultivo disminuyó en 32% respecto a la secuencia MT/S para las tres campañas analizadas. A su vez, con el monocultivo de soja, la actividad microbiana total del suelo disminuyó un 28,5%.
«Nuestros resultados muestran que las secuencias de cultivos con alto relleno del suelo mejoran las propiedades químicas y físicas del suelo y aumentan la abundancia y funcionalidad de la comunidad microbiana, lo que se refleja en una mejor CIP. Este estudio demostró que la rotación de cultivos de cereales y la inclusión de cultivos de cobertura invernales mejoran la calidad del suelo y promueven beneficios para todo el sistema», concluye Serry.
Fuente: www.argentina.gob.ar.
