Un nuevo estudio revela por qué muchos agricultores no acceden a los programas financiados por la UE
Redacción Mundo Agropecuario
El diseño de políticas para proteger la biodiversidad agrícola en Europa ha avanzado de forma significativa durante las últimas dos décadas. Incentivos económicos, pagos compensatorios y programas comunitarios han buscado fomentar prácticas más sostenibles en el campo. Sin embargo, una nueva investigación muestra que los factores que realmente influyen en que un agricultor participe —o no— en estas iniciativas no se limitan a lo económico. La red personal de contactos del productor tiene un papel decisivo, y su peso es tan grande que puede determinar el éxito o el fracaso de los programas europeos de conservación.
El estudio, publicado en la revista People and Nature y desarrollado por el Leibniz Center for Agricultural Landscape Research (ZALF) junto con la Landscape Conservation Association Northwest Saxony, revela que la participación en medidas financiadas por la Unión Europea depende en gran medida del acceso del agricultor a información directa, confianza interpersonal y vínculos con instituciones o actores locales. La investigación abre un debate crucial: ¿cómo se pueden diseñar políticas efectivas si la estructura social del campo europeo influye tanto como los incentivos financieros?
La importancia de las conexiones personales en el campo europeo
El hallazgo central del estudio es claro: los agricultores que cuentan con relaciones estables con asociaciones ambientales, cooperativas, organizaciones de conservación o autoridades locales muestran una mayor disposición a participar en programas para proteger la biodiversidad. En cambio, quienes están más aislados socialmente o carecen de una red de contactos sólida suelen percibir estas medidas como complejas, burocráticas o incluso innecesarias.
Este contraste no se explica únicamente por factores económicos, sino por elementos como la confianza, la experiencia previa con instituciones y la disponibilidad de acompañamiento técnico. En otras palabras, la política agraria puede estar bien diseñada, pero si no llega al agricultor en términos comprensibles y con intermediarios confiables, su impacto será limitado.
En este contexto, conceptos como capital social, participación comunitaria y conocimiento local —a menudo relegados a segundo plano— se convierten en factores estratégicos para impulsar la conservación ambiental en zonas rurales.
La paradoja de los incentivos económicos
Que existan pagos o incentivos no garantiza la participación. El estudio identifica que muchos agricultores consideran los programas de conservación como actividades difíciles de implementar, especialmente cuando requieren cambios en las rutinas productivas o un nivel de documentación elevado. Ante esto, la guía de expertos o de colegas con experiencia previa se convierte en un elemento determinante.
Incluso agricultores dispuestos a adoptar medidas ambientales encuentran barreras como:
- Trámites administrativos confusos o extensos.
- Escasa comunicación entre autoridades y productores.
- Falta de información clara sobre beneficios reales a mediano y largo plazo.
- Dudas sobre la viabilidad de ciertas prácticas en condiciones específicas de suelo o clima.
Cuando la información se transmite únicamente a través de canales formales, la adopción de estas medidas se ralentiza. En cambio, cuando los agricultores tienen acceso a redes confiables —vecinos, asociaciones o técnicos de campo— la percepción cambia notablemente.
Agricultura, biodiversidad y confianza: un triángulo inseparable
Uno de los resultados más relevantes del estudio es que la participación en programas europeos no solo depende de la rentabilidad inmediata, sino también de la percepción de legitimidad. Cuando una medida es recomendada por alguien en quien el agricultor confía, aumenta la probabilidad de que la considere útil y adecuada para su finca.
Esto es especialmente cierto en regiones donde los agricultores tienen una relación histórica compleja con las instituciones o donde las políticas han cambiado con frecuencia. La confianza interpersonal, según los investigadores, actúa como un facilitador que permite interpretar la información técnica y tomar decisiones informadas frente a la incertidumbre.
De hecho, esta relación entre confianza, pertenencia comunitaria y adopción de prácticas sostenibles se ha observado también en estudios sobre manejo del agua, transición energética y adaptación climática.
Lecciones para la política agraria europea
Este estudio ofrece varias recomendaciones que pueden guiar la reformulación de las políticas de conservación de biodiversidad:
- Fortalecer las instituciones locales que actúan como puentes entre agricultores y programas europeos, como asociaciones de conservación o cooperativas.
- Impulsar espacios de intercambio, donde agricultores con experiencia puedan compartir resultados reales con quienes dudan en participar.
- Simplificar los trámites administrativos y asegurar que la información llegue en un lenguaje claro y adaptado a la realidad productiva.
- Promover asesoramiento técnico continuo, no solo al inicio de la implementación de la medida.
- Reconocer el valor del capital social rural como un componente estratégico de la política agraria.
Sin estos elementos, la conservación de la biodiversidad tampoco logrará alcanzar el alcance deseado.
Relevancia para América Latina y el debate agroambiental global
Aunque el estudio se centra en Europa, sus resultados son sumamente relevantes para América Latina, donde los programas ambientales también enfrentan desafíos de implementación. En muchas regiones rurales latinoamericanas, el acceso desigual a asistencia técnica, la desconfianza institucional y la fragmentación social afectan la adopción de prácticas sostenibles.
El mensaje central es universal: la conservación ambiental no es solo cuestión de incentivos y normativas, sino de personas, relaciones y estructuras sociales. Para lograr una transición hacia una agricultura más sostenible, es fundamental considerar los vínculos sociales, la participación comunitaria y el intercambio de conocimientos como pilares de cualquier estrategia.
El estudio del ZALF y la Landscape Conservation Association Northwest Saxony deja en evidencia que la sostenibilidad agrícola en Europa depende tanto del diseño de políticas como de la vitalidad de las redes rurales. En un mundo donde la biodiversidad está bajo presión constante, entender estos factores humanos es esencial para que las medidas de conservación sean realmente efectivas.
Si las políticas europeas —y globales— integran este enfoque social, podrán no solo proteger los ecosistemas agrícolas, sino también fortalecer las comunidades que dependen de ellos. La conservación de la biodiversidad no es únicamente un reto técnico: es, sobre todo, un desafío humano.
Referencias
Farmers’ participation in EU-funded biodiversity measures depends largely on personal contacts. Phys.org. https://phys.org/news/2025-11-farmers-eu-biodiversity-funding-dont.html
People and Nature – Journal reference included in la publicación original.
