Pedro Raúl Solórzano Peraza
Debido a las marcadas diferencias en el comportamiento del fósforo en el suelo en relación al nitrógeno, considerando que el P tiende a acumularse en el suelo debido a los procesos de fijación y que el N solo se acumula significativamente en la materia orgánica, limitando su aprovechamiento inmediato por parte de las plantas, el manejo de la fertilización fosfatada difiere profundamente del manejo de la fertilización nitrogenada.
Como en todos los casos, el manejo de la fertilización fosfatada debe considerarse dentro del sistema suelo-planta-clima, ya que todos los factores de esos tres componentes del sistema van a tener efecto sobre las decisiones inherentes a la práctica de fertilización.
Hemos visto que el fósforo tiene un comportamiento muy especial en los suelos, por lo que las propiedades físicas y químicas de éstos van a determinar el rango de P aprovechable por las plantas; las reacciones que ocurrirían a los abonos fosfatados que se apliquen, en función del pH del suelo, determinarían la capacidad de fijación de fosfatos; la concentración de P en la solución del suelo y la tasa de difusión del nutriente en el suelo, dependientes en buena medida por la capacidad de retención de humedad del suelo, definirían la absorción de P por parte de las plantas.
En lo que respecta a la planta, cada una de las especies cultivadas tiene requerimientos nutritivos y hábitos de crecimiento muy específicos, que van a ser determinantes del manejo de la fertilización en cuanto a dosis y forma de aplicación de los fosfatos.
Finalmente, tenemos los efectos de los factores de clima, que en condiciones tropicales como las de Venezuela, se determinan principalmente por las temperaturas cálidas y de poca variación a lo largo del año y en el transcurso de los días, las cuales favorecen un permanente ataque de la materia orgánica del suelo por una variada gama de microorganismos, para mineralizar nutrientes esenciales que como el fósforo están contenidos en ella; y por las intensas y algunas veces prolongadas lluvias y su distribución a lo largo del año, que afectan directamente las relaciones suelo-agua, que a su vez van a influir sobre las reacciones de los fosfatos en el suelo y su tasa de difusión hacia las raíces de las plantas.
Éste es un fenómeno que debe influir directamente en los programas de fertilización con fósforo, especialmente en lo referente a las dosis de abono que deben ser aplicadas. Hemos señalado en diversas oportunidades que los fosfatos sufren el proceso de fijación en los suelos, lo cual no es más que la transformación de formas de P de alta solubilidad en compuestos de menor solubilidad, no disponibles para las plantas. Así, se estima que en suelos pobres en P, del fósforo que se aplica al suelo en fertilizantes, alrededor de 5 a 20% puede ser aprovechado de inmediato por las plantas resultando la fertilización fosfatada con una eficiencia bastante baja. Sin embargo, el fósforo fijado no puede considerarse totalmente perdido, ya que este proceso es parcialmente reversible. De esta manera, este fósforo que se va acumulando en los suelos a medida que se aplica en fertilizantes, representa la residualidad de los fosfatos.
La residualidad de los fosfatos en el suelo, influye entonces sobre el manejo de la fertilización con este nutriente. Cuando se incorpora un suelo con niveles bajos de P aprovechable al proceso de producción agrícola, la fertilización fosfatada frecuente es fundamental para obtener buenos rendimientos de los cultivos. Esa aplicación frecuente de P, debido al efecto residual de este nutriente, va incrementando en el suelo sus niveles aprovechables para las plantas a la vez que va disminuyendo la capacidad de fijación de fosfatos de ese suelo. Esto trae como consecuencia, que con el tiempo, las dosis adecuadas de P sean cada vez menores y la eficiencia de la fertilización fosfatada se incremente, hasta que se llega a un punto en el cual aquel suelo que era inicialmente muy pobre en P adquiere un nivel de fertilidad alto y las dosis de fósforo recomendadas serán de una magnitud suficiente para mantener esas buenas condiciones de fertilidad.
Por supuesto, para manejar eficientemente el efecto residual de los nutrientes en el suelo, especialmente del fósforo, es indispensable recurrir a un análisis de suelo periódico, que nos permita hacerle seguimiento a los cambios que va sufriendo el nivel de P aprovechable de un suelo y poder ir realizando los ajustes pertinentes en los programas de fertilización para cada ciclo de cultivo.