En las montañas tropicales de Costa Rica, los científicos guardan un tesoro de semillas recolectadas durante décadas como baluarte contra la inseguridad alimentaria y el cambio climático.
Unas 6.200 muestras de 125 especies de calabaza, chile, tomate y otras plantas comestibles se encuentran en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) cerca de la ciudad de Turrialba.
En temperaturas tan bajas como -20 grados centígrados, las semillas pueden conservarse hasta 40 años con fines de investigación, ingeniería genética de plantas más resistentes a plagas, enfermedades o cambios climáticos, o para reemplazar especies que se extinguen.
El banco «es un recurso que tenemos para usar ahora o en el futuro», dijo a la AFP el genetista de plantas William Solano en la instalación a unos 60 kilómetros al este de la capital, San José.
Tiene semillas de 57 países, dijo, pero alrededor del 90 por ciento son de la región centroamericana, recolectadas en mercados y granjas o que crecen de forma silvestre.
La reserva del CATIE, apilada en estantes en cientos de pequeños sobres plateados, incluye la segunda colección más grande de semillas de la familia de las calabazas en el mundo.
Muchas de las semillas no están presentes en los bancos de ningún otro lugar del mundo, según el centro.
‘Archivo genético’
«En respuesta al cambio climático, aquí tenemos materiales importantes para la seguridad alimentaria que se adaptan localmente» a una variedad de condiciones climáticas, que van desde la humedad hasta la sequía extrema, dijo Solano a la AFP.
- Los científicos recolectan chiles para extraer sus semillas y almacenarlas.
- Un trabajador extrae semillas de chiles para almacenarlas en un banco de semillas en Cartago, Costa Rica.
- Un trabajador organiza las semillas antes de almacenarlas.
Dado que el clima cada vez más extremo amenaza la producción de alimentos, las semillas nativas tradicionales son esenciales para «dar sostenibilidad a los sistemas agroalimentarios», agregó.
Según la experta en semillas Ester Vargas de la Universidad de Costa Rica, “existe una variabilidad en las semillas nativas que les da la capacidad de adaptarse a diferentes condiciones” en las zonas de origen.
Los bancos de semillas como el del CATIE sirven para garantizar la disponibilidad de «cultivos de alto valor nutritivo» para las generaciones venideras, agregó.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que casi una de cada diez personas en el mundo padeció hambre en 2022, unos 735 millones en total, con aumentos en partes de África, Asia occidental y el Caribe.
La FAO dice que los bancos de semillas ayudan a preservar «las variedades más adaptadas» para una región determinada.
«Dado que el cambio climático tiene un impacto significativo en la producción agrícola, el cultivo de variedades locales, que tienen un alto grado de diversidad genética, es muy importante porque estas variedades tienen la capacidad de resistir y adaptarse mejor a las tensiones y cambios ambientales», un documento sobre el dice el sitio web de la organización.
El agrónomo del CATIE, Daniel Fernández, dijo que el banco también cumplía otro propósito: ser un «archivo genético» de especies que fueron reemplazadas por cultivos más modificados y que algún día habrá que recuperar.