Detrás de un filete servido en China, suele haber un cultivo de soja en Brasil. Un nuevo estudio, publicado en Nature Food , presenta una instantánea de un sistema alimentario cada vez más interconectado y frágil.
por la Universidad Politécnica de Milán
La investigación muestra que la creciente demanda china de carne y otras proteínas animales depende considerablemente de los recursos agrícolas brasileños, con efectos directos sobre el uso de la tierra , los recursos hídricos y la deforestación.
Entre 2004 y 2020, las importaciones de soja a China aumentaron de 6 millones a 60 millones de toneladas, alcanzando un máximo de 68 millones en 2018, lo que representa un incremento de más de diez veces. En 2020, esto requirió 17,8 millones de hectáreas de tierra, una superficie equivalente a la de Uruguay, y más de 86 km³ de agua de lluvia, además de 0,29 km³ de agua de riego .
Estas semillas de soja, destinadas en gran parte a la alimentación de cerdos, aves de corral y peces de cultivo, sustentan casi un tercio de la proteína animal consumida en China, representando el 29% de la proteína animal y el 10% del contenido proteico total de la dieta nacional.
La investigación fue realizada por Camilla Govoni y Maria Cristina Rulli del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental del Politécnico de Milán, junto con La Zhuo de la Universidad Agrícola y Forestal del Noroeste (China), la Academia de Ciencias de China y Dirce Lobo Marchioni de la Universidad de São Paulo (Brasil).
«Comprender que una parte significativa de la ingesta nutricional de una población de más de mil millones de personas depende de recursos agrícolas ubicados al otro lado del mundo nos lleva a cuestionar el futuro de nuestros sistemas alimentarios», afirma Govoni, autor principal del estudio. «Si queremos que estos sistemas alimentarios sean resilientes, debemos centrarnos no solo en el suministro de proteínas, sino también en su distribución sostenible y equitativa, reduciendo la presión sobre los ecosistemas y salvaguardando al mismo tiempo la seguridad alimentaria mundial «.

El trabajo se centra en los recursos hídricos y en el impacto ambiental de la expansión agrícola.
Brasil ha sido históricamente un país con pocos problemas hídricos críticos, pero la deforestación, los cambios en el uso del suelo, la sobreexplotación agrícola y el cambio climático podrían generar presión, generando estrés y escasez de agua —afirma Rulli—. La expansión agrícola vinculada a la soja no solo impacta los ecosistemas terrestres. También implica una redistribución global de los recursos hídricos en forma de agua prácticamente exportada.
Aunque la Moratoria a la Soja ha limitado la deforestación directa, persiste la conversión indirecta del suelo, especialmente en las sabanas del Cerrado y en los pastizales industriales.
El estudio también es un ejemplo de un enfoque multidisciplinario que combina la experiencia en hidrología, ciencias ambientales y nutrición humana. «Solo la integración de diferentes habilidades y la colaboración con colegas de Brasil y China nos permitió comprender plenamente la complejidad del problema», añadieron los autores.
En conclusión, los resultados resaltan la importancia de las estrategias de gobernanza global para reducir el impacto ambiental de la producción de proteínas y el comercio internacional. Como concluye Govoni: «Las decisiones agrícolas y alimentarias ya no pueden considerarse únicamente a nivel local o nacional. Forman parte de un equilibrio global que vincula de forma invisible a países, ecosistemas y poblaciones. Gestionar este equilibrio de forma responsable es el verdadero desafío para garantizar un sistema alimentario resiliente y sostenible».
Más información: C. Govoni et al., Las dietas ricas en proteínas animales de China dependen cada vez más de los recursos terrestres y hídricos de Brasil, Nature Food (2025). DOI: 10.1038/s43016-025-01238-4
