Las calabazas pueden acumular contaminantes peligrosos del suelo, advierte un nuevo estudio


Investigadores descubren que ciertas variedades de calabaza son capaces de absorber y concentrar contaminantes persistentes, lo que plantea riesgos para la seguridad alimentaria y la gestión agrícola en suelos contaminados.


Redacción Mundo Agropecuario

Aunque para muchos el otoño está marcado por el color anaranjado de las calabazas, un nuevo estudio científico sugiere que detrás de su apariencia inocente se esconde una sorprendente habilidad bioquímica. Investigadores de la Universidad de Massachusetts Amherst (UMass) han encontrado que las calabazas pueden absorber y acumular contaminantes peligrosos del suelo, en particular bifenilos policlorados (PCB), compuestos químicos altamente persistentes y tóxicos que aún permanecen en muchos terrenos agrícolas e industriales.

Los científicos señalan que esta capacidad de acumulación no solo tiene implicaciones ambientales, sino también alimentarias y de salud pública, ya que ciertos cultivos podrían concentrar sustancias contaminantes en sus tejidos comestibles.

Calabazas con talento para absorber contaminantes

El estudio, publicado en la revista Environmental Science & Technology, describe cómo las raíces y los tejidos de las plantas de calabaza (Cucurbita pepo) presentan una afinidad inusual para los PCB y otros contaminantes orgánicos persistentes. Estos compuestos fueron ampliamente usados en la industria eléctrica y de plásticos durante el siglo XX, y aunque su producción fue prohibida hace décadas, siguen presentes en suelos contaminados debido a su resistencia a la degradación.

El equipo liderado por la doctora Baoshan Xing, experto en ciencia del suelo, descubrió que las calabazas actúan casi como esponjas químicas, absorbiendo los PCB del suelo a través de las raíces y transportándolos hacia los tallos, hojas y, en algunos casos, los frutos.

Lo más sorprendente es que este proceso no depende de la fertilidad del suelo ni del tipo de contaminante, sino de una interacción molecular específica entre los compuestos del contaminante y ciertos componentes de la raíz de la planta, lo que convierte a las calabazas en una de las especies vegetales con mayor capacidad natural para extraer estos tóxicos.

Una espada de doble filo para la agricultura y el ambiente

El hallazgo plantea un dilema interesante. Por un lado, esta capacidad puede utilizarse en estrategias de fitorremediación, un tipo de biotecnología que aprovecha plantas para limpiar suelos contaminados. Las calabazas podrían ser aliadas eficaces en la eliminación de contaminantes orgánicos persistentes en zonas industriales o rurales afectadas.

Por otro lado, el estudio advierte que no todas las calabazas se destinan a fines ornamentales o industriales: muchas variedades son comestibles y forman parte de dietas humanas y ganaderas. En consecuencia, si se cultivan en suelos contaminados, podrían representar una vía inadvertida de exposición a los PCB.

Los investigadores subrayan que incluso pequeñas concentraciones de estos contaminantes pueden acumularse en los tejidos vegetales a niveles significativos con el tiempo. Los PCB, además, son lipofílicos (se disuelven en grasa), lo que significa que pueden acumularse en animales o personas que consuman los frutos o productos derivados.

Diferencias entre especies y factores que aumentan la absorción

El equipo de la Universidad de Massachusetts comparó diversas especies del género Cucurbita y encontró que las variedades de calabaza de tipo ornamental y las de verano eran particularmente eficaces en absorber contaminantes. Las de tipo Cucurbita maxima (como la calabaza gigante) mostraron una acumulación más limitada, posiblemente debido a diferencias en su fisiología radicular.

Además, se comprobó que la textura del suelo, el pH y el contenido de materia orgánica influyen notablemente en la tasa de absorción. Los suelos más arenosos o con baja materia orgánica permiten una mayor movilidad de los contaminantes hacia las raíces, mientras que los suelos arcillosos tienden a retener los compuestos, reduciendo la absorción.

Implicaciones para la gestión agrícola y la salud pública

El estudio recomienda evaluar cuidadosamente la calidad del suelo antes de cultivar calabazas y otros miembros de la familia de las cucurbitáceas, especialmente en terrenos cercanos a zonas industriales, vertederos o antiguas instalaciones eléctricas donde los PCB pudieron haber sido usados.

Asimismo, los investigadores proponen que las calabazas se utilicen estratégicamente como plantas limpiadoras en terrenos no destinados al consumo alimentario. Después de un ciclo de cultivo, los tejidos vegetales contaminados deben desecharse adecuadamente para evitar su reincorporación al ambiente.

Este enfoque —conocido como fitorremediación controlada— podría convertirse en una herramienta ecológica y económica para recuperar suelos degradados sin recurrir a costosos procesos químicos o mecánicos.

Una lección de la naturaleza: precaución y aprovechamiento

El descubrimiento de que una planta tan común y simbólica como la calabaza puede comportarse como un “imán de contaminantes” recuerda la compleja interacción entre la agricultura y el ambiente. Como señalan los autores, lo que hoy se considera un riesgo también puede transformarse en una oportunidad, si se aplican los conocimientos científicos para mitigar la contaminación de manera controlada y sostenible.

En definitiva, el estudio revela que las calabazas no solo decoran los campos y las mesas de otoño, sino que también guardan secretos biológicos con un gran potencial ecológico, aunque no exentos de precaución. Con un manejo adecuado, podrían contribuir tanto a la descontaminación de suelos como a una mejor comprensión de cómo las plantas interactúan con los residuos químicos del pasado industrial.


Referencias

https://phys.org/news/2025-10-tricky-pumpkins-accumulate-pollutants.html



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