Las mujeres indígenas toman el mando para mejorar la seguridad alimentaria en sus comunidades en Costa Rica


Las mujeres del pueblo cabécar aprovechan sus conocimientos tradicionales para diversificar la dieta y generar ingresos


En su casa reinaba el silencio cuando, de repente, Petronila Ríos escuchó un fuerte pitido. Un mensaje apareció en su teléfono: “Nila, necesito cuatro pollos frescos para hoy”. Nila —como la conocen en su comunidad— sonrió. Su perfil actualizado en las redes sociales había dado sus frutos: los clientes habían empezado a hacer sus pedidos para ese día.

Unos años antes, Nila había comenzado su negocio de venta de pollos en el territorio de los pueblos indígenas de China Kichá, al sur de Costa Rica, donde parte del pueblo cabécar lleva viviendo desde hace más de 3 000 años. Esta tierra ha sido el meollo de su cultura y su lengua, y la han preservado cuidadosamente, manteniendo una relación estrecha y respetuosa con la naturaleza.

Orgullosa de su tierra y su comunidad, Nila siempre ha buscado nuevas formas de contribuir a su desarrollo. La oportunidad surgió cuando la FAO, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Organización Internacional del Trabajo y ONU Mujeres implementaron un programa conjunto llamado Reforzar el puente hacia la estrategia de desarrollo para romper el ciclo de la pobreza a nivel local con un enfoque de género y ambiental en su zona. Nila trabajó duro para participar en el programa y obtener el capital que le permitió poner en marcha una granja de pollos.

Este apoyo, a través del Fondo conjunto para los Objetivos de Desarrollo Sostenible, permitió a Nila comenzar con 25 pollos y, cuatro meses después, había cuadruplicado sus existencias.

“Me siento realizada porque puedo ahorrar y contribuir económicamente a mi hogar. Esto te empodera”, explica Nila. “Ahora la comunidad se beneficia de estos alimentos y mi familia también”, continúa, recordando el inicio de su negocio con un brillo en los ojos.

Y Nila no es la única. La Asociación de Mujeres China Kichá, formada por diez mujeres cabécares, solicitó también fondos para proyectos relacionados con cerdos, pollos, maíz, frijoles y bananos.

Como parte de este programa que pretende promover la igualdad de género y las prácticas respetuosas con el medio ambiente, la FAO proporcionó capacitación y asistencia técnica a Nila y a muchas otras personas de su comunidad para impulsar sus negocios.

Recuperar las tierras

Desde la región natal de Nila, China Kichá, hay aproximadamente seis kilómetros hasta el restaurante o la tienda más cercana. Este hecho dio a Nila y a su familia la idea de ampliar su negocio y abrir un restaurante local. Pero desarrollar esta nueva empresa no sería fácil.

Como pueblo indígena del territorio de China Kichá, el pueblo cabécar ha vivido muchos períodos de lucha. Desde la época colonial, han padecido graves conflictos por la propiedad de la tierra y el ejercicio de la gobernanza en sus tierras, territorios y recursos, enfrentándose a abusos, discriminación y poniendo en riesgo sus vidas para garantizar sus derechos.

La hermana de Nila, Doris Ríos, es una defensora de los derechos de los pueblos indígenas. Según ella, en los últimos tres años de activismo y lucha por sus derechos, los miembros del pueblo cabécar han recuperado hasta un 60 % de sus tierras en China Kichá.

Esto les ha permitido tener sus propias parcelas para sembrar y producir alimentos para tener una dieta más diversificada, preservando sus sistemas alimentarios ancestrales y el conocimiento de la tierra.

“Para los pueblos indígenas es clave recuperar la tierra y regenerar los suelos. Hemos visto el daño a la tierra y hemos trabajado en procesos de reconversión con agricultura orgánica”, dijo Doris Ríos, respecto a su colaboración con la FAO.

De hecho, esto fue parte de lo que aprendieron con el programa conjunto: mejorar sus propias prácticas y producir más combinando los conocimientos de los pueblos indígenas con nuevas técnicas para cuidar los suelos.

Según William Hernández —el marido de Nila—, la propiedad de la tierra ha sido clave para seguir desarrollando la economía de la comunidad. “La tierra es necesaria para sembrar y asegurar la subsistencia de nuestro pueblo. Esto ha sido un despertar. Ahora podemos cultivar más porque antes no había espacio ni tierra para hacerlo. Ni siquiera teníamos derecho a soñar”, asegura Hernández. 

Para Nila, los proyectos que ha logrado desarrollar han sido como gotas de agua caídas en tierra fértil. Con el apoyo de la FAO y del Gobierno de Costa Rica, las iniciativas de Nila han germinado en semillas de cambio, abriendo nuevas oportunidades para que su familia y su comunidad gestionen sus tierras ancestrales y encuentren aún más formas de producir mejor en aras de su seguridad alimentaria y del medio ambiente.