A principios de año, las autoridades italianas notificaron el primer caso de peste porcina africana (PPA) en un jabalí encontrado en la región de Piamonte, en el noroeste del país.
Raúl Rivas González, Universidad de Salamanca
A los pocos días fueron notificados dos casos adicionales, también en jabalíes. Es una mala noticia, que pone en evidencia que esta enfermedad vírica continúa en expansión.
En otoño de 2020, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (European Food Safety Authority, EFSA) lanzó una campaña, bautizada “Alto a la peste porcina africana”, destinada a concienciar y sensibilizar a la población y a detener los graves brotes que están surgiendo en el sudeste de Europa y que pueden amenazar peligrosamente la economía de nuestro continente. De momento el éxito de la campaña es limitado.
Un virus ADN sin potencial zoonótico
La peste porcina africana (PPA) es una devastadora enfermedad vírica, producida por un virus de ADN de la familia Asfarviridae. Se caracteriza por fiebres hemorrágicas, ataxia y depresión severa. Afecta a cerdos, jabalíes y a sus parientes cercanos, con una tasa de letalidad de hasta el 100 %.
La enfermedad no tiene potencial zoonótico, porque no afecta al ser humano. Pero a pesar de presentar una limitada gama de huéspedes, su impacto socioeconómico es tremendo. No hay que olvidar que los cerdos son una fuente primaria de ingresos domésticos en muchos países. Es más, la carne de estos animales es una de las principales fuentes de proteínas animales, representando más del 35 % de la ingesta mundial de carne.
Según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), el virus de la peste porcina africana (PPA) es el patógeno más importante que afecta a la población porcina doméstica a nivel mundial. La propagación de la peste porcina africana en todo el mundo ha devastado las granjas porcinas gestionadas por familias, a menudo el pilar del sustento de las personas y un motor de movilidad ascendente. Como efecto colateral, ha reducido las oportunidades de acceder a la atención médica y a la educación.
Ante estos hechos se entiende el impacto que tuvo que en agosto del año 2018 surgiera un gran brote de PPA en China, el mayor productor y consumidor de carne porcina del mundo. Mató a millones de cerdos y conllevó una pérdida económica del 0,78 % en el producto interior bruto chino del año 2019. El brote obligó a los productores chinos a sacrificar a más de 200 millones de cerdos, lo que supuso un importantísimo impacto desacelerador en la economía china. Incluso afectó a los mercados cárnicos a nivel mundial suponiendo una fuerte amenaza para el suministro global de carne de cerdo.
Situación global de la peste porcina africana en enero de 2022
De momento no hay vacuna
La peste porcina actualmente afecta a varias regiones del mundo y no tiene una vacuna eficaz. Nada baladí teniendo en cuenta que no solo impide la salud y el bienestar de los animales, sino que también tiene efectos perjudiciales en la biodiversidad y en los medios de subsistencia de los productores primarios.
Durante la última década, la peste porcina africana ha pasado de ser una enfermedad regional del África subsahariana a erigirse como una amenaza considerable y tangible para la cría de cerdos tanto en Europa como en Asia. En lugar de ir a mejor, todo ha ido a peor.
Originalmente, la enfermedad fue descubierta en Kenia en 1910, y el virus fue detectado por primera vez en el continente europeo, en Portugal, en el año 1957. Desde allí la enfermedad pasó a España en 1960, lo que provocó graves perjuicios económicos derivados tanto de los cerdos que morían –y de la necesidad de sacrificar a los animales de las zonas afectadas– como de la prohibición de exportar cerdos o productos derivados.
Entre 1960 y 1970 la peste porcina africana se extendió por Europa afectando a Italia, Holanda, Bélgica y Francia. Por fortuna, la enfermedad consiguió erradicarse de los territorios europeos, salvo de la isla italiana de Cerdeña, donde la peste porcina africana ha sido categorizada como endémica desde 1978.
En la actualidad, el virus de la peste porcina africana (un Asfivirus, único miembro de su género) es endémico en varios países del África subsahariana y Madagascar. Hay 24 genotipos descritos, basados en la secuenciación del gen de la proteína de la cápside p72 del virus. El genotipo I del virus de la peste porcina africana es endémico en Cerdeña. Por desgracia, el genotipo II del virus fue introducido en el año 2007 en Georgia y desde allí se propagó a través de la región del Cáucaso, afectando a Armenia, Azerbaiyán, Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Lituania, Letonia, Polonia, Estonia, Moldavia, la República Checa y Rumanía, donde el virus continúa circulando.
En el año 2018, otros tres países europeos, Hungría, Bulgaria y Bélgica, informaron de la presencia del virus de la peste porcina africana y China alertó de brotes en su territorio. Los brotes en África y Asia y la propagación a Europa no han cesado desde entonces. Al parecer, el virus se expande desde la zona afectada de la Unión Europea moviéndose principalmente en dirección suroeste.
En general el virus se transmite por contacto con animales infecciosos y fómites, ingestión de productos porcinos contaminados y picaduras de garrapatas. En África subsahariana, la enfermedad circula a través de un ciclo de infección que afecta a cerdos domésticos, al potamoquero de río (Potamochoerus larvatus), al facóquero oriental (Phacochoerus aethiopicus) y a varias especies de garrapatas blandas del género Ornithodoros.
En áreas del Cáucaso, Europa del Este y los países bálticos, la enfermedad circula entre los cerdos domésticos (Sus scrofa domesticus) y los jabalíes europeos (Sus scrofa), causando signos clínicos y mortalidad similares en ambas poblaciones.
El caso de Polonia y los jabalíes
Polonia comenzó a notificar brotes de peste porcina africana el 14 de febrero de 2014. El primer brote apareció en una población de jabalíes en el este del país, a 10 km de la frontera con Bielorrusia. Desde febrero de 2014 hasta el verano de 2021, en Polonia habían sido confirmados más de 12 764 focos de peste porcina africana en jabalíes y 400 focos de esta enfermedad en cerdos domésticos.
Desafortunadamente, a pesar de las medidas implementadas para la erradicación de la peste porcina africana, el número de brotes en jabalíes y cerdos domésticos está aumentando de forma dinámica en los últimos años. Al parecer, en Polonia hay una infección masiva de jabalíes que provoca una propagación lenta pero constante de la enfermedad.
En términos de multiplicidad y densidad poblacional de jabalíes, el número actual de estos animales en territorio polaco se acerca a las 67 000 cabezas. Las autoridades polacas han introducido medidas de control como reducción de la población de jabalíes, búsqueda y eliminación de animales muertos, trampas o cercas entre otras. Pero de momento no parecen suficientes.
Dada la situación, las autoridades alemanas han colocado una valla de cientos de kilómetros a lo largo de la frontera germano-polaca para evitar que los jabalíes propaguen la peste porcina africana a Alemania. La cerca fue acordada con Polonia y se ha construido dentro del territorio alemán a una distancia mínima de 5 metros de la frontera real con el país vecino.
Dinamarca también ha construido una valla de decenas de kilómetros a lo largo de su frontera con Alemania en un esfuerzo por controlar la migración de jabalíes. No en vano, Dinamarca se encuentra entre los mayores exportadores de carne de cerdo del mundo.
La introducción del virus de la peste porcina africana en países libres de la enfermedad, ya sea a través de poblaciones de jabalíes salvajes o de la importación y el comercio legal e ilegal de productos y desechos de cerdo contaminados, es un problema muy severo.
Lo que parece indiscutible es que el aumento del número de países infectados representa una amenaza significativa. Dado que los efectos de un brote de peste porcina africana pueden ser devastadores, la prevención, la detección y la información son esenciales para evitar la propagación y poder contener la enfermedad.
Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.