Las semillas palestinas se suman a la «bóveda del fin del mundo» del Ártico


Una “bóveda del fin del mundo” en el Ártico diseñada para salvaguardar la diversidad vegetal del mundo ha recibido un nuevo depósito de miles de muestras de semillas, incluidas algunas palestinas, en medio de la guerra y el hambre en Gaza, dijo el miércoles.



Inaugurado en 2008, el Banco Mundial de Semillas ofrece una red de seguridad en caso de catástrofe natural, guerra, cambio climático , enfermedades o desastres provocados por el hombre.

Más de 30.000 muestras de un récord de 23 organizaciones en 21 países fueron depositadas el martes en la bóveda del archipiélago Svalbard de Noruega, dijo el miércoles Crop Trust, uno de los socios del proyecto.

Enterrado dentro de una montaña cerca de Longyearbyen en la isla de Spitsbergen, a unos 1.300 kilómetros (unas 800 millas) del Polo Norte, el “Arca de Noé” de cultivos alimentarios también tiene como objetivo preservar plantas que puedan alimentar a una población creciente que enfrenta el cambio climático.

Las tres cámaras de frío, inauguradas en 2008 con financiación de Noruega, albergan hoy alrededor de 1,3 millones de variedades de semillas que sus propietarios pueden retirar en cualquier momento.

Entre los productos depositados el martes había 21 especies palestinas compuestas de verduras, mijo y hierbas, proporcionadas por la organización palestina sin fines de lucro Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC).

Según Crop Trust, en febrero se espera un nuevo envío de semillas desde Sudán, un país también devastado por la guerra y la hambruna.

“El cambio climático y los conflictos amenazan la infraestructura e impactan la seguridad alimentaria de más de 700 millones de personas en más de 75 países en todo el mundo”, afirmó el director de Crop Trust, Stefan Schmitz.

“Los bancos de genes están intensificando sus esfuerzos para respaldar las colecciones de semillas, y estamos orgullosos de apoyarlos proporcionándoles un refugio seguro en Svalbard”, dijo en un comunicado.

La bóveda está diseñada para resistir catástrofes, ubicada lejos de zonas de conflicto y colocada a una altitud que la protegerá del aumento del nivel del mar.

Incluso si el sistema de refrigeración fallara, la bóveda mantendría su temperatura fría gracias al permafrost que la rodea.