El silvopastoralismo, pastoreo que integra en un mismo sistema vegetación herbácea y leñosa forestal (matorrales y árboles), es una de las modalidades de ganadería extensiva más características del entorno mediterráneo.
José A. Reque Kilchenmann, Universidad de Valladolid and Almudena Gómez-Ramos, Universidad de Valladolid
Ya en época romana, Catón el Viejo reconocía la importancia de este sistema de ganadería extensiva. Lo incluía en las clases glandaria silva (silva: bosque; glande: bellota), arbustum (setos de arbustos y matorrales) y silva caedua (bosque para madera).
La actual conformación del paisaje no puede entenderse sin comprender los condicionantes que llevaron a España a desarrollar una cultura y tradición silvopastoral excepcional. La irregularidad climática, junto con una orografía frecuentemente abrupta y de baja fertilidad, explican que una parte muy sustancial del territorio haya sido dedicada como única opción productiva al pastoreo y la silvicultura.
Una característica de los montes españoles es la presencia durante una parte significativa del año de ganado pastando en zonas arboladas. Recientes estudios muestran que el silvopastoralismo puede ser una de las soluciones más importantes frente al cambio climático. Sin embargo, esta actividad sufre, en sintonía con el abandono rural, un dramático declive que precisa de apoyo.
Los retos del silvopastoralismo
El reto principal del manejo racional de la ganadería extensiva se sitúa desde la Antigüedad en conseguir que la mayor parte de la alimentación de los animales se obtenga aprovechando productos y terrenos no utilizables para la agricultura y la alimentación humana y en reducir al máximo la costosa alimentación suplementaria.
Los periodos anuales de parada del crecimiento de la vegetación por sequía estival y frío invernal obligan a desarrollar un tipo de pastoreo móvil. Este se basa en la búsqueda a lo largo del año de terrenos con pasto verde: en verano zonas frescas sin sequía, frecuentemente en montaña, y en invierno zonas bajas y sin heladas importantes. Surgió así la trashumancia.
La presencia de vegetación leñosa, además de propiciar alimento y protección al ganado, permite alargar y diversificar el ciclo de producción del pasto. El ganado ayuda a controlar la acumulación de vegetación leñosa e inflamable en el sotobosque, pero también puede comprometer gravemente la renovación del bosque. El sobrepastoreo conduce inevitablemente a fenómenos erosivos y de degradación del medio.
Una solución al cambio climático
En el estudio sobre el cambio climático, se acepta como significativo el impacto de los herbívoros –salvajes y domésticos– debido a sus emisiones de gases de efecto invernadero. Recientes estudios demuestran que los sistemas silvopastorales compensan estas emisiones sobradamente. Los terrenos pastados, que el propio ganado ayuda a conservar, tienen una enorme capacidad de secuestro de carbono.
La combinación de vegetación herbácea de ciclo anual y fuerte potencial de regeneración, intercalada con vegetación leñosa con potentes sistemas radicales capaces de explorar suelos profundos, supone una opción excepcional para el secuestro y fijación de carbono.
Incluyendo la fijación de carbono en el análisis del sector silvopastoral, se ha demostrado que una promoción racional a nivel mundial del silvopastoralismo puede llevar a un secuestro de CO₂ del orden de 26 a 42 gigatoneladas. Su potencial es superior al de la reforestación.
Un sector en declive
La modernización de nuestra sociedad ha conducido a la concentración de la actividad agrícola en zonas concretas con alta productividad y mecanización, al gradual abandono de los terrenos de menos fertilidad y al progresivo abandono de la actividad pastoral. Como consecuencia, asistimos a una natural y gradual expansión de la vegetación leñosa forestal. A este fenómeno se le denomina lignificación del paisaje (lignum: leño).
Desgraciadamente cada verano los recurrentes incendios forestales nos lo recuerdan. En ellos se emiten cantidades ingentes de gases de efecto invernadero. La desaparición de la ganadería extensiva incrementa anualmente el problema.
El debate sobre los modelos ganaderos para la producción de carne no cesa. El análisis de los comentarios realizados al respecto concluye que la ganadería extensiva es, sin duda, el modelo más respetuoso con el medio ambiente y con los animales. Sin embargo, en muchos casos, sale a colación la imposibilidad de satisfacer la demanda de carne únicamente con el censo actual de ganado en extensivo.
El imparable despoblamiento del medio rural y el mal funcionamiento de la cadena de valor, que no permite remunerar adecuadamente la actividad al ganadero, cuestiona a día de hoy la continuidad futura de la ganadería extensiva.
Este modelo es una actividad prácticamente residual en amplias zonas del norte de España en el caso del ovino y caprino, básicamente por la falta de mano de obra. Se encuentra también muy mermada en el caso del vacuno de carne, donde prácticamente solo subsisten las explotaciones de vacas nodrizas que suministran terneros de seis meses a las explotaciones de cebo. La ganadería porcina en extensivo solo persiste para la producción de carne y jamón 100 % ibérico, producto gourmet.
Esta situación puede llevarnos a pensar que el consumo de carne procedente del modelo extensivo es algo residual y solo apto para consumidores de renta alta. Sin embargo, este hecho podría ser minorado si se ampliaran los apoyos a los terrenos pastados en régimen extensivo –desde los pastos tradicionales o los prados de siega a la superficie forestal– a través de la práctica del silvopastoralismo, que presenta múltiples beneficios intangibles, en su mayor parte no cuantificados, y por tanto, no valorados en el mercado.
Estos beneficios se podrían concretar en la conservación de la biodiversidad, el modelado del paisaje, el freno al “vaciado” de las tierras del interior y la prevención de incendios, además de la enorme capacidad de fijación de carbono en el suelo y la biomasa. Añadir también el enorme coste social que supone la pérdida de un legado cultural milenario.
La necesidad de apoyo
La Política Agraria Común (PAC) absorbe más del 35 % del presupuesto comunitario. La UE destina estos fondos mayoritariamente a apoyar a los agricultores y ganaderos mediante un pago por hectárea, bien a la superficie cultivada o bien a la superficie pastada. En el caso de la ganadería se subvenciona aquella que tiene una base territorial, como es la extensiva, mediante un pago básico por hectárea considerada como pastable o “admisible”.
El pastoreo en terrenos forestales queda prácticamente excluido de todo el sistema de apoyo, de forma que no existe incentivo para potenciar este modelo de explotación ganadera tan beneficioso. Únicamente los programas de desarrollo rural que actúan a escala regional pueden contener medidas locales que financian actuaciones concretas de apoyo.
El Pacto Verde Europeo y la Estrategia de la Granja a la Mesa propuesta desde la Comisión Europea persiguen un cambio en el actual modelo de producción mediante una transición ecológica que mitigue el cambio climático, mantenga la biodiversidad y un medio rural vivo. La actividad silvopastoral es sin duda clave para alcanzar estos tres objetivos en España.
En esta línea, la reforma de la PAC propone los llamados ecorregímenes, uno de ellos destinado a compensar a la ganadería extensiva a través de una ayuda por hectárea pastada y bajo unas densidades ganaderas máximas. De nuevo se excluye la superficie forestal como superficie pastable y admisible.
Es evidente que considerar la enorme superficie forestal de España hace inviable cualquier modelo de apoyo basado en una ayuda por hectárea. Sin embargo, este hecho no es óbice para que se indague en nuevos instrumentos de compensación por los servicios aportados. Es necesario que tanto los consumidores como los gestores del territorio y los gobernantes sean conscientes del papel que desempeña el modelo silvopastoral en esta transición a un nuevo modelo de desarrollo.
Las líneas de apoyo puedes ser muy variadas. Por ejemplo, a través de distintivo de calidad en el producto –como pueda ser un sello de sostenibilidad– o bien a través de apoyos directos al ganadero por los beneficios generados. En este sentido deben ser citados aquí los exitosos programas de empleo de ganado en régimen de pastoreo controlado para reducir el combustible vegetal en zonas estratégicas y prevenir así incendios forestales: las ovejas bombero.
Es imprescindible compensar de forma adecuada el pastoreo en monte con la idea de mantener un modelo de gestión milenario, pero con plena vigencia en el actual contexto de cambio climático y abandono.
José A. Reque Kilchenmann, Profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia e investigador del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (iuFOR), Universidad de Valladolid and Almudena Gómez-Ramos, Profesor Titular de Economía, Sociología y Política Agraria, Universidad de Valladolid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.