RÍO DE JANEIRO – La competitividad de la agricultura de Brasil es el verdadero obstáculo a un acuerdo de libre comercio entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE), según especialistas en comercio y el sector agrícola de este país sudamericano.
Por Mario Osava
“La eficiencia brasileña en una producción agrícola diversificada es el principal obstáculo al acuerdo que se negocia hace 25 años. Brasil tiene una logística cara y deficiente, pero aun así su agricultura es competitiva”, argumenta José Augusto de Castro, presidente ejecutivo de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil (AEB).
“La Unión Europea buscaba proveedores, pero Brasil se volvió un competidor aventajado”, indeseable en el libre comercio, explicó.
Así que un acuerdo ahora parece inviable, especialmente tras la oleada de protestas de agricultores europeos que se intensificaron en enero y febrero, en demanda a la protección a su producción, garantía de precios y de mejores ingresos, lo que representa más subsidios, además de la flexibilización de las rígidas exigencias ambientales.
“La eficiencia brasileña en una producción agrícola diversificada es el principal obstáculo al acuerdo que se negocia hace 25 años. Brasil tiene una logística cara y deficiente, pero aun así su agricultura es competitiva”: José Augusto de Castro.
En respuesta, la Comisión Europea suspendió la meta de reducir en 30 % las emisiones agrícolas de gases del efecto invernadero hasta 2040 y propuso cambios legislativos para aplazar metas de reducción del uso de pesticidas y para permitir la expansión de los cultivos en áreas de protección ambiental.
Rechazo declarado
El presidente francés, Emmanuel Macron, presionado por los agricultores y sus tractores en las carreteras y calles, declaró tajantemente su oposición al acuerdo con el Mercosur, así también la coordinación europea de la Vía Campesina, organización mundial de los pequeños productores.
En la vecina España, ante las “tractoradas” por todo el país, el gobierno se comprometió a luchar en Bruselas para que se reduzca la burocracia que rige los aportes de la Política Agrícola Común (PAC) y para que se establezca una “cláusula espejo”, por la cual los productos de terceros deban cumplir las normas a los europeos para ingresar a la UE.
Pero es improbable que esas y otras exigencias de los productores agrícolas para abandonar sus protestas en diferentes países europeos y volver sus campos se traduzcan en acuerdos dentro del bloque.
“Solo un cambio en el cuadro europeo de creciente proteccionismo puede salvar el acuerdo”, sentenció Castro a IPS.
Hay agravantes coyunturales que fomentaron las protestas en varios países europeos, como la liberación de las importaciones desde Ucrania, para aliviar el impacto de la guerra tras la invasión rusa hace dos año, lo que abrió los mercados de países vecinos a los productos agrícolas ucranianos más baratos que los locales.
Los europeos señalan que la producción brasileña a veces se hace con la deforestación, especialmente en la Amazonia, acusación que apunta principalmente a la ganadería, cuya carne – de la que Brasil es una gran potencia exportadora- no siempre cumple las normas adecuadas.
Las reglas ambientales son más rígidas en Europa, es otro argumento recurrente de los agricultores de la UE, y eso se nota especialmente en el uso excesivo de agroquímicos, algunos ya vedados en el bloque.
Pero a la larga países de agricultura importante, como Francia e Irlanda, temen la competencia de Brasil y, en menor intensidad, de los otros miembros del Mercosur, Argentina, Paraguay y Uruguay, también productores agrícolas eficientes, pero sin la abundancia y las potencialidades brasileñas, sostuvo Castro.
En la década de los años 60 Brasil solo exportaba azúcar y café, mientras priorizaba la industrialización nacional, recordó. Empezó a cultivar soja en los años 70 y en la década siguiente amplió su avicultura, pero limitada por el maíz que debía importar.
Auge agrícola en Brasil
El boom agrícola y de la exportación de productos primarios, incluyendo petróleo y mineral de hierro, solo ocurrió en el comienzo del siglo XXI, lo que permitió al gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en su primera gestión (2003-2010) reducir fuertemente la pobreza y el hambre en el país.
Ocurrió entonces el gran salto, pero la agricultura brasileña vivió una expansión persistente en las cuatro últimas décadas. De una producción nacional de 38 millones de toneladas de granos, es decir cereales, leguminosas y oleaginosas, en 1975, subió a 100 millones de toneladas en 2001 y a 322 millones en 2023.
El país es hoy el mayor productor y exportador de soja, oleaginosa casi desconocida hace 50 años. Con 154 millones de toneladas cosechadas en 2023, se trata del principal producto agrícola brasileño desde los años 90.
La agricultura representa cerca de mitad de las exportaciones brasileñas, con un superávit comercial que cubre con creces el gran déficit del país en el sector industrial. El agronegocio exportó 165 000 millones de dólares en 2023 e importó solo 16 500 millones de dólares. La exportación de soja propició 53 200 millones de dólares en ingresos.
La industria de transformación, en cambio, sufrió un déficit de 108 000 millones de dólares en 2023, destacó Castro.
La competitividad agrícola brasileña se debe a la naturaleza y a las fuertes inversiones en investigación científica, principalmente de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), fundada en 1973, apuntó Arno Gleisner, director de comercio exterior de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Brasil (Cisbra).
Embrapa logró adaptar la soja, natural de climas temperados, a la siembra en áreas tropicales y de sabana -llamada Cerrado en Brasil-, con un gran incremento de productividad. Así pasó también con el trigo y otros cultivos exóticos antes exóticos.
Dos cosechas al año
Además de tierras abundantes, el clima tropical de Brasil y su régimen de lluvias le permite dos, hasta tres cosechas al año en la misma tierra, en muchas partes. Regiones temperadas, como Europa, en general no disponen de esa alternativa.
El maíz, de que Brasil dejó de ser importador para convertirse en gran exportador, es el gran ejemplo. Su producción creció de 33 millones de toneladas en el año 2000 a 132 millones en 2023, principalmente debido a la llamada segunda cosecha, del invierno austral, sembrada en buena parte donde antes se cosechó la soja.
El algodón se expandió de la misma forma, acotó Gleisner. Es así que Mato Grosso, estado de la región Centro-oeste, se volvió el mayor productor de algodón porque también lo es de soja y maíz.
“Ese desarrollo agrícola seguirá, porque incorpora más ciencia y tecnología de forma creciente y se mecaniza con nuevas máquinas, incorporando nuevos conocimientos y agricultores de la nueva generación”, vaticinó el también empresario del sector químico, en entrevista a IPS por teléfono desde la meridional ciudad de Porto Alegre, donde vive.
Además se busca diversificar las siembras, como segunda cosecha, apuntó. Es el caso de la lenteja, aún poco cultivada en el país.
Además Brasil es el único de los países de gran extensión, como China, India, Rusia y Estados Unidos, que dispone de extensas tierras donde expandir su agricultura, subrayó Castro. Es decir tiende a ser cada día más competitivo en ese sector, ya que también es el único de clima tropical que desarrolló tecnologías avanzadas y adaptadas a sus condiciones.
Resistencias
Al contrario de Castro, pesimista en relación al acuerdo Mercosur-UE, Gleisner cree posible reanudar su negociación, aunque muy alargada. Los agricultores europeos lo rechazan por temor a la competencia del bloque sudamericano, pero “los consumidores quieren productos abundantes y baratos” y Brasil puede ofrecerles, razonó.
Además, la resistencia de la industria brasileña al libre comercio, por temer la competencia europea y por ende el agravamiento de la desindustrialización que sufre el país hace cuatro décadas, ya se redujo a pocos segmentos, según el empresario.
La invasión de bienes manufacturados del exterior ya ocurrió y provino mayormente de China, Europa ya no atemoriza tanto, arguyó.
Pero Castro estima que la industria brasileña solo tendrá condiciones de competir con la de otras regiones cuando se reduzca el llamado “costo Brasil”, que comprende los elevados tributos, el alto costo de la energía y la precaria infraestructura del país, entre otros factores.
La reforma tributaria en trámite en el legislativo Congreso Nacional podrá mejorar la competitividad industrial, porque busca simplificar el sistema de impuestos y evitar la acumulación en la cadena productiva, en beneficio principalmente de la industria, sostuvo. Pero si aprobada, su implantación empezará en 2026 y se concluirá en 2033.
Pero el acuerdo Mercosur-UE enfrenta también la oposición de los ambientalistas.
“Es un regreso al pasado colonial, en que América Latina ofrece su patrimonio natural, convertido en carne y soja, en canje por “espejitos”, como los agrotóxicos y las autopartes. Y va en la contramano de las necesidades del combate al cambio climático, de la protección ambiental y de los derechos humanos”, criticó Lis Cunha, brasileña y activista de Greenpeace en Alemania.
“Coincidimos con los campesinos que el acuerdo favorece la agricultura industrial en desmedro de los agricultores familiares, de producción sostenible. Ojalá la UE y los países del Mercosur busquen otras formas de cooperación, en apoyo a la necesaria transición social y ecológica”, acotó la encargada de la campaña de Comercio Internacional de la organización ambientalista internacional.
Es improbable cualquier avance antes de las elecciones para el Parlamento Europeo en junio, pero el acuerdo no está muerto, concluyó IPS por correo electrónico desde Hamburgo.
De hecho, en París y otras capitales europeas diferentes analistas subrayan que esas elecciones son también un ingrediente para las protestas de los agricultores en Francia y otros países del bloque, agitadas por grupos de extrema derecha –muchos de ellos eurófobos- que pretenden incrementar su poder en el nuevo parlamento, ya de mayoría derechista en la actualidad.