Producir carne, leche y bienestar sin agotar los recursos naturales es el nuevo reto global.
Redacción Mundo Agropecuario
Durante mucho tiempo, la ganadería ha sido vista con sospecha por su huella ambiental: deforestación, emisiones de metano, sobrepastoreo y pérdida de biodiversidad. Sin embargo, en los últimos años está emergiendo una visión más matizada y prometedora: la ganadería sostenible. Lejos de ser un oxímoron, este enfoque propone reconciliar la producción animal con la restauración del paisaje, la eficiencia de los recursos y la seguridad alimentaria global. En un planeta que pronto albergará a 9.000 millones de personas, la pregunta no es si debemos producir menos, sino cómo producir mejor.
En América Latina, donde la ganadería ocupa vastas extensiones y tiene un peso económico crucial, el debate sobre su sostenibilidad está cobrando fuerza. La transformación ya está en marcha en distintos niveles: desde fincas familiares que aplican pastoreo rotacional y silvopastoreo, hasta grandes operaciones que incorporan manejo regenerativo y captura de carbono. Estas experiencias demuestran que la ganadería puede convertirse en una aliada del ambiente si se entiende como parte de un sistema agroecológico y no como una actividad aislada.
El silvopastoreo, por ejemplo, integra árboles, pastos y animales en un mismo espacio. Los árboles proporcionan sombra y forraje, mejoran la retención de humedad y capturan carbono, mientras que los animales contribuyen con estiércol que fertiliza naturalmente el suelo. En regiones cálidas, la temperatura bajo la sombra de los árboles puede disminuir hasta 5 °C, reduciendo el estrés térmico en el ganado y mejorando su bienestar. Además, la biodiversidad se multiplica: aves, insectos y microorganismos reaparecen en terrenos que antes eran monocultivos de pasto degradado.
Otra práctica en expansión es el pastoreo racional o rotativo, que busca imitar los movimientos naturales de las manadas salvajes. Los animales se concentran en áreas pequeñas por poco tiempo, permitiendo que el resto del terreno descanse y se regenere. Este manejo, además de favorecer la cobertura vegetal, estimula el crecimiento uniforme del pasto y reduce la compactación del suelo. En zonas semiáridas de Argentina, Brasil y México, las experiencias de pastoreo planificado han logrado aumentar la biomasa vegetal y la infiltración de agua, mientras los productores reportan mejoras en peso y productividad del ganado.
La ganadería sostenible también implica eficiencia en la alimentación y reducción de emisiones. Investigadores de varios países están desarrollando aditivos naturales —como extractos de ajo, algas marinas o taninos vegetales— que reducen la producción de metano entérico sin afectar la digestión de los animales. Paralelamente, se trabaja en la selección genética de razas más resistentes al calor y en el aprovechamiento de subproductos agrícolas como fuente de alimento, disminuyendo la presión sobre los recursos forrajeros tradicionales.
Más allá del impacto ambiental, este modelo contribuye directamente a la seguridad alimentaria. La carne, la leche y los huevos siguen siendo fuentes esenciales de proteínas y micronutrientes, especialmente en comunidades rurales donde otras opciones son limitadas. La sostenibilidad, en este contexto, no se mide solo por las emisiones o el uso del suelo, sino también por la capacidad del sistema ganadero de ofrecer alimentos nutritivos, accesibles y producidos éticamente.
No obstante, la transición hacia una ganadería responsable requiere cambios estructurales. Es necesario reforzar la educación técnica de los productores, mejorar la trazabilidad, establecer incentivos para prácticas sostenibles y, sobre todo, crear mercados que valoren los productos con baja huella ambiental. En algunos países, los sellos de “carne carbono neutro” o “ganadería regenerativa” ya comienzan a abrir camino, conectando consumidores conscientes con sistemas productivos responsables.
La ganadería sostenible no es una utopía; es un camino que muchos ya transitan. Desde los Llanos venezolanos hasta las pampas argentinas y el Cerrado brasileño, se multiplican las fincas que prueban que el ganado puede ser parte de la solución climática. Con ciencia, planificación y voluntad política, la producción animal puede ayudar a restaurar suelos, conservar agua y asegurar alimentos para las generaciones futuras.
Al final, se trata de entender que la seguridad alimentaria global no depende solo de sembrar más, sino también de producir con respeto por la vida en todas sus formas.
📚 Referencias
FAO (2023). Sustainable Livestock for the Future: Challenges and Opportunities in Latin America.
Calle, Z. et al. (2024). Silvopastoral Systems and Carbon Sequestration in Tropical Regions. Journal of Environmental Management.
Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura – IICA (2024). Innovaciones en ganadería climáticamente inteligente.
