El jardinero espera semanas a que los tomates se pongan rojos. ¡Y aquí está, el momento tan esperado! Pero en lugar de una piel lisa, se ven feas grietas, como en tierra reseca. ¿Por qué ocurre esto? ¿Y cómo proteger las frutas que aún están normales?
El principal enemigo de los buenos tomates son las fluctuaciones de agua. Por ejemplo, si hace +3 °C, no has regado los parterres durante una semana y el viernes por la noche viertes un cubo de agua debajo de cada arbusto, ¿el resultado? Por la mañana, el 50 % de los frutos se han agrietado. ¿Por qué? Los tomates deshidratados absorben agua con avidez. La pulpa se hincha como un globo y la piel (sobre todo en las variedades grandes) no tiene tiempo de estirarse. La presión en los frutos alcanza las 5-7 atmósferas y los tomates se agrietan.
Las fluctuaciones de temperatura provocan el mismo agrietamiento, pero con mayor textura. Por ejemplo, durante el día el invernadero se calienta y por la noche se enfría. La condensación se deposita en los frutos y, por la mañana, los tomates se cubren con una red de pequeñas grietas.
Por eso es tan importante el riego antiestrés tras la sequía: primer riego: 50% de la dosis habitual, un descanso de 2 horas y luego el resto. El dispositivo ideal: la cinta de goteo. El mantillo de paja en una capa de 10 cm mantiene estable la temperatura de las raíces incluso a +35 °C y reduce la evaporación en un 70 %.
Si los tomates empiezan a agrietarse, proporcione una protección de calcio a las frutas normales: rocíe con nitrato de calcio (15 g/10 l) cada 14 días. Añada 5 ml de glicerina; la solución se adherirá mejor a las frutas, y no solo eso.
Las soluciones de calcio (especialmente el salitre) se retienen muy mal en la superficie lisa de frutos y hojas. Hasta un 40 % simplemente se escurre sin ser absorbido. La glicerina actúa como un adhesivo-distribuidor. Al envolver una gota de solución, aumenta el área de contacto con la superficie del fruto, ralentiza la evaporación y el flujo, permite que el calcio permanezca en la piel durante más tiempo y penetre gradualmente en el tejido. El calcio se absorbe con mayor eficacia, fortaleciendo las paredes celulares de la piel y reduciendo el riesgo de agrietamiento.
La glicerina aumenta la elasticidad de la piel del tomate, ya que posee propiedades higroscópicas (retención de agua) y plastificantes débiles. Al penetrar en las capas superficiales de la cutícula del fruto, ayuda a mantener un nivel óptimo de humedad en estos tejidos, haciéndolos más elásticos y flexibles. La piel se estira con mayor facilidad gracias a la abundante entrada de agua y nutrientes en la fruta, lo que reduce la probabilidad de roturas bajo la presión de la pulpa.
Los cambios bruscos de humedad (frío nocturno -> calor diurno) provocan microestrés en la piel del tomate. Al estabilizar la hidratación de la capa superficial, la glicerina facilita la adaptación del fruto a estos cambios, actuando como microamortiguador.
5 ml (una cucharadita) de glicerina de farmacia por cada 10 litros de agua con nitrato de calcio (10-15 g): pruebe este método.
Primero, disuelva el nitrato de calcio en un poco de agua tibia. Añada glicerina y mezcle bien. Complete con agua hasta completar 10 litros. Rocíe al atardecer o con tiempo nublado, evitando la luz solar directa. Concéntrese en los frutos y las copas de los arbustos.
¡No te excedas! El exceso de glicerina puede crear una película pegajosa que dificulta la respiración de las frutas o se convierte en un caldo de cultivo para patógenos. Pero, si se usa correctamente, la glicerina es un auxiliar simple y económico que mejora la protección de los tomates contra el agrietamiento gracias a una mejor absorción del calcio y una mayor elasticidad de la piel. ¡Este es un ejemplo de cómo un pequeño truco da resultados notables!
Si ya aparecen grietas, recoja los tomates dañados inmediatamente para procesarlos. No los almacene, ya que en dos días la grieta puede causar podredumbre.
