Este es un artículo de opinión de Esther Ngumbi, profesora adjunta de Entomología de la estadounidense universidad de Illinois.
URBANA, Estados Unidos – En la 29 Conferencia de las Partes sobre el cambio climático, la COP29, celebrada en noviembre, los países acordaron hacer todo lo necesario para invertir en soluciones climáticas para proteger vidas y medios de subsistencia de los efectos cada vez peores del cambio climático y construir un mundo próspero.
Esto es necesario. De hecho, nuestros líderes deben hacer todo lo posible para proteger vidas y medios de subsistencia.
Una de las mejores inversiones posibles son las soluciones climáticas para la agricultura. En particular, las inversiones en soluciones que busquen proteger los suelos y los cultivos agrícolas de los que dependemos para alcanzar la seguridad alimentaria.
De lo contrario, estos suelos y cultivos son vulnerables a los efectos del cambio climático en forma de sequías, inundaciones, brotes de plagas y temperaturas elevadas.
Si bien es una tarea de enormes proporciones, proteger los medios de subsistencia y los cultivos agrícolas de los efectos perjudiciales del cambio climático es factible.
La prevención de las malas cosechas y de los impactos en cascada, como la inseguridad alimentaria, el hambre y las hambrunas, puede lograrse desplegando y adoptando múltiples estrategias de soluciones climáticas que van desde el uso de soluciones microbianas y microbios beneficiosos del suelo hasta la adopción de prácticas agrícolas regenerativas y estrategias de gestión integrada de plagas.
Las soluciones microbianas, incluidos los inoculantes microbianos del suelo, aprovechan los microbios beneficiosos del suelo y las capacidades naturales del microbioma del suelo para crear entornos fértiles y resistentes para las plantas agrícolas, incluyendo procesos como la supresión de los patógenos del suelo, la fijación del nitrógeno del suelo y la disponibilidad de otros nutrientes importantes para las plantas, como el fósforo.
Cada vez hay más pruebas de que los microbios beneficiosos del suelo pueden aportar muchos beneficios, como mejorar el crecimiento y el rendimiento de cultivos agrícolas como el maíz, los tomates y el trigo, que son importantes para satisfacer las necesidades de seguridad alimentaria.
Además, se ha demostrado que estos microbios protegen a los cultivos agrícolas de la sequía y mejoran su capacidad para tolerar temperaturas elevadas, salinidad, insectos y muchos otros factores de estrés asociados al cambio climático.
De hecho, los microbios beneficiosos del suelo son fundamentales para mitigar los efectos de los factores de estrés asociados al cambio climático.
Las prácticas agrícolas regenerativas son un conjunto de prácticas agrícolas rejuvenecedoras y sostenibles que pretenden mejorar la salud del suelo, los recursos hídricos, la retención de carbono orgánico y la diversidad biológica del suelo.
Estas prácticas sostenibles incluyen el cultivo de cobertura, la rotación de cultivos, la plantación de diversos cultivos, la minimización de la alteración del suelo, el uso de menos fertilizantes, insumos agrícolas y pesticidas químicos y la incorporación de la ganadería.
Se ha demostrado que la adopción de prácticas regenerativas aporta múltiples beneficios, como la mejora de la salud y la calidad del suelo y de la biodiversidad, al tiempo que contribuye a mitigar los efectos del cambio climático.
Por ejemplo, la investigación ha revelado que los cultivos de cobertura pueden mejorar la salud del suelo y aumentar la abundancia de comunidades de insectos beneficiosos.
La gestión integrada de plagas es un enfoque que no descarta el uso de plaguicidas, pero los utiliza lo menos posible y sólo por razones de peso.
Promueve el uso de alternativas más seguras, como el biocontrol, que utiliza enemigos naturales para controlar las plagas, y prácticas de control cultural que modifican el entorno de cultivo para reducir las plagas no deseadas.
Los enfoques de gestión integrada de plagas incluyen el uso de variedades de plantas resistentes a los daños causados por los insectos, y la rotación de cultivos, que cambia los cultivos plantados cada temporada o año, para romper el ciclo de vida de las plagas de insectos y disuadir a las plagas de permanecer en la granja.
En última instancia, las estrategias que se están lanzando para ayudar a afrontar la crisis climática deben prestar atención fundamentalmente a la mejora del suelo y su salud. El suelo es la base de una alimentación sana y nutritiva, de los ingresos y de la economía.
Las iniciativas puestas en marcha para mejorar la salud del suelo deben basarse en la ciencia y adherirse a varios principios y prácticas científicos para mejorar la salud del suelo, como el acolchado, la agricultura de conservación, el laboreo reducido y los cultivos de cobertura.
Las inversiones inteligentes en el suelo deben basarse en una evaluación científica de su estado, por lo que las iniciativas de análisis del suelo son un buen punto de partida. Saber qué necesitan los suelos permite realizar intervenciones precisas y es una ventaja para la resistencia climática y la protección del medio ambiente.
Si se mejora la salud del suelo, se recuperarán los nutrientes vitales, las diversas comunidades microbianas y la materia orgánica del suelo.
La materia orgánica del suelo está asociada a otros beneficios, como la mejora de la salud y el rendimiento de las plantas, la mayor retención de agua en el suelo, que aumenta la capacidad de los cultivos para tolerar la sequía, y la expansión de la diversidad biológica en el suelo.
La diversidad de organismos biológicos en el suelo desempeña a su vez funciones críticas en los ecosistemas del suelo, como la descomposición, la eliminación de contaminantes y el ciclo de nutrientes esenciales para las plantas.
La diversidad de organismos biológicos en el suelo desempeña a su vez funciones críticas en los ecosistemas del suelo, como la descomposición, la eliminación de contaminantes y el ciclo de nutrientes esenciales para las plantas.
Es importante recordar que, al poner en marcha estas iniciativas, la capacidad de las comunidades y los ciudadanos de los distintos países para adaptar y emplear estas estrategias variará enormemente en función de sus capacidades financieras.
Las inversiones financieras para apoyar el despliegue de estas soluciones y prácticas climáticas agrícolas pueden canalizarse a través de los departamentos gubernamentales y el ministerio de agricultura.
Proteger las vidas, los medios de subsistencia y los cultivos agrícolas de los efectos catastróficos del cambio climático es una tarea urgente que requerirá la puesta en marcha de múltiples iniciativas, desde prácticas agrícolas regenerativas hasta el uso de inoculantes microbianos y la adopción de estrategias de gestión integrada de plagas.
Debemos seguir animando a los países a invertir en estas iniciativas. Todos ganamos.
Esther Ngumbi, nacida en Kenia y con un doctorado en entomología, es profesora adjunta en los departamentos de Entomología y de Estudios Afroamericanos de la estadounidense Universidad de Illinois en el campus de la ciudad de Urbana.