
Los microplásticos llevan años en las portadas por su presencia en océanos. Lo que ha pasado más desapercibido es su avance silencioso en los suelos agrícolas, allí donde nacen los alimentos. A diferencia del mar —que, al menos, vemos— el suelo es un mundo subterráneo: complejo, diverso, y ahora también receptor de partículas invisibles que se acumulan con cada campaña. La expansión del riego y el reuso de agua cierran el círculo: lo que la ciudad descarta puede volver en forma de agua tratada, de lodos o de materiales plásticos de uso agrario que se fragmentan con el tiempo. Para agricultores y consumidores, la pregunta ya no es si los microplásticos están en el campo, sino cómo gestionarlos para proteger la fertilidad, la inocuidad y el negocio.
Una foto del momento: cada año la agricultura utiliza millones de toneladas de plásticos —desde films de acolchado hasta tuberías, bandejas, mallas y recubrimientos— que, por desgaste y radiación UV, terminan generando fragmentos. A eso se suma lo que llega por compostas, lodos y, cada vez más, por agua de riego con distintos grados de tratamiento. Los estudios recientes dibujan un mapa consistente: los microplásticos son ubicuos en suelos agrícolas, con concentraciones bajas pero suficientes para alterar propiedades físicas (agregación, porosidad) y biológicas (microbiota, enzimas del suelo). Cuando el riego usa agua regenerada, el balance es claro: aun con eficiencias de eliminación muy altas en planta, el volumen total tratado hace que una fracción significativa llegue al ambiente y se acumule campaña tras campaña.
¿Y las plantas? La evidencia sigue afinándose, pero ya hay trabajos que muestran captación de partículas muy pequeñas (sobre todo nano- y microplásticos finos) por la raíz, con transporte hacia tejidos aéreos y, en casos específicos, hacia órganos comestibles. No es una alarma roja, pero sí una señal ámbar: necesitamos medir mejor, reducir entradas innecesarias y ganar tiempo con medidas de manejo que bajen la exposición en finca. Porque además del riesgo alimentario, hay un efecto agronómico: cambios en estructura del suelo, retención de agua y en la disponibilidad de nutrientes que pueden traducirse en variabilidad de rendimiento y respuesta a fertilización.
El reuso de agua no es el villano; de hecho, es una herramienta imprescindible en climas más secos y con competencia urbana por el recurso. El desafío es hacerlo bien. A pie de parcela, hay decisiones pragmáticas que disminuyen el flujo de partículas hacia el suelo. La primera es la filtración: muchos sistemas trabajan con filtros de grava/disco suficientes para sólidos en suspensión tradicionales, pero insuficientes para atrapar microplásticos muy finos. Incorporar etapas adicionales (cartuchos de menor micraje, barreras textiles, mantenimiento estricto de mallas) reduce cargas de entrada. También importa de dónde viene el residuo: lodos bien gestionados y compostas con mejor separación en origen bajan drásticamente la contaminación. En riego por goteo, la integridad de líneas y conectores —que se fragmentan con el sol y la presión— merece un plan de recambio por horas de uso, no por “sensación”.
Otra puerta de entrada evitable está en casa: insumos recubiertos. Algunos fertilizantes de liberación controlada usan encapsulados poliméricos que pueden dejar residuos plásticos en campo; lo mismo ciertas semillas peletizadas. Donde existan alternativas biodegradables certificadas o recubrimientos de base mineral, vale la pena migrar: el costo extra se compensa con menos carga plástica y menos externalidades. Con los films de acolchado, la ecuación es similar: planificar el fin de vida (retirar a tiempo, evitar labranza que triture restos, contratar recolección) y evaluar biomulch donde la normativa y la realidad del cultivo lo permitan.
El impacto no se queda en suelo y planta: la logística también cuenta. Cada rotura de bolsa, cada pallet envuelto de más, cada malla descartada suma. Reducir envoltorios en acopio y postcosecha, escoger formatos reutilizables y exigir a proveedores protocolos de retorno de materiales acota el problema antes de que empiece. Hay, además, una veta productiva: la trazabilidad. Si registramos por lote qué agua, insumos y prácticas se aplicaron, no solo podemos mejorar internamente; también es una ventaja comercial para programas de compras públicas y minoristas que valoran estándares de inocuidad y circularidad.
¿Qué pueden hacer hoy las fincas que riegan con agua regenerada? Un checklist mínimo: 1) certificar calidad del afluente y conocer el tren de tratamiento (qué retiene y qué no); 2) agregar filtración fina en punto de entrega; 3) monitorear presión diferencial para detectar saturaciones por partículas; 4) establecer mantenimiento preventivo de mallas y discos; 5) auditar insumos plásticos (encapsulados, films, mallas) y fijar un plan de sustitución donde haya alternativas; 6) llevar bitácora por lote (agua–insumos–fechas). En cooperativas y comunidades de regantes, vale impulsar normas locales de recepción de lodos/compostas y sistemas compartidos de filtración final.
¿Y qué falta? Medición. La ciencia va rápido, pero la metrología —cómo capturar, identificar y cuantificar partículas pequeñas de forma rutinaria— aún madura. Para el sector agro, eso significa que la conversación debe ir por dos carriles: precaución razonable (reducir entradas y exposición donde sea posible) y evidencia (ensayos que vinculen prácticas con resultados agronómicos e inocuidad). No necesitamos esperar a 2030 para actuar en lo primero; y debemos invertir desde hoy en lo segundo.
La buena noticia es que casi todo lo que reduce microplásticos mejora la gestión general del riego y del suelo: mejores filtros, mejores compostas, menos roturas, más orden en insumos y residuos. Es eficiencia con otro nombre. Mientras tanto, productores y consumidores pueden quedarse con una idea sencilla: cada microdecisión —cómo filtramos, qué compramos, qué retiramos— suma o resta. En un mundo de partículas pequeñas, los detalles hacen la diferencia.
Referencias
- FAO. Plastics in Agriculture: climate change thematic — overview y cifras de uso en 2019. (consultado 2025). FAOHome
- FAO. Nuevo estudio: contaminación plástica crítica en suelos agrícolas; efectos observados incluso a trazas. (31 jul 2025). FAOHome
- Aydin S. et al. Efectos del riego con agua residual tratada en la acumulación de microplásticos en suelos agrícolas. (2025). PMC
- Heyde BJ. et al. Transición a riego con agua tratada: >98% de remoción, pero acumulación por volúmenes y tiempo. (2025). Nature
- Chaudhary HD. et al. Microplásticos y salud vegetal: captación por raíces/hojas y translocación a tejidos comestibles. (2025). Nature
- En-Nejmy K. et al. Microplásticos en suelos: rutas de entrada (mulch, lodos, compost, fertilizantes, atmósfera) y efectos. (2024). ScienceDirect
- Penn State Extension. Microplastics in Agricultural Lands — síntesis aplicada. (15 sep 2025). Extensión Penn State
📌 Columna Radar Verde, por Abel Bolívar, para Mundo Agropecuario
