Al igual que los seres humanos, las plantas también tienen necesidades nutricionales particulares, por lo que su “alimentación” demanda un enfoque personalizado; por ejemplo, en las variedades comerciales de caña de azúcar se evidenció que la urea, los amonios y nitratos se deben dosificar para mejorar la productividad y reducir el impacto ambiental que se genera por la fertilización uniforme y excesiva.
El ingeniero agrónomo Roger de Jesús Urrea López, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, trabajó con 2 de las 20 variedades comerciales de caña de azúcar más sembradas en el Valle del Cauca: la CC 85-92 y la CC 01-1940, obtenidas por el Centro de Investigación de la Caña de Azúcar (Cenicaña). Se trata de materiales pensados para su cultivo en zonas húmedas, con alta resistencia a enfermedades como la roya, y una alta productividad.
“Históricamente en el valle geográfico del río Cauca el cultivo de caña de azúcar ha estado dominado por un manejo de fertilización basado en la aplicación repetitiva de urea y cloruro de potasio, junto con dosis iniciales de fósforo, compuestos químicos que con el tiempo se acumulan en el suelo y por cuenta de las lluvias terminan contaminando ríos, quebradas y otros cuerpos de agua”, señala el investigador.
Esta práctica, poco estratégica y no sostenible, se basa exclusivamente en el análisis de suelos sin hacer una interpretación integral de las relaciones entre los diferentes nutrientes esenciales para el cultivo. Incluso en algunos predios se han utilizado estudios de tejido de las hojas para determinar la aplicación de bioestimulantes, como bioticones (mezcla de fertilizantes foliares con melaza y hormonas vegetales) que regulan el crecimiento y desarrollo de las plantas.
Aunque estos insumos mejoran temporalmente el rendimiento de la caña de azúcar, su aplicación no se ha sistematizado ni vinculado a una evaluación detallada de la productividad final del cultivo.
Para la investigación, el magíster analizó la información de 1.000 registros de 2022 sobre el uso de la fertilización en uno de los ingenios del Valle del cauca, en los cuales evaluó el uso de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio, compuestos químicos fundamentales para el óptimo crecimiento de la caña de azúcar.
A través de la metodología DRIS (Diagnosis and Recommendation Integrated System) comparó los análisis foliares (o de las hojas), acorde con el método industrial de muestreo definido por Cenicaña y los datos de productividad para determinar los posibles desbalances nutricionales en las plantas.
Así evidenció que en las dos variedades el nitrógeno presentó un desbalance por exceso, un resultado directamente relacionado con su uso indiscriminado como fertilizante. “Es muy común que los agricultores apliquen entre 7 y hasta 14 bultos de urea por hectárea, lo que supera las necesidades nutricionales del cultivo”.
En la variedad CC 85-92, el análisis de los registros mostró que el nutriente que más influye en la productividad es el calcio, seguido del fósforo y del potasio, mientras que en la variedad CC 01-1940 el magnesio marcó deficiencia, seguido del nitrógeno y el calcio, lo que expone una evidente diferencia dentro de la prelación nutricional que se debe dar al requerimiento de cada cultivo.
“La fertilización convencional no se puede seguir aplicando de manera genérica, uniforme. Es fundamental diseñar planes específicos para cada variedad y tipo de suelo, basados en el balance real de los nutrientes. Implementar estas estrategias tiene un doble beneficio: económico, porque optimiza los costos de fertilización, y ambiental, porque minimiza el impacto negativo en los ecosistemas”, afirma el magíster.
Los hallazgos de este trabajo también sugieren que aunque el sector cañero tiene prácticas agronómicas rigurosas respecto al análisis foliar, al momento de aplicar los fertilizantes no se están considerando las diferencias varietales ni las características específicas del suelo.
Además, las normas DRIS propuestas en este estudio se pueden aplicar a otras variedades de caña, o ajustar para condiciones agroecológicas específicas, con lo que se amplía el impacto del proyecto en otras regiones productoras.