El mijo podría ser la gran munición de África para combatir la anemia y aportar otros beneficios para la salud, además de ser especialmente resistente al clima.
BULAWAYO, Zimbabwe – El mijo podría ser la gran munición de África para combatir la anemia y aportar otros beneficios para la salud, además de ser especialmente resistente al clima.
Una investigación liderada por el Instituto Internacional de Investigación de Cultivos para las Zonas Tropicales Semiáridas (Icrisat, en inglés) confirma que el mijo, un cereal al que por mucho tiempo los pequeños agricultores africanos desprecian cosechar, combate eficazmente la anemia, uno de los problemas de la desnutrición.
La carencia de hierro afecta a más de 1700 millones de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La desnutrición de los niños ha provocado un retraso en el crecimiento y anemia, según el organismo.
El estudio del Icrisat, que tiene su sede central en India y atiende principalmente a los países de Asia y África Subsahariana, se realizó en colaboración con otras organizaciones de investigación y señala que los gobiernos deben incorporar el mijo si desean abordar adecuadamente la carencia de hierro en la alimentación de importantes sectores de la población mundial.
“Aunque la cantidad de hierro aportada depende de la variedad de mijo y de su forma de procesamiento, la investigación muestra claramente que el mijo puede desempeñar un papel prometedor en la prevención y reducción de los altos niveles de anemia por carencia de hierro, dijo Anitha Seetha, autora principal del estudio y nutricionista principal del Icrisat.
El mijo es en realidad un conjunto de cereales de pequeña semilla, con un alto valor proteico y que no necesita de mucha agua para desarrollarse, además de soportar bien bruscos cambios en la temperatura, ser resistente a las plagas y crecer rápido.
Esa resistencia a las variaciones climáticas se considera que sería una gran ayuda para los países del Sur en desarrollo que soportan devastadoras sequías, donde las comunidades afectadas sufren emergencias alimentarias.
Las conclusiones del estudio sugieren que la producción y consumo de mijo podría aliviar la presión sobre unos servicios de salud pública débiles y sobrecargados.
“Ahora que existen pruebas sólidas del valor del mijo para reducir o prevenir la anemia ferropénica, se recomienda realizar un gran estudio de investigación sobre la anemia que abarque todos los tipos de mijo, las variedades comunes y todas las formas principales de procesamiento y cocción”, afirmó Ian Givens, coautor del estudio.
El también director del Instituto de Alimentación, Nutrición y Salud de la Universidad de Reading, en Reino Unido, considera que “esto proporcionará los detalles necesarios para diseñar las intervenciones que se requieren para tener un gran impacto en la reducción de la anemia a nivel mundial”.
El caso de Zimbabwe
Para países como Zimbabwe, donde los cereales pequeños se han promocionado durante mucho tiempo como la respuesta a la inseguridad alimentaria y los problemas de nutrición, las conclusiones del estudio del Icrisat podrían influir en los pequeños agricultores, como Samukele Jamela.
Esta productora tiene su finca en la árida región de Filabusi, a unos 120 kilómetros al sureste de Bulawayo, la segunda ciudad de este país del sur de África.
Jamela es uno de los muchos agricultores que se enfrentan habitualmente a los silos vacíos debido a la escasez de lluvias. Pero como los demás sigue aferrada a plantar maíz de secano.
“Aquí plantamos maíz. Es lo que siempre hemos hecho. Muy poca gente quiere comer mijo o sorgo. Incluso a los niños no les gusta”, dijo, explicando por qué su comunidad evita el cultivo de los llamados pequeños granos.
El Ministerio de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural del país es consciente de esta prevención y hace esfuerzos, poco fructíferos hasta ahora, para que se supere el rechazo, en este país de más de 14 millones de habitantes, sumergido en una grave y prolongada crisis económica, que requiere potenciar y modernizar su producción agrícola.
En 2010, Zimbabwe se asoció con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con el objetivo de promover la producción, el procesamiento y la comercialización de pequeños cereales como el mijo y el sorgo.
Pero más de una década después, los funcionarios de agricultura siguen intentando convencer a los pequeños agricultores sobre los beneficios de cultivar pequeños cereales resistentes al clima.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señaló en un informe de 2018, titulado Análisis sobre las barreras de la cadena de valor de los granos pequeños en Zimbabwe. que el país ha experimentado un descenso en la producción de este tipo de granos desde los años 90.
Mientras, determinó, el maíz sigue siendo el cultivo preferido a pesar de las sucesivas pérdidas de cosechas por las lluvias escasas.
En el marco de los esfuerzos por ayudar al país a invertir la curva de la inseguridad alimentaria, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida) anunció en noviembre un programa de inversión de 67 millones de dólares destinados a los pequeños agricultores de Zimbabwe.
“Según la zona geográfica, se apoyarán cultivos como el mijo en las áreas más secas”, dijo a IPS Jaan Keitaanranta, director del Fida para Eswatini y Zimbabwe.
El apoyo de la agencia del sistema de Naciones Unidas coincidió con su advertencia, en el mismo mes de noviembre, de que los países africanos verían una caída en el rendimiento de los cultivos básicos, como el maíz, debido al aumento de las temperaturas provocado por la crisis climática.
Bajo el título «¿Qué pueden cultivar los pequeños agricultores en un mundo más cálido?», el informe del Fida hace un llamamiento a los países africanos para que reduzcan su dependencia del maíz en favor de los pequeños cereales.
El estudio señaló que para 2050 la producción de maíz podría descender 77 % en algunos países que soportan el peso del cambio climático.
“Los mijos no sólo son saludables, sino que se dirigen a algunas de nuestras mayores necesidades, lo que los convierte en una poderosa solución para nuestras dietas”, dijo Joanna Kane-Potaka, ex subdirectora general del Icrisat, otra coautora del estudio y ahora directora ejecutiva de la iniciativa Smart Food.
Sin embargo, los investigadores locales afirman que el carácter intensivo en mano de obra de los pequeños cereales es una de las muchas razones por las que los pequeños agricultores siguen rehuyendo el cultivo del sorgo y del mijo.
“Los granos pequeños se enfrentan al gran reto del bajo rendimiento por hectárea en comparación con el maíz; de ahí que la mayoría de los agricultores prefieran cultivar maíz independientemente de los problemas climáticos”, explicó Keith Phiri, profesor titular del Departamento de Estudios de Desarrollo de la Universidad Estatal de Lupane.
Phiri, que ha dirigido una investigación sobre las razones por las que los pequeños agricultores de las regiones áridas de Zimbabwe rehúyen los granos pequeños, dijo que entre las razones se encuentra la falta de conocimiento del mijo, lo que les dificulta identificar al cereal durante el desbroce, porque las malas hierbas tienden a parecerse a la planta.
Además, las preferencias de los consumidores siempre han favorecido al maíz.
Entre otras recomendaciones, Phiri plantea que el gobierno tiene que cambiar su política, que durante años ha promovido el maíz como el gran cultivo comercial, dejando de lado a los pequeños cereales, pese a sus grandes propiedades nutricionales y climáticas.
“La necesidad de una solución es crítica, y por ello es muy recomendable introducir el mijo en los programas gubernamentales y de la corriente principal”, aseguró Jacqueline Hughes, directora general de Icrisat.
T: MF / ED: EG