Los datos de 1.000 granjas durante 13 años sugieren que la supervivencia agrícola depende de ser flexible sin perder la estabilidad.


Un estudio del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad Agrarias de la UCO identifica la estabilidad y la flexibilidad como los dos componentes de la resiliencia económica de las explotaciones agrícolas y subraya la necesidad de políticas agrícolas más específicas para garantizar su eficacia.


por la Universidad de Córdoba


En el contexto actual de cambio climático e inestabilidad económica , las políticas agrícolas se centran cada vez más en mejorar la capacidad de adaptación y la resiliencia de las explotaciones agrícolas, y no solo en promover su sostenibilidad. Esta capacidad, conocida como resiliencia, es en realidad muy heterogénea. Por lo tanto, para que las políticas públicas sean eficaces, deben ser más específicas y centrarse en sus dos componentes: estabilidad y flexibilidad.

Así lo concluye un estudio realizado por el Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad Agraria de la Universidad de Córdoba y publicado en la revista Environmental and Sustainability Indicators .

Mediante un novedoso marco teórico , el equipo de investigadores Jaime Martín García, José A. Gómez Limón y Antonio Menor Campos descubrió que las explotaciones agrícolas presentan dos componentes de resiliencia económica que, en cierta medida, son opuestos. Algunas explotaciones son más estables a lo largo del tiempo y tienen dificultades para adaptarse a largo plazo, mientras que otras se transforman con mayor facilidad ante perturbaciones externas, pero no son tan estables a corto plazo.

Dado que, a partir de los dos componentes de resiliencia identificados, las fincas pueden responder a los cambios externos de dos maneras, permanecer inalteradas o aplicar cambios en el corto plazo (por ejemplo, modificando la mezcla de cultivos de un año a otro) o en el largo plazo (pasar de secano a riego o de agricultura convencional a orgánica), la clave para diseñar mejor las políticas públicas es que éstas sean más específicas y consideren la gran variedad de factores que, de manera positiva o negativa, influyen en los dos componentes de la resiliencia de las fincas.

Así, teniendo en cuenta las circunstancias de cada sector y/o región, las políticas deberían orientarse a promover la estabilidad de las explotaciones agrícolas o centrarse en desarrollar aún más su flexibilidad.

Los cultivos herbáceos españoles como caso de estudio

Para probar el marco teórico propuesto para evaluar la resiliencia de las explotaciones agrícolas, los investigadores se basaron en datos de explotaciones agrícolas españolas dedicadas a cultivos herbáceos. Estos cultivos, que incluyen cereales y leguminosas, representan más del 30 % de la superficie agrícola útil en España y son fundamentales para la sociedad, ya que son productores esenciales de alimentos tanto para las personas como para los animales.

A partir de una base de datos de 947 explotaciones agrícolas de este sector, el equipo analizó factores que van desde el tamaño de la empresa, la plantilla de las explotaciones y la edad de sus agricultores, hasta el régimen de producción ecológica, los fertilizantes y los pagos de la Política Agrícola Común.

Con estos datos, recogidos durante 13 años por la Red Nacional de Contabilidad Agraria (instrumento perteneciente al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), el equipo comprobó que los cultivos herbáceos españoles presentan una resistencia parcial, ya que muestran una buena estabilidad, pero una baja flexibilidad.

Así, factores como los pagos desvinculados de la Política Agrícola Común, la propiedad de la tierra y los cultivos de cereales de verano se relacionaron más con la estabilidad. La conversión ecológica garantizó una mayor flexibilidad, mientras que el tamaño de las explotaciones, el valor de la tierra, la edad de los agricultores y la proporción de mano de obra doméstica afectaron negativamente la flexibilidad necesaria para afrontar las perturbaciones externas a lo largo del tiempo.

El estudio muestra que no todas las políticas públicas son igualmente eficaces para mejorar la resiliencia económica de las explotaciones agrícolas, lo que requiere instrumentos diseñados para medir y debidamente adaptados. La formulación de políticas debe considerar la complejidad de este concepto multidimensional. Según los resultados, impulsar la estabilidad (resiliencia estática) podría perjudicar la flexibilidad (resiliencia dinámica), y viceversa. Por lo tanto, se necesitan instrumentos de política adaptados y específicos que consideren ambos componentes de la resiliencia.

Dado que el objetivo final del estudio es incentivar que las explotaciones agrícolas sigan produciendo y manteniendo sus funciones a lo largo del tiempo, las políticas que consideren la complejidad del concepto de resiliencia se traducirían en beneficios para la sociedad.

Martín García, investigador del grupo WEARE de la UCO y autor de una tesis que, centrada en la transición ecológica de la agricultura, incluye este estudio sobre resiliencia , explica que los beneficios incluirían «una producción alimentaria más estable, un menor impacto ambiental del sector agrario y un mayor desarrollo rural, ayudando a anclar poblaciones en zonas rurales que a menudo sufren despoblación».

Más información: Jaime Martín-García et al., Resiliencia económica de las explotaciones agrícolas: evaluación, factores impulsores y formulación de políticas, Indicadores Ambientales y de Sostenibilidad (2025). DOI: 10.1016/j.indic.2025.100740



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