Después de décadas trabajando como pescador en un lago mexicano de gran altitud, Froylan Correa ahora está ayudando a salvar a un anfibio en peligro de extinción con branquias parecidas a la melena de un león y una notable capacidad regenerativa.

por Enrique Castro
El achoque, también conocido como salamandra del lago de Pátzcuaro, es un pariente menos conocido del ajolote, el pequeño anfibio de rostro amigable que lucha contra la extinción en la Ciudad de México.
La sobrepesca, la contaminación y la reducción de los niveles de agua en el lago de Pátzcuaro, su único hábitat natural , hacen que el achoque esté catalogado como especie en peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
En un intento por evitar su desaparición, biólogos de la Universidad Michoacana decidieron pagar a la comunidad indígena local de San Jerónimo Purénchecuaro para ayudar al achoque a reproducirse.
Correa, quien conoce el lago del occidental estado de Michoacán como la palma de su mano, tiene un nuevo trabajo como recolector de huevos de anfibios.
Ahora, con más de 60 años, recuerda cuando las aguas estaban repletas de peces y no había necesidad de preocuparse por las salamandras.
«Antes había muchos achoques», explicó a la AFP.
«Ahora la nueva generación no lo sabe.»
Del laboratorio al lago
Luego de recolectados los huevos, el biólogo Rodolfo Pérez los lleva a su laboratorio en la Universidad Michoacana para que eclosionen, con la esperanza de darles a los achoques mayores posibilidades de sobrevivir.

Una vez que las crías crecen lo suficiente, son trasladadas a la reserva de protección de achoques de la comunidad, donde los pescadores las cuidan hasta que están listas para ser liberadas en el lago, dijo Israel Correa, familiar de Froylan Correa.
El achoque pertenece al grupo Ambystoma, muy estudiado por los científicos por su extraordinaria capacidad para regenerar miembros mutilados y partes de órganos como el cerebro y el corazón.
Si uno pierde una cola, rápidamente le crece otra.
Esto ha convertido a las salamandras en un tema de fascinación para los científicos que esperan aprender lecciones que puedan aplicarse a los humanos.
Desde tiempos prehispánicos, el achoque ha sido fuente de alimento así como remedio utilizado por los indígenas para enfermedades respiratorias.
Su color de piel le permite mimetizarse con su hábitat natural.
Según una leyenda local, el achoque fue primero un dios malvado que se escondió en el lodo del lago para escapar del castigo de otras deidades.


Pérez está intentando incubar tantos huevos como sea posible con la ayuda de los lugareños para evitar su extinción.
«Ha sido mucho trabajo», dijo, y agregó que el mayor reto es encontrar dinero para compensar a los pescadores, ya que los achoques requieren cuidados constantes.
La colaboración entre los científicos y la comunidad local ha ayudado a estabilizar la población de achoque, según los investigadores.
Se estima que hay entre 80 y 100 individuos que viven en una pequeña parte del lago, dijo Luis Escalera, otro biólogo de la Universidad Michoacana.
Sin embargo, la cifra es «mucho menor que la de hace 40 años», afirmó.
Para los pescadores que luchan por salvarlos, es una labor de amor.
«No podemos faltar un día sin venir porque si no, se mueren», dijo Israel Correa en la reserva de protección del achoque a orillas del lago de Pátzcuaro.
«Llueva o truene, incluso si hay un festival, tenemos que estar aquí».
