La necesidad de comunicar la ciencia hoy


Por Macarena Rojas; Encargada de Comunicaciones del Centro CREAS, PUCV.


Hace unas semanas Teresa Paneque, astrónoma, divulgadora científica y escritora, expresaba su preocupación sobre el abordaje que tienen los medios de comunicación respecto de la ciencia. “Hablemos de la ciencia, pero no tan en profundidad” porque, según le decían “la gente que ve esto (los medios) no quiere ver ciencia”. La reflexión de la experta llama la atención, pues asegura que “la ciencia es aprendizaje”. Entonces, ¿cómo pueden los medios afirmar que las personas no quieren aprender cosas nuevas?

¿Qué es ver ciencia? ¿por qué la población no querría saber más de ciencia? O mejor, ¿por qué los comunicadores y los medios de comunicación creerían que divulgar ciencia no es necesario?

La transferencia de conocimiento y la divulgación científica han sido vistas como algo lejano para “las masas” por el uso de palabras “complejas” que sólo perderían la atención de quienes quieran entender más allá. Pero actualmente estas aseveraciones se demuestran falsas, considerando, por ejemplo, el buen recibimiento que tiene el contenido científico-educativo en redes sociales, la gran herramienta de información del presente.

Porque en una era donde tenemos la información a nuestro alcance, pareciera que el conocimiento real se nos escapa cada vez más de las manos. Por ello es tan apreciado el trabajo de divulgación realizado por especialistas en sus disciplinas, como Teresa Paneque en Astronomía; Mary Anne Argo en Antropología; Andrea Yévenes en Paleontología o Gabriel León, creador de “La Ciencia Pop”, entre otros. Es su trabajo el que nos permite, como sociedad, participar de esta transferencia de conocimiento, donde quien nos entrega la información no pierde nada, pero nosotros ganamos mucho y nos hacemos parte de la conversación.

Por ello, esta alza en la desinformación, en forma de teorías conspirativas, uso de Inteligencia Artificial para crear narrativas ficticias y líderes de opinión mundiales cayendo en el camino negacionista, así como la intención de reducir el financiamiento de programas e investigaciones científicas, debería ser una alarma para las personas, pues están bloqueando la información real a una población que la necesita para tomar decisiones en pos del progreso.

Según los partidarios de quitarle espacios a la ciencia, estos bloqueos buscan mayores oportunidades para el crecimiento económico y la riqueza de las naciones. Entonces, siguiendo la misma lógica, si queremos verlo como el mundo de las transacciones, ese que defiende la economía en desmedro de la ciencia, podríamos decir que la transferencia de conocimiento es un activo mucho más valioso, dado que le permite al “beneficiado” no perder su conocimiento en absoluto al entregarlo a otros, pues será el “beneficiario” el encargado de divulgarlo a otros también, multiplicando el conocimiento infinitamente.

Desde la narrativa negacionista, la reciente salida de Argentina de la Organización Mundial de la Salud, decisión motivada por acciones similares tomadas por Estados Unidos, país que busca también desligarse del Acuerdo de París, nos invita como sociedad a cuestionarnos hasta qué punto podemos ser comprensivos con decisiones que van en desmedro de la población y que niegan rotundamente del trabajo e investigaciones realizadas por expertos en diferentes áreas de la ciencia. Porque cuando se ve a la ciencia como una enemiga en lugar de una aliada para el progreso es que el enfoque se ha desviado del bien común.