Por Coral Davenport
The New York Times – Edición en español
WATSONVILLE, California — Los campos de fresas, zarzamoras y frambuesas del valle del Pájaro tienen una extensión de dieciséis kilómetros a lo largo de la costa de la bahía de Monterey, California, y, desde abril hasta principios de diciembre, están llenos de frutos. Las 12.140 hectáreas de tierras para la agricultura están también adornadas con lechugas color esmeralda, coles de Bruselas y algunas variedades de coles rizadas, con lo que esta región recibe ingresos de alrededor de mil millones de dólares cada año.
Toda esa abundancia cuesta.
Aunque los agricultores estadounidenses de otros lugares han regado sus cultivos de manera gratuita por medio de la extracción del agua subterránea que hay debajo de sus tierras, los agricultores de Pájaro deben pagar sumas de dinero considerables para contar con el agua de riego, cosa que convierte este lugar en uno de los más caros del país, si no es que del mundo entero, para producir alimentos. El costo es de hasta 400 dólares por cada 1233 metros cúbicos, una medida de volumen estándar. Estas cuotas equivalen a doce millones de dólares al año, los cuales se emplean para reciclar, recuperar y conservar el agua subterránea de esa región.
El sistema poco común del valle del Pájaro –prácticamente un impuesto sobre el agua– se originó a partir de una desgracia que le ocurrió al cultivo de frutos rojos hace unos 40 años, la cual obligó a los agricultores a tomar cartas en el asunto. Actualmente, cuando el país enfrenta una crisis que se deriva de la disminución de las aguas subterráneas como consecuencia de la combinación entre el cambio climático, la extracción excesiva por parte de los agricultores y otras circunstancias, algunos especialistas afirman que el valle del Pájaro es un modelo de cómo salvar ese recurso vital.
«Están haciendo algo innovador», señaló Felicia Marcus, expresidenta del Consejo de Control de los Recursos Hídricos del Estado de California y ahora investigadora del Programa Agua en el Occidente de la Universidad de Stanford. Aunque otras pocas regiones han impuesto cuotas al agua subterránea para la agricultura, el valle del Pájaro ha sido una de las más contundentes y eficaces. «Ahí van a la vanguardia», afirmó Marcus.
Algunos especialistas de lugares tan lejanos como China y Egipto están llegando a este valle para estudiar su sistema, pero reproducirlo en otros lugares quizás traería retos importantes. Para empezar, «a la población no le gustan los impuestos», comentó Nicholas Brozovic, un economista especialista en agricultura de la Universidad de Nebraska. «Eso no es ningún secreto».
En las nuevas investigaciones sobre el programa se encontró una conexión directa entre el pago del agua subterránea y su conservación: un aumento del 20 por ciento en el precio del agua subterránea ha dado como resultado una disminución del 20 por ciento en su extracción.
Una de las razones por las que los especialistas ven el valle del Pájaro como un modelo es que, pese al precio tan elevado del agua, la agricultura de esa región está prosperando. Es la sede de marcas importantes, como Driscoll’s, el proveedor de frutos rojos más grande del mundo, y Martinelli’s, una empresa que cultiva la mayor parte de las manzanas para su sidra espumosa en valle del Pájaro.
Soren Bjorn, un alto directivo de Driscoll’s que en el mes de enero se convertirá en el director general, señaló en una entrevista que «sin duda» considera esa región como un modelo para el cobro del agua el cual podría reproducirse en las regiones donde escasea el agua, desde Texas hasta Portugal. «El agua no puede ser gratuita en todas partes porque no es posible gestionar un suministro de agua sustentable sin cobrarla», comentó. «Y así sería en todo el mundo».
No obstante, si el experimento del valle del Pájaro se reprodujera en todo el país, desencadenaría unos cambios en la economía que afectarían tanto a los agricultores como a los consumidores y que se traducirían en precios más elevados en los supermercados, además, obligarían a los agricultores a abandonar los cultivos básicos de bajo costo que se necesitan para el forraje y otros usos, como los textiles.
Aunque los agricultores corporativos de productos de alta calidad como los frutos rojos que se envían a los anaqueles de cadenas importantes como Whole Foods, Safeway y Trader Joe’s pueden absorber el precio del agua del valle del Pájaro, no hay manera de que sea rentable para los agricultores de cultivos básicos como el algodón, la alfalfa y la soya, señaló David Sanford, el comisionado de agricultura del condado de Santa Cruz, en el cual se ubica el valle del Pájaro.
En los años transcurridos desde que se impuso un costo al agua, los agricultores de esos cultivos se pasaron a lechugas y frutos rojos de precio elevado o simplemente se fueron de esa zona a pastos más baratos.
«Hay un gran debate en las políticas públicas para cobrar el agua subterránea», explicó Louis Preonas, un economista especialista en agricultura de la Universidad de Maryland. Pero si probáramos algo como esto en todo el país, añadió, «eso haría que los agricultores abandonaran los cultivos como el maíz o dejaran por completo la agricultura. De cualquier modo como lo veamos, es probable que aumente el precio de los alimentos. Pero la alternativa es que nos quedemos sin agua».
Una investigación de The New York Times de este año reveló que muchos de los acuíferos que suministran el 90 por ciento de los sistemas de agua potable del país se están agotando en extremo por una combinación del cambio climático y la extracción excesiva de los agricultores, los consumidores industriales, las ciudades y demás.
La hora de la verdad con respecto a la pérdida de agua subterránea se aproxima con rapidez para muchas de las regiones agrícolas del país. En el valle del Pájaro, llegó hace 40 años.
Con su suelo arcilloso y arenoso y los vientos nocturnos fríos, la costa de Monterey posee un clima ideal para las fresas. Pero en la década de 1980, les cayó la desgracia. Los agricultores extrajeron en exceso las aguas subterráneas costeras, cosa que hizo que el agua salada del océano Pacífico se filtrara por debajo de sus tierras y entrara a las raíces del cultivo de frutos rojos.
«Se podían ver las hojas amarillas, la decoloración y el retraso en el crecimiento», recordó Dick Peixoto, cuya familia se ha dedicado a la agricultura desde 1920.
Para enfrentar un desastre económico, Peixoto y otros agricultores formaron una agencia local del agua con dos objetivos: conservar el agua subterránea y evitar que el estado asumiera el control.
Y entonces inició sus labores la Agencia para la Gestión del Agua del Valle del Pájaro, cuya administración sigue estando a nivel local. Su primer proyecto fue instalar medidores para saber qué cantidad de agua subterránea estaban usando los agricultores. En 1993 comenzó a cobrar a los agricultores la modesta suma de 30 dólares por cada 1233 metros cúbicos para cubrir el costo de administración, de lectura y de medidores.
La agencia del agua contrató hidrólogos y otros asesores, quienes concluyeron que el acuífero estaba muy sobreexplotado y podría perderse en su totalidad para convertirse en agua salada. Como respuesta, la agencia construyó un proyecto que tuvo un costo de seis millones de dólares para captar y desviar el exceso de agua de lluvia de una cañada cerca del océano y bombearla a un tanque de almacenamiento, donde se filtra a pozos subterráneos y finalmente se usa para el riego.
Después se construyó una planta de reciclaje de agua de 20 millones de dólares, la cual todos los días limpia aproximadamente diecinueve millones de litros de aguas residuales y la manda a los campos de cultivo a través de una red de tuberías color morado. El color morado indica que el agua que corre dentro es agua reciclada.
Ahora, la agencia está construyendo un sistema de 80 millones de dólares para captar y almacenar más agua de lluvia y usarla en el riego. Parte del costo de los proyectos de la agencia ha sido cubierto por préstamos y subsidios federales y el resto por el sistema de cuotas del agua subterránea, señaló Brian Lockwood, quien ha sido el gerente general de la Agencia para la Gestión del Agua del Valle del Pájaro durante dieciocho años.
«Estos proyectos cuestan millones de dólares y, sin esta fuente de ingresos, nunca podríamos realizarlos», comentó Lockwood.
Conforme aumentaron los objetivos de la agencia, también lo hizo el precio del agua. Se prevé que para el año 2025 llegue a 500 dólares por cada 1233 metros cúbicos.
En sus primeros años, los agricultores se molestaban por los incrementos de la cuota. «Cobrar el agua fue en verdad difícil, porque esta solía ser gratuita», comentó Thomas Broz, quien, desde 1996, ha cultivado cerca de 30 hectáreas en el valle del Pájaro.
Luego, un grupo de agricultores demandó a la agencia en los tribunales y pudo reducir los precios durante algunos años, e incluso la obligó a devolverles a los agricultores cerca de doce millones de dólares entre 2008 y 2011.
Pero después, de 2012 a 2017, California tuvo la peor sequía de su historia, las tierras de cultivo se secaron y la economía rural se vio destrozada. Los agricultores de todo el estado, sobre todo los del valle central, llegaron a un acuerdo con el estado para restringir su uso del agua de manera drástica y dejar descansar sus tierras.
El agua se encareció en el valle del Pájaro, pero al menos seguía fluyendo. Para ahorrar dinero, muchos agricultores de aquí invirtieron en tecnología para riego de precisión con el fin de distribuir el agua medida cuidadosamente justo donde se necesitaba. Se acabó la época de los aspersores que empapaban los campos de manera indiscriminada.
En medio de la sequía, el entonces gobernador de California, Jerry Brown, firmó una ley que exigía que cada parte del estado diseñara un plan para conservar el agua subterránea. Miles Reiter, el director general de Driscoll’s que está por retirarse, habló en apoyo de esa ley.
Y, de pronto, el valle del Pájaro se convirtió en un modelo.
Broz, quien el año pasado pagó 20.000 dólares de agua, comentó que ha llegado a aceptar el sistema.
«El agricultor tiene muy poco margen para integrar el costo del agua, lo cual implica que tenemos que cobrarlo en nuestro producto y esto significa que no podemos ser tan competitivos», afirmó Broz, quien cultiva lechugas, frutos rojos, manzanas y otros vegetales. «Pero cobrar el agua nos ha permitido poner en marcha el tipo de medidas que, si queremos conservar este recurso, nos ayudan a tener un sistema sustentable a largo plazo».
Soren Bjorn, un alto ejecutivo de Driscoll’s, el gigante de los frutos rojos, en un invernadero, en Watsonville, California, el 22 de diciembre de 2023. (Nathan Weyland/The New York Times)
Dick Peixoto, cuya familia ha trabajado en la agricultura en el valle del Pájaro, California, desde 1920, el 23 de diciembre de 2023. (Nathan Weyland/The New York Times)
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