Experta en salud animal probó las bondades de un producto comercial novedoso, elaborado a base de ácidos grasos, para mantener el balance intestinal de los cerdos de granja, y encontró que este ayudaría a reducir el desmedido uso de antibióticos que se les aplican desde edades tempranas para enfermedades provocadas por bacterias como Escherichia coli, lo cual ha generado resistencia y produce efectos adversos en los animales.
En los últimos años ha crecido en Colombia el sector porcicultor, como lo demuestran cifras de entidades como Porkcolombia, que indican un incremento en la producción nacional, con un consumo por persona que pasó de 12,1 kg en 2022, a 13,5 kg en 2023; además, se llegó a más de 564.000 toneladas producidas de esta carne en todo el país.
Como este consumo es clave en la dieta de miles de hogares, los expertos en medicina veterinaria y zootecnia buscan alternativas al uso excesivo de antibióticos, que desde 1950 se ha intensificado con el crecimiento de la población mundial, y además existe una preocupación por la presencia de genes en las bacterias intestinales de cerdos, aves y otros animales, las cuales son resistentes a estos medicamentos de uso común.
Lo anterior podría afectar el huevo que usted se come por las mañanas o la carne que pide en el almuerzo; de hecho en Europa existen desde 2006 leyes estrictas que prohíben el uso de los antibióticos como método preventivo en animales. Pero en Colombia la historia es distinta, aunque ya se ha limitado el uso de algunos antibióticos rutinarios en las dietas para cerdos.
Por eso, la investigadora Johana Katerine González Castiblanco, magíster en Salud y Producción Animal de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), junto con la profesora Gloria Amparo Casas, del Departamento de Producción Animal, probaron un producto que se ha estado comercializando y que utiliza la butirina esterificada, alternativa viable para que los porcicultores dejen de usar antibióticos para el crecimiento de los lechones.
El quid de la butirina esterificada está en sus componentes, el más importante de los cuales es el ácido butírico, un ácido graso que se produce naturalmente en el intestino cuando algunos tipos de bacterias fermentan fibras y carbohidratos que no son digeribles.
No obstante, aunque se considera como una fuente de energía para células intestinales –reduciendo la muerte celular y promoviendo la respuesta antiinflamatoria del sistema inmune para atacar E. coli y Salmonella spp.–, su uso en lechones tiene inconvenientes, no solo por su fuerte olor y volatilidad (cambios en su estructura), que lo hacen difícil de manejar en la producción, sino también porque le es difícil llegar a las partes más distantes del intestino delgado, donde se realiza la absorción de nutrientes.
Aquí es donde aparece el producto comercial estudiado por las investigadoras, el cual, mediante una novedosa tecnología de encapsulación, toma el ácido butírico y le pone una “armadura” que retarda su degradación y facilita su llegada a zonas del intestino donde los lechones han sufrido un daño en la barrera intestinal, en este caso por el paso de la dieta líquida ofrecida por la madre a una dieta seca, después de sus 21 días de vida.
Eficacia puesta a prueba
El estudio se realizó en 96 lechones (48 hembras y 48 machos) de la Unidad de Porcinos del Centro Agropecuario Marengo, de la UNAL en Mosquera (Cundinamarca), los cuales se distribuyeron en 3 grupos para alimentarlos con dietas distintas durante 14 días; estas consistían en una mezcla de alimentos como maíz y arroz, o lactosa y soya, además de vitaminas y otros aditivos.
“El primer grupo era de control –sin antibióticos promotores de crecimiento ni butirina esterificada–, al segundo se le añadieron 0,3 kg/Ton de avilamicina (antibiótico), y en el tercero una dosis de butirina esterificada en una proporción de 44 % de ácido butírico”.
“Después de 14 días se evidenció que los lechones alimentados con butirina presentaban menos diarrea que aquellos de los otros dos grupos; además su peso no cambió significativamente ante las dietas distintas y no hubo diferencias notorias en el recuento de bacterias coliformes o de E. coli, por lo que el reemplazo es promisorio para los productores”, explica la investigadora González.
Por último, a pesar de que no había diferencias marcadas en la expresión de pequeñas proteínas llamadas citocinas –cruciales para el fortalecimiento del sistema inmune y las células sanguíneas–, la expresión de una de ellas, el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), fue 12 % más bajo en los lechones alimentados con la dieta que no tenía la butirina esterificada.